Pago de los Capellanes celebra este año su 25 aniversario, aunque las raíces de esta bodega ribereña se hunden en las profundidades del tiempo. Todo comenzaba en torno a un majuelo de Tempranillo que, entre los siglos XIII y XIV, había pertenecido a los capellanes asentados en el municipio burgalés de Pedrosa de Duero y que más tarde pasó a manos de la actual familia propietaria. Un legado que Doroteo Rodero, con la ayuda de su hijo Paco, se encargó de perpetuar con la intención de rendir tributo a sus antepasados. Más tarde, a esta noble labor se sumaría su nuera, Conchita Villa, con quien Paco decidió adquirir parcelas cercanas y recuperar cepas antiguas, de bajo rendimiento.
Tras casi dos décadas, el matrimonio decidía iniciar su propio proyecto vinícola en 1996, fundando así la bodega de Pago de los Capellanes. Hoy, con su hija Estefanía Rodero Villa al frente, la familia practica una viticultura sostenible y de precisión, mediante la cual obtiene vinos que reflejan la tipicidad de la uva y la personalidad mineral de cada una de sus parcelas.
Unas parcelas que, ubicadas en ocasiones a más de 1.000 metros de altitud, se extienden sobre suelos calcáreos de arcilla, arena y grava. Allí, la amplitud térmica registrada entre los tórridos días y las frías noches durante la maduración, proporciona a las uvas un impresionante equilibrio.
Vendimiadas a mano, esas mismas uvas se elaboran por separado, según su parcela de procedencia y dependiendo del tipo de vino que se desee obtener. En cualquier caso, las fermentaciones se realizan de manera espontánea, gracias a la acción de las levaduras autóctonas. Por su parte, las crianzas tienen lugar en barricas de roble francés de gran formato y diferentes edades, que reposan a 10 metros bajo tierra en condiciones de temperatura y humedad constantes. Los vinos acaban de redondearse en botella, donde evolucionan sin clarificar ni filtrar.
Ese será el proceso que también seguirá el vino que Pago de los Capellanes espera obtener próximamente de su viñedo de Fuentenebro, localidad ubicada en una de las zonas más elevadas de la DO Ribera del Duero. Entre acerados matorrales y prados de montaña, y sometidas a unos vientos cortantes que ayudan a mantener sus cualidades excepcionales, las viñas se cultivan en este caso sobre suelos de sustrato arcilloso, ricos en mica, feldespato y cuarzo.
Este nuevo vino se sumará a los dos vinos de paraje con los que ya cuenta la bodega: Pago de los Capellanes Parcela El Nogal y Pago de los Capellanes Parcela El Picón, así como a su Pago de los Capellanes Joven Roble, Crianza y Reserva. También compartirá protagonismo con su flamante Pago de los Capellanes Doroteo 2015, lanzado con motivo del 25 aniversario en homenaje al abuelo que emprendió esta aventura.
El interés por los vinos blancos llevaba a los Rodero Villa a tierras de la DO Valdeorras en 2014, donde fundaron la bodega O Luar do Sil con la Godello como variedad fetiche. Pero eso es ya otra historia…