Porta con orgullo su apellido vasco, que sobreimprime sobre la cabecera de su página web con la tipografía tradicional de esa región del norte de España. Aunque nació en Uruguay, país que abandonó a los 19 años, Charlie es ante todo un ciudadano del mundo. Un mundo del que ha explorado todos sus rincones por tierra, mar y aire. Literalmente.
Se formó como periodista y ejerció como locutor de radio, pero abandonaría pronto el oficio para dedicarse al vino, casi sin darse apenas cuenta. Su carácter humilde y verbo fácil -en castellano, inglés, francés, italiano y portugués- hacen que lo complicado parezca sencillo y que el vino no sea percibido como un producto elitista e inalcanzable, sino todo lo contrario. Tanto es así que, en 2012, se convertía en el primer y único representante del mundo hispano en ser reconocido como el Wine Communicator of the Year Award por la International Wine Spirit Competition (IWSC).
Su talento innato le ha llevado a ejercer de sumiller, restaurador, formador, jurado de los más prestigiosos certámenes internaciones… Incluso ha desempeñado el papel de actor, protagonizando, entre otros, la serie “Wine Guys” (2019), y los documentales “El camino del vino” (2010), donde encarna el papel de un sumiller que pierde su paladar y trata de recuperarlo por todos los medios con la ayuda de reputados enólogos internacionales. Un empeño que se prolonga en la secuela “El duelo del vino” (2015).
Tu trabajo, tesón, sabiduría y sencillez -y, por qué no, tu enorme don de gentes- te han posicionado merecidamente entre las personalidades más respetadas del mundo del vino. ¿Podría decirse que ha sido la vida quien te ha llevado por este camino o más bien has sido tú quien ha guiado tu vida en esa dirección?
Esa es una buena pregunta, aunque la respuesta no es sencilla. El vino ha sido para mí una herramienta de negocio, que empecé a utilizar de verdad en mis tiempos de camarero en cruceros. Cuanto más aprendía mejor me pagaban el corcho los fines de semana, pues así es como se remuneraba a estos trabajadores en aquellos años.
La industria del vino puede ser muy excitante cuando se aprende desde dentro; mucho más que cuando se aprende a través de los libros. En mi caso, este producto me ha proporcionado además la posibilidad de hablar idiomas, viajar por las islas del Caribe y del Mediterráneo, conocer nuevas culturas y estilos de vida… ¡Y eso es inigualable!
Lo que muchos no saben es que antes también había trabajado en mesones, trattorias y restaurantes como recepcionista, cajero, ayudante de barman y cocina, barman, limpiador, asistente de maître y gerente, entre otras cosas. En un principio, en República Dominicana; más tarde en Bermudas, Boston y Nueva York; y después, durante cuatro años, en lugares como Madeira y el Mar Negro. Estos trabajos me brindaron la posibilidad de trabajar con grandes maestros del servicio y la venta de vinos, que me enseñaban la historia que había detrás de cada botella. A mí me encantaba descubrir el storytelling de cada etiqueta de nuestra extensa carta, y el hecho de hablar idiomas me facilitaba mucho las cosas. También me preocupaba saber cuánto vino teníamos y cuánto vendíamos.
Con el tiempo, estas inquietudes fueron reconocidas y me hicieron jefe de inventario y, poco después, me ofrecieron ser capitán de camareros en un restaurante italiano de Miami, porque yo conocía muy bien los vinos de aquel país. Algo raro en aquella ciudad, dominada en la década de los 90 por los cowboys de la cocaína. Allí ya me encargué exclusivamente de los vinos y de su administración.
Un día, mi nombre apareció publicado en el Wine Spectator y las mejores cartas de vinos de Estados Unidos empezaron a hacerme ofertas de trabajo. A día de hoy, puedo decir que he trabajado en buenos restaurantes, resorts y cruceros, y puedo presumir de haber manejado hasta dos millones de dólares para la compra de vinos en la época de las vacas gordas.
Pero tú no solo conoces el vino como producto final...
Cierto. Comencé a enseñar como profesor de reemplazo allá por 1998, en la Wine School de Johnson & Wales. Después de que mi nombre apareciera publicado en el Wine Spectator decidí que me tenía que esmerar y acudir a todas las catas habidas y por haber para poder degustar vinos de todas partes e ir haciéndome un nombre. Al poco tiempo ingresé en la United States Sommelier Association y empecé a visitar las regiones del vino durante mis vacaciones. Así conocí el Véneto, la Toscana, el Piamonte, el Ródano, Burdeos… Allí aprendí sobre geología, viñedos, vinificación… Eso era mucho mejor que informarme a través de libros que ya habían quedado obsoletos.
