Cumplir siglo y medio de existencia en un momento tan competitivo como el actual, en el que abundan etiquetas que, en muchos casos, apuestan por alejarse de los perfiles más clásicos, no resulta una tarea sencilla. Al menos no en apariencia porque, en realidad, tras este logro no se oculta ningún secreto difícil de descifrar. La clave está en no perder nunca el vínculo con la tierra, así como en conocer profundamente el viñedo y adaptarse a las nuevas técnicas de elaboración sin desvirtuar nunca su esencia.
En definitiva, se trata de aferrarse a las tradiciones y abrazar al mismo tiempo los beneficios que aporta la innovación para alcanzar la excelencia. Todo ello aderezado con un ingrediente muy especial: la pasión por lo que se hace.
Ese es exactamente el caso de Montecillo y de sus grandes vinos de larga guarda, insignia de la casa. La historia de esta bodega arrancaba en 1870, cuando Celestino Navajas Matute, personaje relevante del municipio riojano de Fuenmayor, decidía fundar su propia bodega para aportar unos aires más modernos a los vinos de Rioja, mucho antes de que esta zona fuera reconocida como denominación de origen en 1925.
A lo largo de estos 150 años y pese al azote de la filoxera en 1899, que mantuvo prácticamente paralizada la actividad vitivinícola hasta 1920, Montecillo ha logrado mantener un crecimiento sostenido digno de admiración. Un crecimiento potenciado a partir de 1973 con la adquisición de la bodega por parte de Osborne, otra gran familia del vino español.
Los nuevos propietarios decidían seguir apostando por perpetuar el objetivo de la excelencia en todos sus procesos y solo un par de años después, en 1975, construían las nuevas instalaciones que hoy conocemos, ubicadas entre su localidad de origen y la vecina Navarrete. Actualmente, sus vinos son exportados a todo el mundo.
Para conmemorar su más reciente efeméride, la bodega ha lanzado al mercado una edición limitada de Montecillo 150 Aniversario Gran Reserva 2005, un gran clásico de Rioja que concentra la admirable trayectoria de la bodega.
Celestino Navajas Matute (1832-1896) funda en el pueblo riojano de Fuenmayor la bodega que lleva su nombre, convirtiéndose así en elaborador. |
Gregorio Navajas, hijo de Celestino, cumple su sueño de crear la primera cooperativa de vino en La Rioja a través de la Sociedad de Labranza. Dos años más tarde, su hermano Alejandro adquiere la finca de El Montecillo que, en 1919, pasa a ser propiedad de la bodega. |
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José Luis Navajas asume la dirección de Bodegas El Montecillo, S.A. e introduce técnicas innovadoras como la vinificación en frío. Comercialmente, prosigue su expansión, también en los mercados internacionales. |
La familia Osborne compra Bodegas Montecillo. |
Osborne potencia las grandes virtudes de la bodega: calidad, tradición y saber hacer. En este sentido, entre sus principales decisiones, destaca la construcción de unas nuevas instalaciones, más espaciosas y funcionales, entre los pueblos de Fuenmayor y Navarrete. |
Una cata a ciegas celebrada en Ámsterdam, que enfrentó a vinos de Rioja y Burdeos, declaró como vencedor absoluto, con 288 puntos, al vino Viña Monty 1975, muy por encima de vinos bordeleses de renombre. Con este hito, Montecillo demostró la calidad de su región. |
Montecillo renueva su imagen. |
Montecillo 150 Aniversario Gran Reserva 2005 FICHA TÉCNICA · Variedades: Tempranillo (70%), Graciano (20%) y Maturana Tinta (10%). CATA · Color: Rojo rubí intenso, con capa media. Algún ligero precipitado de color, propio de su larga crianza en botella. |