Por Alberto Matos
Arriesgaron y salió bien, aunque no las tenían todas consigo. Fundada en 1775, El Grifo es la bodega más antigua de Canarias y una de las diez con más solera de toda España. Sus raíces se hunden en los cimientos volcánicos de la viticultura lanzaroteña, pero sus ramas y sus hojas crecen y se extienden atraídas por la luz de la vanguardia. Y eso se nota en sus vinos, reinterpretados por la juventud de su enólogo, Jorge Rodríguez, a quien hace apenas unos meses se unía Lorena Díaz, también enóloga e igualmente joven. Jorge ha logrado revolucionar la viticultura de la isla con unos vinos no solo apreciados en el archipiélago, sino cada vez más en la península y, poco a poco, en mercados lejanos gracias a la incesante labor de internacionalización que está desarrollando la bodega. Ahora también está revolucionando la vendimia, habitualmente programada allí para el mes de julio y adelantada este año, por primera vez en el hemisferio norte, a comienzos del mes de abril, recién terminado el invierno.
En realidad, se trataba más bien de una especie de experimento. Lanzarote tampoco es ajena a los efectos del calentamiento global, con lluvias cada vez menos frecuentes y abundantes, y olas de calor más perseverantes y duraderas. Al contrario de lo que sucede en otros lugares, donde existe la posibilidad de desplazar el viñedo a cotas más elevadas en la búsqueda de entornos más frescos, la isla de Lanzarote es agreste, pero prácticamente llana. Su techo se sitúa sobre la cumbre del pico Peñas del Cache, a una altitud de apenas 671 metros, por lo que la mayoría de los viñedos se cultivan al nivel del mar. En su caso, la única opción posible para anticiparse a los estragos del cambio climático pasa por adelantar la vendimia, y eso es algo que no se había hecho nunca antes. Hasta ahora. El Grifo dispone de viñedos propios, si bien para la elaboración de sus vinos también compra uva a viticultores locales. Uno de ellos es Paco García, propietario de una pequeña finca en la que un reducido número de cepas de Listán Blanco cede todo el protagonismo a la dominante Malvasía Volcánica. Ubicado a 143 metros de altitud, a apenas un par de kilómetros de Playa Quemada, al sureste de la isla, el viñedo disfruta allí de temperaturas algo más cálidas, al resguardo de los vientos Alisios. Por este y otros motivos fue elegido para su ensayo por la bodega de los hermanos Fermín y Juan José Otamendi.
Al principio, según confiesa el propio Paco, no estaba muy convencido, pues no confiaba en que las cosas pudieran salir del todo bien. Afortunadamente, el tiempo demostraría que sus dudas eran infundadas. La mayor parte del mosto obtenido de los algo más de 5 mil kilos de uva recogidos en la vendimia de invierno fermentaba ya en depósitos de acero inoxidable durante el viaje que nos llevó hasta la bodega a finales de abril. Otra pequeña parte lo hacía en depósitos de hormigón, con el objetivo de poder comparar resultados. Unos resultados que prometían mucho, a juzgar por la pequeña cata que también pudimos realizar y por las características que presentaba la uva. De una calidad excelente, mostraba entonces una maduración progresiva, que había dado lugar a unos grados alcohólicos más bajos, una mayor acidez y un mejor potencial de envejecimiento. Meses más tarde, ese vino ya está listo, y a la venta desde este mes de septiembre con su incomparable carácter salino, marcado por la maresía que, cada mañana, impregnó los frutos. Esta no es la única novedad que El Grifo ha presentado últimamente. A su gama de vinos, representada en la actualidad por una docena de referencias elaboradas, sobre todo, a partir de la omnipresente Malvasía Volcánica y por la Listán Negro, se suma también un vino que rinde desde su etiqueta homenaje al ya desaparecido escritor portugués José Saramago, amigo en vida de los Otamendi y merecedor de un premio Nobel de Literatura en 1998. ¡Lo catamos en nuestra sección de novedades!