Por Jesús Rivasés
Columnista, tertuliano y escritor
El argentino Jorge Mario Bergloglio cumplía 82 años el pasado mes de diciembre. Fue elegido Papa Francisco I por el Cónclave el 13 de marzo de 2013, al frente de la Iglesia Católica. El Pontífice, sin duda, destaca - en teoría- como el más impredecible entre los últimos sucesores de San Pedro. Sin embargo, no se ha apartado ni unos milímetros de la doctrina fundamental de la Iglesia, para sorpresa de quienes esperaban algo diferente, quizás, porque en asuntos menores, como su propia residencia, introdujera cambios llamativos.
Francisco, como demuestra su encíclica Laudatio Si, es un hombre preocupado por el medio ambiente y, sin duda, por eso, hace un par de años sugirió que el vino de la Eucaristía se elaborara “natural, puro e incorrupto”. No está claro si fue un simple comentario o algo más. En cualquier caso, alguien tomó nota.
Gilberto Santucci, avispado enólogo italiano y coordinador del Instituto de Agricultura de Todi, en Umbría, decidió responder a lo que entendió como un reto papal. Santucci, ya fuera por devoción o por oportunidad de negocio, puso a trabajar a su equipo -estudiantes sobre todo-, con las uvas recogidas con ayuda de los ocupantes de los refugios -personas sin hogar- en las viñas cercanas al Instituto.
“El Papa Francisco pidió un vino natural, fruto de la vid y no alterado, elaborado con honestidad, responsabilidad y competencia”, explicó Santucci a la revista Unfiltered, afirmaciones recogidas después por Wine Spectator. Un par de años después de la sugerencia del Papa, Santucci presentó la primera cosecha de un vino que llamó Berit, “alianza”, en latín. Está elaborado con uvas Grechetto, de origen griego, aunque arraigadas en Italia hace cientos de años. Lo que es ciertamente sorprendente es que es un vino blanco, algo inusual si se destina a la consagración durante la misa.
No obstante, la Diócesis de Orvierto-Todi verifica las botellas que recibe la Iglesia pero, sin embargo, no explica oficialmente su destino. Berit llega al Vaticano desde 2016 y ahora el Instituto de Agricultura de Todi produce 2.000 medias botellas, un formato que se considera una especie de guiño a la recomendación papal. Según el propio Santucci, el vino debe estar “bien conservado y no agriado ni picado”. Berit también llega al mercado, aunque como Bottega Montecristo.
Puede considerarse un vino correcto, aunque sin pretensiones y que, por supuesto, apenas había llamado la atención más allá de su zona, reducida en producción y consumo. No consta que hayan transcendido los comentarios del Papa sobre este vino, pero sus productores se han encargado de airear su origen y de despertar cierta curiosidad. El Vaticano no explica el destino de las botellas de Berit, aunque la Diócesis de Orvierto-Todi verifica que se ha producido de acuerdo con las sugerencias papales. Tampoco existen detalles sobre la utilización o no de un vino blanco en las celebraciones litúrgicas. Históricamente, el vino de consagrar ha sido, no ya tinto, sino algo más parecido a “rancio”. En España, siempre se conoció como “vino de misa”, con un peculiar matiz algo dulce.
La Santa Sede, antes de la aparición del Berit, tenía y tiene distintos proveedores de vino, incluida, por ejemplo, la pequeña bodega familiar riojana Heras Cordón, que desde hace 17 años ha sido suministradora oficial de tres pontífices: Juan Pablo II, Benedicto XVI y, ahora, Francisco I. Al parecer, fue la desaparecida periodista Paloma Gómez Borrero quien despejó el camino de la bodega hasta el Papa en tiempos de Juan Pablo II. Hoy, las botellas de Heras
Cordón lucen el escudo de armas vaticano, que demuestra que es proveedora oficial de la Santa Sede. Además, incluye la frase “Elaborado para S.S. Francisco”. Heras Cordón envía 2.000 botellas al Vaticano de ese vino al año, elaborado con Tempranillo, Graciano y Mazuelo.
Es, sin duda, mejor que el Berit, y, por supuesto, nadie -incluidos los tres Papas- ha cuestionado que sea elaborado con “honestidad, responsabilidad y competencia”. Y como Heras Cordón, bodegas francesas, italianas y de otros países suministran vino. Berit es, simplemente, un recién llegado que ha aprovechado la oportunidad de un comentario papal. Poco más, por ahora. Y por si alguien tiene curiosidad, en la mesa del Papa, hay a diario un vino de mesa corriente italiano, como tantos que en España se venden a uno o dos euros la botella.