Con una personalidad única, es el fruto de una añada extraordinaria, la 2008, ya que “las abundantes lluvias y las bajas temperaturas propiciaron una maduración lenta de la uva en el viñedo. Este potencial despertó nuestra curiosidad de lo que podríamos lograr a largo plazo con este tesoro y fue entonces cuando decidimos guardar botellas de esta añada en condiciones óptimas durante 12 años”, explica Sandra Estévez, enóloga de Mastinell.
Esta es la segunda ocasión en la que la bodega cuenta con un producto de estas características, la primera vez fue en 2008, cuando lanzó un cava similar de larga crianza al que bautizó como Lágrimas de Cava.