Por Raúl Serrano
La bodega tarraconense Edetària celebraba a finales de la semana pasada su 15 aniversario con un emotivo discurso sobre la bodega por parte de Joan A. Lliberia. Durante el evento -al que Vivir el Vino pudo acudir junto a otros medios en una convocatoria exclusiva- pudimos conocer la razón de ser de un proyecto que nació con el objetivo de elaborar vinos auténticos a partir de variedades autóctonas. La bodega está presente en 25 países y cuenta actualmente con 60 h de viñedo propio, así como con unas instalaciones capacitadas para la elaboración de hasta 250.000 botellas.
Tras las explicaciones, los asistentes tuvimos la oportunidad de realizar una cata vertical y conocer de primera mano cómo se comporta la Garnacha Blanca bajo los dominios de la DO Terra Alta.
En total, cinco fueron las añadas elegidas: Edetària 2014, 2012, 2008, 2007 y 2005. A través de su recorrido pudimos conocer la climatología que marcó cada una de ellas y también comprobamos su evolución en el tiempo, así como los sutiles cambios que las hacen diferentes. Tal es el caso del coupage final de las tres añadas más antiguas, elaborado con Garnacha y Macabeu. Un ensamblaje que en las dos últimas se reduce a un monovarietal de Garnacha, que pasa de barricas de 300 litros a otras de 500.
Fruto de estas peculiaridades, encontramos complejas notas de hidrocarburos, un claro punto terpénico y recuerdos yodados y de sotobosque, especialmente en la añada de 2012. O una parte más volcánica en la de 2007… Para mi gusto, las dos mejores añadas. Sin desmerecer la parte más alsaciana de la de 2014, la timidez de la de 2008 o ese punto de oxidación como el que encontramos en la de 2005, que quizás nos parezca atractiva solo a algunos.
Como común denominador, todas las añadas manifiestan inequívocamente el poder de reducción y evolución de la Garnacha, para disfrutar en su añada o esperando para experimentar su recorrido en botella.