Yo prefería hablar con un enólogo temprano en la mañana, tomando café y fumando un cigarrillo con el olor de uvas fermentadas en una bodega remota en una colina. Eso no tiene precio.
Más tarde, mi ocupación me llevó por otras zonas de España, como Jerez, Rías Baixas, Rioja, Jumilla, Utiel-Requena, La Mancha, Bierzo y Penedès; Wachau y Tirol, en Austria; Alto Adigio, en Italia; Borgoña, en Francia; Marlborough, en Nueva Zelanda; Valle del Rapel, en Chile; Napa Valley y Washington, en Estados Unidos; y Porto, en Portugal.
Últimamente he conocido el norte de Uruguay, Istria (Croacia), Friuli (Italia), Ningxia (China) y Ceglio (Eslovenia). Nunca termino de aprender.
¿Cuánto tienes de autodidacta y cuánto debes a las enseñanzas ajenas?
Diría que de autodidacta tengo un 75% y que el 25% de mi formación y experiencia me lo han aportado los cursos, las master classes, la gastronomía y el turismo.
Todavía no me he cansado de degustar vinos de lugares remotos, elaborados con uvas de nombres impronunciables.
¿Hay algo que te quede por hacer en el mundo del vino?
Siempre me he imaginado siendo un courtier trayendo vinos de Burdeos y llevándolos a los negociantes… Algo parecido a lo que hacía el legendario Alejandro Fernández en sus años jóvenes.
Después de dejar los hoteles y de ser profesor adjunto en la Universidad de Lynn, en Florida, pude dedicarme a ello, pero no a tiempo completo. Durante once años busqué vinos buenos y creé etiquetas para el mercado norteamericano, pero entre hacer dos películas y tres series durante la última década no he podido tener una dedicación plena. La COVID y el hecho de haberme mudado parcialmente a Normandía tampoco han ayudado mucho.
En este sentido, tengo a la vista algún trabajo en el norte de China, pero ya veré qué hago. Eso sí, de vez en cuando me siguen pidiendo vinos de calidad y buen precio para distintos negocios.
En este proceso, ¿qué has aprendido de los consumidores? ¿Crees que, en general, nos dejamos llevar más por las etiquetas que por el propio vino?
Sí, eso sucede especialmente entre los consumidores con gran poder adquisitivo que, por otro lado, apenas representan el 2% del total. Este grupo, cuando más aprende sobre el vino, más se anima a comprar marcas cru como Château Mouton Rothschild, Penfolds Grange, Sassicaia, Harlan Estate, Opus One o Vega Sicilia. A este tipo de consumidor se suma últimamente un 11% de consumidores, que ven pasar ante sus ojos miles de etiquetas en las redes sociales. Particularmente, creo que este segmento es digno de estudio, porque tiene dinero para tomarse un buen vino en ocasiones especiales.
Sin embargo, este tipo de consumidores no me necesitan. A mí me interesa más el 87% restante, que es el porcentaje por el que yo apuesto a través de proyectos documentales como “El camino del vino” y “The duelo of wine”, o la serie “Wine guys” (disponible en Amazon Prime Video).
A mí me interesa ganar nuevos paladares y no espantarlos, que es lo que está sucediendo con los jóvenes. Muchos piensan que para tomar vino hay que formarse antes leyendo muchos libros, y eso no es así.
Por eso me encanta entrar en TikTok, Instagram, Vivino, Facebook, X y Twich, y ver a esas generaciones Z y Millenium curiosas, que aprenden de influencers que publican en cualquier idioma. Ellos no leen el Wine Advocate ni a Tim Atkin o James Suckling.
¿Por qué no logramos seducir a las nuevas generaciones en el consumo de vino?
Porque no somos efectivos a la hora de mantener en el tiempo las campañas de marketing y promoción. Nuestra juventud es indiferente a los vídeos largos sobre regiones, porque no tienen ningún gancho. En TikTok, la duración media de un vídeo es de 45 segundos. Si logras que la atención se mantenga 10 segundos, eres un afortunado.
