Por Arantxa Noriega
Pau Roca es el primer español que lidera la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV). Para alegría del sector, tomó la dirección el 7 de enero en la sede de la OIV, en París. Durante una entrevista concedida a Vivir el Vino, nos adelantaba sus planes al frente de esta organización: mejorar el comercio internacional del vino y su percepción. Sobre los informes que recomiendan consumo cero de vino, declara que “no es la solución”, sino que hay que contemplarlo como un asunto “de educación y conducta. Esto sería como pensar que para evitar accidentes de tráfico hay que quedarse en casa sin conducir”. Además, persigue ampliar la OIV, hoy formada por 47 países, y dar entrada a otros estados -tiene en mente a China y Canadá-. Pau Roca ha sido hasta ahora el secretario general de la Federación Española de Vino (FEV), sustituido actualmente por José Luis Benítez.
Usted concretó, antes de tomar el cargo, que uno de los retos del sector era mejorar el comercio internacional de vino. ¿Qué medidas tiene previstas para lograrlo, ahora que está al frente de la OIV?
Considero que hay que mejorar la libertad de comercio en todo el mundo.Hay que superar cuestiones que limitan este tránsito –cuestiones de competencia, barreras no arancelarias-. Realmente hay mucho trabajo por hacer. El vino es un producto que está muy regulado, pero tiene un gran volumen de exportación: de cada 10 botellas, 6 cruzan la frontera. Es verdad que transita por el mundo con ‘cierta’ libertad, y digo ‘cierta’ porque no es suficiente. Durante la década de 1990, las reglas del comercio en Europa iban a ser globales y no ha sido así; nos hemos tenido que buscar la vida con acuerdos bilaterales.
En esta situación, conviene apostar por el multilateralismo y recuperar la ilusión histórica de lograr un comercio global ¿Cuál sería la función real de la organización en este asunto?
Intentar que no haya bloques que dificulten el comercio internacional del vino y facilitar los elementos necesarios para que la OIV se convierta en una referencia técnica y científica dentro del sector. El fin de la OIV es disolver bloques para lograr que el comercio del vino sea más global y fácil. Por un lado, la UE es un bloque comercial importante y se encarga del 60% de la producción de vino en el mundo. Por otro lado, existe un grupo de países que forman el Grupo Mundial del Comercio del Vino (GMCV), como es el caso de Argentina, Australia, Chile, Estados Unidos, Nueva Zelanda, y Sudáfrica entre otros, que tienen un acuerdo de reconocimiento mutuo.
Otro asunto sobre el que usted ha manifestado su intención de mejorar desde la OIV es la percepción que se tiene sobre el vino como bebida alcohólica...
Sí. Hay que diferenciar entre bebidas alcohólicas y vino. La OMS clasifica el alcohol como una enfermedad no transmisible y, en fin, esta no es la percepción que el sector del vino tiene de sus propios productos. Cuando se tiene una educación adecuada, eso implica un
comportamiento preventivo en el consumo. De tal modo que cuando surgen problemas de adicción hay que contemplarlo como una tema de educación y de conducta. La OMS y algunos estudios científicos defienden el consumo cero de vino contradiciendo a otros informes en los que hablan de sus beneficios.
¿Cuáles son los fundamentos en los que se apoya la OIV ?
El consumo cero no se contempla y no podemos plantearlo como una solución. Esto sería como pensar que para evitar accidentes de tráfico no hay que coger nunca el coche. Mire, está demostrado que el consumo del primer cigarrillo es dañino para la salud, pero el consumo de determinadas bebidas alcohólicas por determinados colectivos es perfectamente defendible. Estamos apostando por un arte de vivir, un estilo de vida, y este podemos ligarlo a la dieta mediterránea, que es preventiva. En el lado contrario, se dan conductas problemáticas
como el binge drinking, que hay que erradicar.
Pero hay informes contradictorios y el consumidor no sabe muy bien a qué atenerse...
La ciencia es una evolución continua, los datos evolucionan con el tiempo y están en investigación permanente. Soy biólogo y siempre he visto ese debate de unos estudios contra otros. No hay nada determinante. Sabemos que el alcohol es dañino para la salud en materia de cáncer, pero es muy bueno para el no envejecimiento del sistema cardiovascular. Nos olvidamos de que estamos condenamos a morir, y ante esto, solo podemos gestionar el riesgo de nuestra propia vida. Desde luego, cogemos un coche, salimos a la calle y tenemos diferentes riesgos: conducir, tomar medicinas... Y en esa gestión, hay que tener conductas
apropiadas. Por ejemplo, la templanza es una virtud que ayuda a crear esa conducta y una adecuada forma de relacionarse. El consumo cero de vino no es la solución.
La OIV está integrada por 47 países. Quizás son muchos miembros para ponerse de acuerdo a la hora de adoptar medidas. Supongo que cada uno barrerá para su casa. ¿Cúales son las controversias que más preocupan a la OIV?
