Por Alberto Saldón, director de Marketing en Bodegas LAN, Grupo SOGRAPE España
La fermentación del zumo de uva viene dando alegrías a los moradores de la tierra desde las vetustas ánforas fenicias hasta los vinos envejecidos en el espacio exterior de nuestros días.
Hay que echar mucho la vista atrás, hasta la Edad de Bronce (3.000 a.C.), para toparse con las primeras evidencias de la elaboración de bebidas a partir de las uvas fermentadas y azúcares, aunque hay indicios de que ya se realizaban en torno a los años 6.000 y 5.000 a.C. Los arqueólogos han encontrado evidencias que fijan el origen de la primera cosecha de vino en Súmer, en las fértiles tierras regadas por el Tigris y el Eúfrates en el Próximo Oriente, en la antigua Mesopotamia. Desde entonces, Territorio y Cultura han marcado la historia del vino en el Mundo. De cada vino.
La expansión cultural de la Grecia clásica y posteriormente del imperio Romano fue una de las palancas de la exportación del vino, también la Iglesia con aquellos fornidos monjes que desempeñaban la función de embajadores de la cultura del vino evangelizando los confines de la tierra.
Llevaban una fórmula magistral, la receta, el método de elaboración, pero lo implementaban en un nuevo territorio y los intérpretes -elaboradores- la fusionaban con sus gustos, sus condiciones climáticas, sus variedades de uva, y los medios disponibles… Y así, el resultado de la receta siempre era diferente. La experimentación, el conocimiento, las comunicaciones y la técnica permitían garantizar la calidad y de algún modo también homogenizar la oferta, pero no restaban la impronta de la identidad de la cultura y territorio.
Piénsenlo, independientemente desde donde estén leyendo esta tribuna, piensen en el vino de su pueblo. ¿Representa una cultura del lugar de origen? ¿Funciona bien con los platos típicos de la región? ¿Es parte de la historia de ese territorio? ¿Se parece a los vecinos que lo elaboran?
El vino, mejor dicho, la vitivinicultura, es un elemento imprescindible para entender a los pueblos y a sus gentes. Las actividades y relaciones que se establecen entre los habitantes de un territorio, su cultura y los oficios agrícolas que se desarrollan para cultivar la viña y su posterior transformación en vino forman parte de su identidad. Crean un sentido de lugar. Arraigado a su tierra y costumbres, a su gastronomía y paisaje. Son parte importante del valor material e inmaterial del patrimonio y de las tradiciones. En definitiva, la vitivinicultura es, en sí misma, un ejercicio etnográfico para conocer territorios y culturas.
Vinos de nuevo mundo, del viejo, clásicos e innovadores. Vinos tranquilos y con segunda fermentación en botella. Dulces, secos y con velo de flor. Vinos de hielo y uvas asoleadas. Vinos para disfrutar con gastronomía local, vinos calientes aderezados con especias y licor para quitar el frío. Vinos que te transportan a un territorio, que te hacen entenderlo mejor, que te permiten conocer a sus elaboradores, a sus bebedores. Que ayudan a entender culturas y con estilos tan enraizados a un territorio que no tienen sentido fuera de él. El vino es cultura y territorio, así que no dejen de abrir su mente para viajar desde su copa hasta cualquier lugar del planeta. Salud.