Los rosados están en auge, aunque sigo pensando que ni los consumimos todo lo que deberíamos ni exprimimos su versatilidad. En este rosado lo tenemos casi todo: zona, elaboración y un coupage para estudiar. En un primer golpe, la zona y la Mencía dan la cara, pero enseguida ves algo nuevo, que da complejidad al vino, y que es el potencial del otro 50% de variedades, que aporta notas terrosas, agrestes, con un punto de licor. Boca que sabe llevar el equilibrio desde la media estructura, a la explosión en mitad del recorrido, desde la sutil y contenida acidez al recuerdo de la barrica. Un rosado donde el ayer y el hoy van de la mano.