A los nuevos paladares les gusta descubrir cosas novedosas. Vivimos una constante evolución y sin un seguimiento adecuado, los jóvenes seguirán apostando por los licores, los cócteles o las cervezas IPA. Da la impresión de que si uno no tiene un WSET no sabes beber vino.
Con el conocimiento que tienes de los vinos del mundo, ¿tienes alguna zona fetiche? ¿Alguna variedad? ¿Algún tipo de elaboración?
Los del valle del Sil, en Galicia, me parecen sublimes… Los de Valdeorras y Ribeira Sacra me cautivan, como también lo hacen esos tintos raros de maceración carbónica… Por mi vena vasca, me intrigan los tintos picantones de Rioja Alavesa, los de Beaujolais (Francia), los de Toro, los de Maule (Chile), algún tinto joven de Mendoza (Argentina)…
En tu opinión, ¿cuál es la imagen que tienen los vinos españoles en el mundo? ¿Cómo podrían conseguir una mayor expansión internacional?
Si bien Rioja, Ribera del Duero, Jerez, Rías Baixas y Penedès disponen de vinos incluidos en muchas cartas del mundo, a veces me pregunto por qué otras regiones no terminan de despegar… Actualmente, creo que los txakolis vascos, los vinos de Canarias y, quizás también, los de Rueda caminan en la dirección correcta, especialmente en Estados Unidos. Algo que también me gustaría que sucediera con otras zonas como Ribeira Sacra, Bierzo, Toro, Jumilla, Castilla y León… ¡O con los nuevos vinos de pago! Creo que, en este sentido, sería mejor centrarnos en las uvas de cada región y no en la región en sí. También sería conveniente buscar alianzas estables con otras cocinas como la thai, la china, la mexicana o la tex-mex… ¡Hay tanto por hacer!
En todo caso, cualquier campaña debe ser constante. Aún recuerdo la presentación de Jumilla en Aspen (Colorado), allá por el año 2002, con los vinos de Juan Gil como abanderados. Fue brillante, pero el programa pronto se quedó sin dinero. También me acuerdo de cuando traté de empujar a La Mancha, buscando nuevos nichos dentro de Estados Unidos. Logré introducir sus vinos en la Escuela de Cocina de Napa Valley, pero las desavenencias entre las partes interesadas hicieron que el proyecto se enfriara.
Para entrar en Estados Unidos hay que ser perseverante, participar todos los años en las grandes ferias del vino y la gastronomía, y crear una fantasía enogastronómica.
Eso es algo que sabía hacer muy bien Carlos Falcó, con quien coincidí en más de una ocasión en Nueva York y en Aspen. Él fue capaz de abrir las puertas a los vinos de pago. ¡Ojalá hubiera vivido 20 años más!
También lo está haciendo bien Rioja, que sigue formando a los mercados con buen material a través de las escuelas de vinos y festivales. Creo que apuntar al lifestyle es primordial. Mucho más que enfocarse solo en las bodegas y en el vino, que cansa un poco ya. Es lo que hacen otras regiones, que diversifican e incentivan la presencia de las denominaciones de origen en redes sociales como YouTube, por donde pasan 122 millones de usuarios al día; o Instagram, donde se dan cita 1.400 millones. Ya es hora de que las denominaciones de origen españolas hagan lo mismo. También las bodegas líderes -aunque alguna ya lo hace- y las familiares, que no lo hacen. Si no estás en las redes, nadie te conoce, ¡hay que activarse!
Estudiar las redes es también un lindo trabajo. Hay muchos prescriptores pululando, pero hay que saber cuáles son efectivos. También hay que saber cuál es la mejor hora para hacer las publicaciones.
El cross branding también funciona muy bien… Desfiles de moda en bodegas, espumosos y Fórmula 1, la unión del vino y el rugby que hemos visto este año en Francia…
En nuestra película “El Camino del Vino”, se unió la región argentina de Mendoza con la marca Ford y se hicieron promociones en la televisión de aquel país.
¿Cómo compatibilizas tu vida personal con tu vida profesional?
No es una tarea fácil, porque viajo bastante. Me he perdido ver crecer a mis dos hijos, Sebastián y Martín, y he tenido algún divorcio de por medio. Hoy los veo una vez al año y con mis dos nietos hablo semanalmente. Todo ello te hace sentir culpable.
¿Consideras que el vino en general está suficientemente valorado en cuanto a precio se refiere?
