
Por Alberto Matos, director editorial de Vivir el Vino
Aún recuerdo el revuelo que se formó en el sector del aceite de oliva hace ya algunos años cuando Bimbo decidía lanzar al mercado su, por aquel entonces, nuevo pan de molde “100% natural”. En su formulación se incluían -igual que hoy- aceite de oliva y harina de trigo refinados. Unos ingredientes procesados, se mire por donde se mire, que a falta de regulación nacional y europea, se alejan de la definición que del término “natural” ofrece la RAE, que lo identifica con las cosas que no tienen mezcla o elaboración y que, por tanto, se encuentran en el mismo estado en el que se hallan en la naturaleza.
Pasado el tiempo, ese mismo pan con ese mismo etiquetado continúa presente en los lineales de muchos supermercados. Nada ha cambiado, pese a las protestas. Y este es solo un ejemplo entre otros muchos.
Se trata así de una situación muy diferente a la que se enfrentan en estos momentos los denominados “vinos naturales” que, a falta igualmente de regulación, no responden a una definición clara, por lo que son los propios elaboradores y, a veces, los correspondientes departamentos de marketing, quienes deciden según su criterio etiquetar sus vinos como naturales o no.
Ante este panorama, la Mesa de Coordinación de la Calidad Alimentaria del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación hacía público a finales de enero los términos de un acuerdo, alcanzado un par de meses antes, por el que deja de estar permitido el empleo de la mención “vino natural” en todos los casos. Para la adopción de esta resolución, las autoridades esgrimían que se trata de un concepto ambiguo y confuso para el consumidor, ya que ni las condiciones de elaboración ni las características del producto están consensuadas ni normalizadas.
Un argumento que ya defendió en 2020 la Dirección General para la Agricultura y Desarrollo Rural de la Comisión Europea al responder a una consulta en esta misma línea indicando que, antes de tomar ninguna determinación, se hacía necesario averiguar si el consumidor medio puede percibir que la indicación “vino natural” se refiere a un producto de mayor calidad y más saludable que el vino tradicional, y si esta expresión inducía a pensar en diferencias sustanciales entre la composición y la naturaleza de ambos tipos de vino.
A estas alturas nadie pone en duda que el derecho del consumidor a ser informado de manera clara y honesta sobre lo que está ingiriendo está por encima de todas las cosas, y el sector del vino no solo no se opone a ello sino que, desde el pasado 8 de diciembre, ya lo hace gracias a la entrada en vigor de la nueva ley de etiquetado. Sin embargo, la solución no puede ser prohibir el uso de la palabra “natural” en el etiquetado, porque este tipo de vinos -regulados o no- son una realidad. La solución pasa por regularlos y eso, de momento, parece que no va a suceder.
Tampoco parece que vayan a regular el uso de la palabra “natural” en el pan, aunque en su caso sí es posible su utilización. ¿Por qué?