Por Alberto Matos
A escasos kilómetros de Portugal, sobre un promontorio con vistas panorámicas hacia el valle del río Támega, se alza majestuoso el Castillo de Monterrei, un palacio-fortaleza declarado Bien de Interés Cultural y rodeado antaño de un núcleo urbano del que hoy apenas sobreviven unas pocas viviendas.
A los pies de aquella antigua acrópolis, construida entre los siglos X y XII, los viñedos colonizan el terreno desde tiempos de los romanos. Y lo hacen en minifundios, igual que antes, sobre fértiles suelos de esquisto, pizarra, granito y arcilla, al abrigo de un clima continental con tintes mediterráneos.
Allí, los vinos ya no solo se elaboran en los lagares tradicionales de las casas. La vitivinicultura se ha convertido en toda una industria que actualmente se ha posicionado como el motor de la economía local.
Tanto es así, que el viñedo amparado por la DO Monterrei ha ido ganando terreno en los últimos tiempos y actualmente se extiende sobre una superficie de 750 has, donde operan 365 viticultores y 29 bodegas.
Y todo ello gracias al auge de la godello, muy de moda en estos momentos. En una tierra tradicionalmente de tintos, con la mencía, la merenzao, la araúxa (tempranillo), la caíño tinto y la sousón como protagonistas, las variedades blancas son ahora las estrellas. El viñedo de Monterrei está ocupado actualmente en un 70% por ellas, especialmente por la godello, que representa casi las tres cuartas partes. También conocida localmente como verdello, produce monovarietales jóvenes y con crianza sobre lías en depósitos de acero inoxidable y en barricas, fudres o ánforas.
A veces se deja acompañar de otras blancas minoritarias, como la treixadura, la dona blanca, la albariño, la loureira, la caíño blanco y la blanca de Monterrei, de la que apenas quedan vides. Combinadas en distintos porcentajes, proporcionan en algunos casos ese punto de acidez y frescura que no acaba de encontrar la godello, mientras que en otros aportan aromas a una variedad en realidad tímida en su expresión nasal.
Pese a todo, el Consejo Regulador de la DO Monterrei no quiere volverse loco. Las nuevas plantaciones se autorizan con cuentagotas, pues el objetivo principal es preservar la calidad y no devaluar los precios, como ha sucedido en otras zonas con el reciente auge de los blancos.
Así lo manifiesta Jonatás Gago, Johnny para los amigos que va ganando nada más conocerlos. El actual presidente de la DO, natural de Verín, es en realidad profesor de educación infantil, aunque lleva catando vinos de manera profesional más de media vida. Por eso sabe del esfuerzo que están realizando tanto las bodegas, autóctonas como las llegadas de otras regiones productoras. Especialmente aquellas que, como Adegas Daniel Fernández, Terras do Cigarrón (Martín Códax), Gargalo (de Roberto Verino y participada en un 25% por Terras Gauda), Triay y Ladairo, siempre están dispuestas a arrimar el hombro para la promoción de los vinos de su tierra.