Por Jesús Rivasés, periodista, tertuliano y escritor
Franklin Delano Roosewelt, 32º presidente americano, que ocupó el despacho oval en la Casa Blanca entre 1933 y 1945, ha pasado a la historia por muchas cosas. Fue elegido cuatro veces, hasta que él mismo impulsó la prohibición constitucional de más de dos mandatos, lanzó el “New Deal” contra la Gran Depresión y fue el presidente de la II Guerra Mundial. Quizá por eso, siempre ha quedado en segundo plano que fue también el hombre que acabó con la llamada Ley Seca o “Prohibition” en Estados Unidos, vigente entre el 17 de enero de 1920 y el 6 de diciembre de 1933.
La Ley Seca, por supuesto, tuvo consecuencias directas en el sector de las bebidas alcohólicas y también contribuyó a la desaparición de algunas tan tradicionalmente americanas como poco conocidas. Ahora, un siglo después del comienzo de la “Prohibition”, la premio Pulitzer Julia Moskin, cuenta en The New York Times la resurrección del Applejack, un peculiar aguardiente de manzana, recuperado por nuevos productores en la zona de los Apalaches, en Carolina del Norte. El Applejack, según explica Moskin, se producía tradicionalmente a partir de la sidra dura, que era la bebida diaria de la mayoría de estadounidenses en el siglo XVIII. Esta sidra, escribe la galardonada periodista, “fermentada de forma natural y baja en alcohol”, era una bebida “más segura que el agua de los pozos, más barata que la cerveza y fácil de preparar en casa”. La sidra se impuso como bebida en esa zona también por causas naturales. Las manzanas son mucho más abundantes en los Apalaches y parte del noroeste que los granos necesarios para hacer whisky y el paso lógico fue la fabricación de aguardiente de manzana. Hasta que llegó la “Prohibition”, en la zona de las montañas de Blue Ridge existieron cientos de productores que fabricaban, en la mayoría de las ocasiones ilegalmente, aguardiente de manzana. En cualquier caso, y de forma legal, Laird & Company, en Nueva Jersey, la destilería más antigua de los Estados Unidos, empezó a fabricar aguardiente de manzana en 1698 e incluso logró una licencia federal especial durante la “Prohibition” para fabricar pequeñas cantidades como “bebida medicinal”, lo que no impidió su desaparición.
La nueva vida del “applejack”, considerada como “la luz de luna original” de las primigenias colonias americanas, llega de la mano de productores como Catoctin Creek, Holman Distillery y Copper & Kings, que elaboran desde el aguardiente de manzana transparente hasta licores de colores castaño rojizo fuerte que también reciben el mismo nombre. La peculiaridad de esta bebida es que no se destila por el procedimiento habitual, sino por congelación, que hace que el agua de la sidra cristalice y, cuando desaparece el hielo, la concentración de alcohol aumenta y lo que queda en el barril es un aguardiente “claro” -de ahí el “claro de luna”- que no es tan fuerte como otros destilados como el vodka, pero sí lo suficiente como para ser una bebida que, de repente, ha renacido incluso con distintas variedades, como el muy particular y original brandy de manzana. Todo muy desconocido en España e incluso en Europa, donde apenas tiene una penetración simbólica pero que, en tiempos de pandemia, con dificultades para viajar, es una forma de acercare a otros lugares.
(Estrambote: Eric Asimov, el gran crítico de vinos de The New York Times, publicó en diciembre una selección de vinos espumosos para despedir el año y recibir el nuevo. Su lista, incluía, por supuesto, champagnes y vinos espumosos de Alemania, Italia y Portugal. Sorprendentemente no aparecía ningún cava, sobre todo porque Asimov conoce España y los vinos españoles. Siempre hay intereses comerciales, pero alguien ha hecho algo mal en la promoción de los cavas. No hay otra explicación.)