



Baleares es la Comunidad Autónoma que más gastó en vino el año pasado. Un reciente estudio del Instituto Nacional de Estadística (INE), publicado el pasado mes de junio, así lo certifica. ¿Qué tiene esta tierra que no posean el resto de regiones? Los turistas tienen mucha “culpa” de estas buenas cifras, pero hay algo más. Conozcamos el milagro balear.
La Encuesta de Presupuestos Familiares fue presentada, como cada año, el pasado mes de junio por parte del Instituto Nacional de Estadística. De su edición de 2017 se desprende que Baleares es la región española donde cada persona se gasta más en vino, que los catalanes son los más cafeteros y que a los murcianos les gusta irse de cañas. Dicho sondeo también presentó datos tan curiosos como que comunidades vinícolas conocidas mundialmente como La Rioja gastan en vino bastante menos que la media. Una tendencia compartida con extremeños, castellano-manchegos, aragoneses, canarios, andaluces y murcianos. Como en todo, las estadísticas pueden tener su margen de error, que sugiere valorar estos datos con cautela. Así, el bajo consumo de Rioja, por ejemplo, puede obedecer al hecho de que en esa zona se elabora mucho vino únicamente para autoconsumo, por lo que no queda registrado en ningún sitio y resulta complicado contabilizarlo.
En cualquier caso, en esta ocasión cabe destacar la posición predominante tanto en consumo como en gasto de las Islas Baleares, ya no solo en esta, sino en muchas otras estadísticas. Tal es el caso de un reciente informe del Ministerio de Agricultura que, elaborado por la EAE Business School, da fe de que son varias las comunidades autónomas que incrementan su consumo per cápita en los hogares año tras año. En general, el gasto de vino por habitante en los hogares españoles ha experimentado un crecimiento acumulado anual del 2,4% desde 2008, habiendo pasado de 20,61 euros en ese año a 24,91 euros en 2016. Según el informe “Panorama actual y perspectiva del sector vitivinícola 2017”, Baleares es la segunda Comunidad Autónoma que más gasta en vino per cápita (37,59 euros), solo por detrás de País Vasco (41,53 euros). Algo se estará haciendo bien y, sobre todo, mucha cosas pueden aprender en el resto del país para incrementar ese consumo nacional que cae peligrosamente cada año.
Defensa de lo autóctonoTurismo, un gran invento
Con la campaña de verano a punto de arrancar, el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo avanzaba en el mes de julio que la previsión para el tercer trimestre de 2018 podría batir un nuevo récord con la llegada de 30,4 millones de turistas extranjeros, un 2,1% más que en el mismo período de 2017, y con un gasto de 34.000 millones de euros, un 4,1% superior. Una tendencia al alza que también se plasmó en Baleares, que cerró 2017 con 13,8 millones de turistas extranjeros, un 6,1% más, y un 12,2% más de gasto según los datos definitivos de la encuesta Frontur, publicada por el Instituto Nacional de Estadística (INE). España logró en 2017 batir, por quinto año consecutivo, su récord histórico en llegadas de turistas internacionales, con un registro de 81,4 millones de visitantes. Nuestro país tiene la suerte de contar todos los años con un ingente número de turistas ávidos de conocer nuestra cultura y productos. Pero, mientras en otras zonas no han hecho los deberes como es debido, en Islas Baleares no han desaprovechado su reclamo para ofrecer un turismo de calidad que ha repercutido en otros sectores, entre ellos el del vino. Para Daniel Arias, presidente de la Asociación Balear de Sumilleres (ABS), una de las principales razones obedece a que tanto restaurantes como hoteles han apostado por ofrecer un mayor nivel de exigencia, buscando un turismo de calidad (Palma de Mallorca es la ciudad con más hoteles boutique de Europa), y no solo de fiesta como ocurre en otras zonas. “Ha bajado el turismo inglés medio, a veces solo de borrachera, y ha llegado otro de mayor calidad, sobre todo nórdico”, explica. Este turismo de calidad ha sido un revulsivo, no solo para el vino sino para el resto de sectores. Muchos de estos turistas están adquiriendo su segunda residencia e incluso su propia bodega. “Han visto que el vino de Baleares gusta y es un buen negocio para vender directamente en el extranjero”. Así, encontramos bodegas como Macía Batlé, de capital francosuizo, que cuenta con la segunda finca más grande de Mallorca y otras bodegas patrias que destinan la mayor parte de su producción al mercado alemán.
