Por Alberto Matos
Director Editorial de Vivir el Vino
Desde hace ya algunos años, cada 18 de febrero, Estados Unidos celebra su National Drink Wine Day o, lo que es lo mismo, su particular Día Nacional para Beber Vino. Se desconoce cuál es el origen exacto de esta ya consolidada tradición pero, a juzgar por las crecientes referencias online, parece contar cada vez con más seguidores. Quizás tantos como los que también se apuntan al National Crub-Stuffed Flounder Day -Día Nacional de la Platija Rellena de Cangrejo-, con el que comparte efemérides.
En otros países, como Argentina, los tributos al vino van mucho más allá. En 2013, la entonces presidenta de la nación, Cristina Fernández de Kirchner, firmaba un decreto en el que declaraba el vino “bebida nacional” y consagraba cada 24 de septiembre al Día Nacional del Vino. Este mismo gesto sería replicado en el vecino Chile apenas unos años más tarde por la ya expresidenta Michelle Bachelet quien, en su caso, proclamaba el 4 de septiembre como Día Nacional del Vino.
A este lado del Atlántico, el vino es desde hace siglos parte indisoluble de la dieta mediterránea; un estilo de vida protegido como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco que, sin embargo, aún no ha sido reconocido como se merece. Al menos en nuestro país.
La lista de Bebidas Nacionales que se aloja en una de las páginas de la versión en inglés de Wikipedia relaciona España con el vino de Jerez. Otros listados, confeccionados mediante encuestas entre lectores de revistas y blogs también del ámbito anglosajón, otorgan tal privilegio a la sangría, en la que el vino es, en cualquier caso, un ingrediente principal.
Parece que fuera lo tienen claro (al menos en apariencia): la bebida nacional de España es una que representa a un tipo de vino, el de Jerez; o a una que contiene este producto entre sus ingredientes principales, la sangría. Mientras tanto, aquí, en un país en el que el consumo se aleja todavía de las cifras deseables, muchos responderían que sí, que la cerveza es la bebida nacional.
Pero el vino es mucho más que cifras. Es un elemento sin el que nuestra idiosincrasia no podría ser entendida. Así lo perciben también los miembros de la Asociación Española de Periodistas y Escritores del Vino (AEPEV). A través de su manifiesto Vino es Cultura, que esta entidad ya hiciera público el año pasado, propone que se reconozca al vino como “elemento cultural integrador de la sociedad”. Reclama igualmente la unión del sector en defensa de la cultura del vino y de su consumo consciente, moderado y responsable para que sea declarado “bebida nacional”.
Para conseguir su objetivo, la AEPEV ha puesto en marcha una campaña en la conocida plataforma Change.org, con la que pretende recoger 2.500 firmas antes de iniciar cualquier trámite. Yo ya he firmado.