Algunos sí y otros no. Hay que tener en cuenta que queda mucho vino para embotellar y que hay muchas añadas atrasadas en las bodegas por vender. Tanto Burdeos como la Toscana se quejan de que las ventas no son las mismas y eso, en cierto modo, es lógico porque la COVID nos retuvo en nuestras casas, comprando online, sin salir. Además, la inflación está provocando el encarecimiento de insumos como el corcho, el vidrio y la mano de obra.
Esto se suma a la pérdida de poder adquisitivo por parte del consumidor, a quien también le afecta la inflación. Un mismo vino antes costaba dos euros menos y eso empuja a buscar otras alternativas.
Algo interesante que estoy observando en las grandes AOC de Francia como Languedoc, Ródano, Borgoña y Burdeos es que apuestan por promocionar la uva, y no tanto la marca. Algo que ya se hacía en el Nuevo Mundo, allá por los años 60, siguiendo la estela de Robert Mondavi con sus vinos californianos.
En este caso, copiar, si se hace bien, vale. El vigneron sabe que cuando embotella un buen vino a un precio acorde con su calidad con una etiqueta limpia y clara puede abrirle las puertas de tiendas como Enotria & Coe. Además, ahora contamos con el neuromarketing, que hace uso de los aromas para incitar a la compra de vinos que son desconocidos.
No podemos olvidarnos de casos como el de Nueva Zelanda y Argentina, que entraron con sus vinos blancos y Malbecs en el mercado norteamericano con gran éxito. Y ahí siguen, cabalgando entre los 15 y los 20 dólares. A esto también ha contribuido el hecho de que ambos países cuenten con una buena plataforma en las redes sociales. Nueva Zelanda dispone de una oficina de promoción en California y Argentina tiene una división que se encarga de las redes sociales.
En España se está empezando a ver en los casos de Rías Baixas y Canarias, pero aún van por detrás de otras denominaciones de origen como Provenza, Prosecco y Ródano, que realmente invierten en estos menesteres.
Desde tu punto de vista, ¿cuáles son las futuras tendencias que ya se atisban en el horizonte del mundo del vino?
Los cautivadores rosados de la Provenza han arrebatado una buena porción del mercado a los blancos y los tintos. Y lo seguirán haciendo.
La Garnacha -ya sea de Languedoc, de Cerdeña, de Navarra o de las viñas viejas de Gredos- cuenta incluso con un día mundial propio. También seguirá siendo tendencia.
El txakoli de las tres denominaciones de origen, con sus particularidades, difíciles de transmitir, continúan conquistando Nueva York y Japón.
El Prosecco sigue de moda. Hasta le han dado añada, algo nunca visto, pero que vende. Los australianos incluso han copiado esta idea con sus elaboraciones con uva Glera.
Rías Baixas seguirá dando de qué hablar. Si hacen una buena labor de relaciones públicas y marketing, nada será más seductor que un Albariño del Val do Salnés. También Rioja, que debería presentarse al mundo de una manera más clara… ¡Qué lío tienen! Particularmente me encanta la Tempranillo en acero inoxidable sin roble. Las crianzas de hoy son las grandes reservas de los años 90.
La tinta Marselan es la uva del cambio climático, la uva del futuro. También la Solaris Blanca, que ya se planta en los acantilados normandos.
De igual modo, son prometedores los espumosos ingleses con alma de champagne de la región de Sussex, y los tintos y blancos volcánicos del Etna. Igual que los argentinos, que ahora apuestan por la Patagonia y los Valles Calchaquíes.
Eso sin olvidarnos de la diversificación de los viñedos de champagne, con su nuevo mar de etiquetas que explotan la geología y la tradición de cada lugar.
En cualquier caso, el futuro pasará por los vinos sostenibles y orgánicos, sin dejar a un lado el papel del comercio electrónico, que hoy es una parte importante del engranaje de venta y una herramienta de educación.
¿Cómo? ¡Hay vinos para las 24 horas del día!
El Douro, cerca de Pinhão, cerca de la frontera con España. En coche o en tren… ¡Nunca me canso!
Posada Mayor de Migueloa, en Laguardia. Sentarme frente a la ventana y ver los viñedos de Rioja Alavesa…
Un buen filete de mero al horno con habas de soja y cilantro y un buen tinto Pomerol AOC.
Mi boda con mi señora Pandora, brindando con Albariño de Rías Baixas hace 16 años.