Hasta hace unos años, los vinos de Rioja y Ribera del Duero eran los que más se consumían en Baleares, pero esto está cambiando poco a poco. Para el mallorquín Roberto Durán, nuestro flamante representante del Mundial de Sumilleres que se celebrará en 2019 en Bélgica, “el turismo busca la excelencia de los productos mallorquines por su singularidad y alta calidad. El cliente procura consumir productos diferentes, variedades ancestrales, un terroir que imprime su sello a fuego lento y un clima Mediterráneo responsable de esa gran concentración de aromas. En un mundo tan globalizado, ese es el secreto”. Además, es encomiable la apuesta por parte de las instituciones que defienden la singularidad del territorio. Ejemplo de ello fue la aprobación en 2016, por parte de la Consellería de Medio Ambiente, Agricultura y Pesca, la plantación de vides de la variedad autóctona Escursac, que estaba en estudio desde 2005 y que ya en el siglo XIX fue mencionada por el archiduque Luis Salvador de Austria.
Otro pilar muy importante en la defensa de lo autóctono ha sido la sumillería. “Antes, los sumilleres o jefes de sala venían solo en verano, pero ahora muchos se están quedando todo el año porque hay mucho interés tanto por parte de los turistas como de los consumidores locales”, explica Daniel Arias, el sumiller madrileño que llegó por casualidades de la vida a las islas hace 12 años y que hoy es presidente de la Asociación Balear de Sumilleres (ABS). “Cuando llegué en 2006 había 18 socios en la Asociación y ahora somos 74, con una destacada representación femenina, lo que demuestra que afortunadamente las cosas están cambiando, aunque lentamente”, concluye.
Nuevos consumidores
El consumo de vino en Baleares debe mucho al turismo, a la cultura cada vez mayor de los patrios y, también, a las propuestas que desde instituciones y bodegas se están organizando a lo largo del calendario. De este modo, podemos encontrar el Tren del Vino de Binissalem y los conciertos en diferentes bodegas como Macia Batle o Manel Bufia. Incluso, la apuesta también está dirigida a los más pequeños, por lo que no resulta extraño verlos vendimiando y, de paso, conociendo la cultura del vino. Los resultados que está consiguiendo Baleares deben dar que pensar al sector del vino. Los turistas deben acercarse más y mejor a este mundo y optar por las marcas del país en su visita a España.
La introducción del cultivo de la vid en las islas data del año 121 a.C., coincidiendo con la conquista de la isla de Mallorca por parte de Quinto Cecilio Metelo. En el siglo I a.C., Plinio el Viejo habla ya de los vinos baleáricos y los compara con los mejores de Italia. Tras la Guerra Civil Española se produce un lento retroceso en el cultivo de la vid, debido a la necesidad de obtención de otros productos agrícolas. A pesar de ello, las dos últimas décadas del siglo XX suponen para el panorama vitivinícola isleño uno de sus mejores momentos. Binissalem y Pla i Llevant son dos Denominaciones heroicas, ya que su emplazamiento les ha traído lo mejor y lo peor. Por un lado, la gran personalidad de sus vinos insulares, muy varietales. Por otro, la gran presión urbanística del turismo, que los ha convertido en auténticos defensores del terruño. Binissalem nace en 1991, mientras que Pla i Llevant se crea en 1999. Allí se elaboran principalmente blancos, rosados y tintos, todos ellos con un indudable carácter mediterráneo.
