Descubriendo la Sonsierra navarra
Por Vanesa Viñolo
Cuando hablamos de la Sonsierra vitivinícola todos pensamos en La Rioja y en Álava. Sin embargo ésta llega, en su parte más oriental, hasta Navarra.
A los pies de la Sierra de Codés, que es parte de esa Sierra Cantabria que tan gratos recuerdos vinícolas nos trae, nace la Sonsierra navarra. Una gran desconocida donde se ha elaborado vino de toda la vida pero que, poco a poco, ha ido viendo reducido su lado viticultor hasta su casi desaparición. Actualmente quedan pocas hectáreas de viñedo en este entorno maravilloso, que pertenece “administrativamente” a Terra Estella, pero del que Marco Real, uno de los pocos que han apostado por ella, quiere reivindicar una personalidad propia:la de la Sonsierra navarra.
De la mano de su enólogo, Kepa Sagastizábal, y a pie de viña, pudimos conocer las fincas con las que cuentan en este paraje: Espesuras, Las Leras, Valdeherreros y La Pared, que suman en total 50 hectáreas de viñedo. Climatológicamente hablando, es una zona de transición atlántico-mediterránea, beneficiada por cierta altitud (sobre los 500 metros) y en la que, según la finca, encontraremos diferencias sustanciales que se transmiten a los vinos.
Espesuras da lugar a vinos más frescos, gracias a su exposición norte y a contar con un suelo muy profundo, en ladera, con una buena cantidad de materia orgánica y mucha piedra.
Por el contrario, en Las Leras, de exposición sur, la moscatel de grano menudo consigue una madurez plena.
En Valdeherreros, la identidad la marca su pasado aluvial, muy drenante y con algo de yeso.
Y en Finca La Pared nos encontraremos con un suelo de gravas donde la arcilla se complementa con un punto ferruginoso. Para Sagastizábal, La Pared es un verdadero “Dragon Khan”, una montaña rusa con diferentes suelos, altitudes y variedades, lo que le confiere una riqueza y capacidad de juego casi infinitos. Suena divertido, ¿verdad?
Todas ellas las pasan “canutas” (son todas en secano) y aunque no están certificadas como ecológicas, llevan dos años sin ver herbicidas y Kepa sigue la norma de intervenir lo mínimo posible.
Finca La Pared ha dado nombre a una colección compuesta por un blanco y tres tintos procedentes de todas estas fincas, con la que reivindican la esencia de un territorio, la Sonsierra navarra, que quieren poner en el mapa.
El blanco, Flor de Chardonnay 2020, es un chardonnay con un estupendo trabajo de lías (el 2020 pasó 11 meses con ellas en barricas de 500 litros). Elegante, sutil, con una boca bien construida y una acidez de esa rica que hace salivar, dice muchas cosas buenas de este proyecto. La etiqueta ha cambiado, así que lo veremos vestido como La Pared en la siguiente añada.
Finca La Pared Syrah 2019 demuestra lo bien que le sienta a la syrah esta zona. Creo que conseguirán un vino interesante. Esta añada contaba con un roble americano demasiado obvio en mi opinión, pero ya están experimentando con robles más sutiles que dejen hablar más al terruño (la variedad ya habla alto y bien).
Finca La Pared Graciano 2019 me encantó. Es verdad que siento debilidad por esta uva que es pura frescura. Pero es que estaba estupendo. Muy varietal, con sus pimientas, sus hierbas aromáticas de monte bajo (el tomillo, el romero, la manzanilla abundan entre las viñas) y una boca que es todo frescor, con esa acidez tan rica.
Y para terminar, una fusión que funciona: el Finca La Pared Cuvee Especial 2019, mitad syrah y mitad graciano. Es exactamente eso, un tinto que en nariz tiende a la syrah pero que en boca cuenta con esa acidez “graciana”.
Kepa no quiso dejar que marcháramos sin que probásemos esas “cositas” que tiene en depósito o en barrica. El rosado “experimental” de merlot (y mira que es una uva a la que te le tengo manía) me resultó muy interesante, y el syrah en roble francés me parece que es el camino a seguir.