Por Alberto Matos, director editorial de Vivir el Vino
Del mismo modo que, en su día, la industria tabaquera se empeñó en definir el concepto de cigarrillos masculinos y femeninos mientras empleaba el mismo tabaco en su manufactura, o igual que los fabricantes de maquinillas de afeitar ahora sexualizan y venden mucho más caro un mismo producto cuando lo tiñen de rosa, ciertos reductos del sector del vino insisten en discernir entre vinos para hombres y vinos para mujeres. Y, como no podía ser de otra manera, los vinos para mujeres suelen ser habitualmente aquellos que resultan poco complejos, sin carácter y fáciles de beber.
Afortunadamente, esta manera de pensar abunda cada vez menos, sobre todo porque quien se atreve a hacer algún comentario en este sentido, no solo acapara miradas de censura y reprobación, sino que corre el riesgo de que alguien le suelte alguna fresca. Una escena de la que he podido ser testigo en alguna que otra ocasión.
Parece que por fin la igualdad ha llegado también al gusto por el vino, y que ese gusto depende ahora de las personas, no de su sexo.
O eso creíamos, porque un reciente estudio afirma haber dado respuesta a todas esas voces que reclamaban un conocimiento más profundo sobre qué tipo de vinos prefieren las mujeres -estadounidenses, en este caso- cuando acuden a un establecimiento hostelero. Una cuestión lógica, especialmente teniendo en cuenta que las féminas representan el 59% de la clientela en aquel pais y que una mayoría masculina no solo produce vino, sino que también desea conocer las preferencias de las mujeres en lo referente a ese vino que producen.
Y aunque el estudio en cuestión no desvela de manera directa los gustos de las mujeres por el vino como producto, sí pretende aportar pistas acerca de qué les seduce de su envoltorio, esencialmente de su etiquetado.
En esta línea, un grupo de investigadores de la Washington State University publicaba recientemente en el International Journal of Hospitality Management que las mujeres son más proclives a mostrar mayor interés por aquellos vinos que en sus etiquetas incluyen elementos típicamente asociados con el sexo femenino. Entre esos elementos, seleccionados por un total de 90 mujeres, se incluían imágenes de animales achuchables, retratos de otras mujeres y flores. Todas ellas vincularon con el sexo masculino imágenes de lobos y ciervos, mientras que igualmente coincidieron en calificar como neutras las imágenes de castillos y racimos de uvas.
Una segunda parte del estudio, realizada esta vez con 324 mujeres, mostró esos mismos motivos “femeninos” impresos sobre un número de botellas que se mezcló con otras etiquetadas con una iconografía distinta. Nuevamente, la mayoría se volvió a decantar por los mismos vinos.
Una tercera parte, en esta ocasión de seguimiento y protagonizada por 138 mujeres, descubrió paradójicamente que en su mayoría se inclinaban por los vinos etiquetados con elementos típicamente masculinos cuando se trataba de consumirlos.
Los investigadores atribuyeron esta discordancia a las posibles incongruencias entre las sensaciones que esperaban de los vinos “femeninos” y las sensaciones que realmente percibieron.
Y eso, en teoría, vendría a demostrar que las mujeres buscan en general determinadas sensaciones cuando consumen vino, no necesariamente relacionadas con la estética. Lo que el estudio no explica es cuáles son esas sensaciones, aunque deben ser muy parecidas a las de los hombres si lo que prefieren es beber vinos “masculinos”. Lo que está claro es que hacen falta más estudios... ¿O no?