Por Alberto Matos
El Ministerio de Agricultura reconoce oficialmente la existencia de cuatro Albillos diferentes, aunque en diferentes zonas podemos encontrar otros Albillos ligados a sus respectivas toponimias. Casi olvidada, esta variedad recupera terreno gracias a las peculiares características de sus vinos. Tanto es así, que desde hace algunos años, cada vez más bodegas se lanzan a la elaboración de monovarietales, muy apreciados por público y crítica.
Albillos hay muchos en España, aunque solo cuatro aparecen listados en el Catálogo Nacional de la Oficina Española de Variedades Vegetales. Y de esos cuatro, dos apenas cuentan con representación significativa. Tanto es así que uno de ellos, el Albillo Dorado (también conocido como Albilla Dorada) resurgía recientemente de una extinción casi segura gracias a la intervención de la Consejería de Agricultura, Agua y Desarrollo Rural de Castilla-La Mancha, región en la que se contabilizan los últimos ejemplares. Por su parte, el Albillo Criollo, sin llegar a tales extremos, únicamente se localiza, de manera más o menos testimonial, en Canarias; principalmente en la isla de La Palma.
Los otros dos Albillos, el Real y el Mayor, son más frecuentes, aunque no tanto como otras variedades blancas. De hecho, tradicionalmente se cultivaban entre cepas tintas, con las que acababan fundiéndose en bodega.
En viñedos muy localizados de Castilla y León –de manera especial, en determinadas zonas del valle del Duero- y, en menor medida, de Extremadura y La Rioja, donde es conocido como Turruntés, el Albillo Mayor acostumbra, aún hoy, a entreverarse con el Tempranillo.
Por su parte, el Albillo Real (también conocido como Albillo de Madrid, por su protagonismo histórico en esta región) alterna con la Garnacha, como también lo hace en las provincias colindantes de Toledo y Ávila. Siempre han estado ahí, pero su potencial para la vinificación como blancos monovarietales no lograba despertar el interés de los viticultores, que lo empleaban para restar potencia a las variedades tintas o como uva de mesa hasta la irrupción de la Moscatel. Al menos hasta ahora, porque cada vez son más las bodegas que, en busca de nuevas sensaciones, se interesan por sus particulares peculiaridades. Y, siguiendo la estela de las bodegas, también las denominaciones de origen deciden autorizar el Albillo en sus reglamentos. En este sentido, quizás el caso más llamativo es el de la DO Ribera del Duero que, conocida internacionalmente por sus tintos, permitía hace dos años la elaboración de blancos con Albillo Mayor. Más recientemente, durante el pasado mes de enero, la DO Toro hacía también lo propio.
Albillo Mayor y Albillo Real
Aunque similares, son diferentes. Así lo pone de manifiesto la publicación virtual “De uva a vino”, impulsada por la Biblioteca Central del Ministerio de Agricultura.
Desde el punto de vista de sus aptitudes agronómicas, este documento define al Albillo Mayor como una planta vigorosa, de porte erguido, con una fertilidad media, una producción baja y de racimos pequeños, compactos y de pedúnculo corto. La describe también como medianamente resistente a la sequía, que precisa de suelos sueltos, podas largas y exposiciones no muy soleadas. Se trata de un varietal medianamente sensible al oídio y a las heladas primaverales, y poco sensible a la botrytis y al mildiu.
Por su parte, el Albillo Real es definido como una planta muy poco vigorosa, de porte rastrero, muy poco productiva, con una fertilidad muy baja y racimos muy pequeños y de pedúnculo corto. Al igual que el Albillo Mayor, es muy resistente a la sequía y, además, se adapta a zonas tardías, precisa de podas largas y se se encuentra a gusto en suelos muy arenosos.
Por sus hojas, resulta bastante sencillo distinguirlas, pues el limbo del Albillo Mayor tiene un tamaño entre mediano y grande y un total de siete lóbulos, mientras que el Albillo Real presenta un tamaño del limbo más pequeño y cinco lóbulos. Y siendo, como son, variedades diferentes, cabe esperar que los vinos que de sus uvas se obtienen también lo sean.
Así, los vinos obtenidos a partir de uvas de la variedad Albillo Mayor presentan un intenso color amarillo dorado, mientras que, en nariz, el aroma es afrutado, con predominio de las frutas blancas, como la manzana y la pera. También ofrece aromas vegetales de acícula de pino y herbáceos de bayas de enebro. Su acidez es entre media y media-baja, con un cuerpo medio-alto y una buena estructura. En general, agradecen el paso por barrica siempre y cuando no se anule su personalidad. Por su parte, los vinos de Albillo Real se muestran con un color amarillo y reflejos dorados. Su aroma es intenso y muy característico, con notas vegetales de romero, enebro y pino y frutales de pera y sandía. De acidez y cuerpo medios, se reconocen por su característico retrogusto, algo amargo.