Nuestro reto es precisamente evitar las controversias sobre el vino entre miembros. Hay tantas como países y como temas que se abren. Sin ir más lejos, interpretar algo en relación
al vino es ya un problema porque hay percepciones culturales diferentes. La OIV trata de poner de acuerdo a los países. Los temas técnicos son más fáciles de consensuar, pero los económicos son muy complejos. Hay muchas visiones diferentes sobre el producto y tratamos de concretar todos los puntos de vista. Hay países productores, pero también los hay consumidores. Un país consumidor aporta inquietudes que no están reñidas con las de los productores. Incluso, a veces, estas posturas son complementarias.
¿Piensan dar acogida a nuevos países en la OIV?
Sí, otro de los ejes de actuación es ampliar la OIV. Tenemos previsto dar entrada a nuevos socios en el futuro, como China. Sería muy interesante también que un país consumidor como Canadá entrara en la organización.
Como exsecretario general de la Federación Española del Vino (FEV) conoce bien cómo ha evolucionado la industria española. Hay mayor vínculo con el viñedo, alta especialización y calidad del vino. Sin embargo, casi todos los bodegueros echan en falta dos cosas: la consolidación en el exterior del vino español, y mejores precios. ¿Cómo cree usted que España puede competir fuera?
La construcción del precio del vino se fija en función de la cadena de valor de este producto. La compra de la uva, las transformaciones, la inversión, la rentabilidad de esa inversión…
En este proceso se distribuye bastante bien el beneficio. Y todo el mundo participa de él. Tiene una estructura económica atomizada, porque la marca está muy condicionada al territorio y debe haber un pacto entre productor e industria. Es un modelo idóneo y cualquier modificación
genera desequilibrios.
Pero muchos se quejan de que el precio medio que se paga fuera por el vino español es menor que el de otros países...
España va por buen camino. Nos quedaríamos muy sorprendidos de lo bien que los estamos haciendo si viéramos lo que vendemos a determinados mercados. El volumen de vino a granel es muy grande y, como esto forma parte de una media, el precio medio baja. Por el contrario, en Francia, si a la media se le quita el precio del champagne, no es para tanto. Con esto quiero decir que hay una sobreponderación. Hay que entrar en un análisis más pormenorizado. Austria lo está haciendo fenomenal; son un ejemplo de Ave Fénix. De hecho, es un sector pequeño que a pesar del gran problema de adulteración que tuvo hace 25 años, está haciéndolo muy bien. Es muy importante la imagen de un país para vender productos. Y esta se construye día a día con las noticias. El país que tenga guerras y conflictos tendrá mala imagen. La monarquía parlamentaria y una buena transición política genera buena imagen y vende más en el exterior. Gaudí, Ferran Adrià..., y lo que hacemos en las exposiciones internacionales, vende.
El objetivo de esta Oficina Internacional en 1924 fue la lucha contra el fraude del vino. Hoy este problema sigue existiendo ¿cuáles son las medidas de control para evitarlo?
El fraude se persigue con la estandarización de los métodos de análisis, ofreciendo herramientas para que los países puedan conocer los índices de fraude y actuar. Existen diferentes tipos de fraude, como el económico o el relativo a la procedencia del vino, pero para esto hay muy buenos métodos que la OIV, como organización científica, ya está anticipando.
Otra cosa es que existan países en los que se dé impunidad a estos delitos. Pero, desde luego, la OIV se anticipa al fraude y lo persigue.
Los viticultores se conciencian para luchar contra el cambio climático. ¿Qué normativas pretende fomentar desde la OIV para combatirlo? Usted ha declarado alguna vez que los cultivos ecológicos no siempre son los más sostenibles...
Resulta que nos estamos dando cuenta de que los vinos ecológicos necesitan una serie de prácticas de cultivo que no son del todo sostenibles, como el uso reiterado de sulfatos de
cobre para aplacar plagas. Al no utilizar herbicidas o pesticidas, a veces se hacen más labores en el campo y, por tanto, se dan mayores emisiones de CO2. Hay conceptos como la huella
hídrica y de CO2 que no formaban parte de este proceso de cultivo ecológico, y los tenemos que integrar. Pero tiene arreglo. El sector del vino nunca ha sido negacionista. Está muy preparado para adoptar medidas contra el cambio climático.
Si el sector del vino está preparado para adoptar medidas contra el cambio climático, ¿puede aclarar cuáles se están planteando en la OIV?
Estamos elaborando una guía de sostenibilidad y de adaptación al cambio climático que probablemente esté lista para julio de 2019. En ella incluimos medidas concretas que servirán
al sector de ayuda para el cultivo: desde la forma y lugar de plantar, hasta formas de selección clonal de vides con mayores opciones genéticas, a fin de que no se debilite la capacidad
de variedades de uva.