
LACRIMA TERRAE
Sofía y Alba Atienza
Dedicadas profesionalmente al mundo de la consultoría, estas dos jóvenes hermanas han hecho del vino su verdadero motor. Tanto es así que hace tres años y medio fundaban Lacrima Terrae, una iniciativa surgida en un principio para satisfacer su curiosidad personal por este producto. “Éramos dos chicas a las que les gustaba el vino, pero nos sentíamos perdidas a la hora de consumirlo”, aclaran. “No podíamos explicar nuestros gustos, porque ni los entendíamos ni conocíamos los conceptos para referirnos a ellos”.
Tras comprobar que no eran las únicas, Alba se formó como sumiller en la Cámara de Comercio de Madrid y, poco a poco, comenzó a crear junto a su hermana el tipo de contenido formativo “con el que a nosotras nos hubiera gustado aprender”.
Para darse a conocer, acabaron abriendo una cuenta en Instagram, a la que con el paso del tiempo se han ido sumando una newsletter y alguna que otra incursión en Tik Tok y Whatsapp. Ambas sueñan con grabar sus propios podcasts, para poder contribuir, siempre en clave de humor, a derribar mitos y prejuicios y a propiciar el diálogo entre el sector y los consumidores.
De momento cuentan con su propio curso de cata online, “que ha funcionado muy bien y está recibiendo un feedback estupendo”, y ya se plantean nuevos contenidos formativos.
Su próximo objetivo pasa por montar una academia de vino, pensada “tanto para la gente que solo quiere manejar conceptos básicos con los que desenvolverse en este mundo con más seguridad y facilidad, como para todos aquellos que quieren profundizar un poco más y exprimir todo lo que el vino puede ofrecer”.
“Los profesionales del mundo del vino que más nos inspiran son los que utilizan un lenguaje cercano y sencillo”
Por Alberto Matos
En un contexto como el actual, en el que “las nuevas generaciones consumen cada vez menos alcohol y se preocupan más por su salud”, la promoción del vino en redes sociales puede suponer todo un reto. Porque, si bien es verdad que ahora disponemos de más información, “¿a quién está dirigida?, ¿nos ayuda a elegir de alguna manera?, ¿quién la transmite?, ¿está diseñada pensando en los intereses e inquietudes de los más jóvenes o más bien en lo que nos gustaría que les interesase?...”, se preguntan en Lacrima Terrae. En este sentido, los divulgadores “tenemos que hacer un poco de autocrítica” y “conseguir que los más jóvenes sientan que el vino también puede ser para ellos”.
Alba y Sofía solo pueden basarse en su experiencia, “por lo que no podemos hablar de verdades universales, pero nuestra impresión es que una de las barreras de entrada es que los jóvenes no disponen de tantas ocasiones cotidianas en las que poder probar el vino y conocer mejor sus gustos”… La realidad “nos dice que en las casas y en los planes de ocio se bebe menos vino”.
Otra posible causa, aunque no la única, es que este tipo de consumidores “dan mucha importancia a la marca que hay detrás de un vino” y, por tanto, “priorizan aquellas con las que se sienten identificados, y no tanto las de siempre, aunque tampoco van a comprar cualquiera, porque este es un ámbito en el que no se sienten seguros”.
Tampoco ayuda el hecho de que el sector demuestre “una cierta aversión a cambiar el discurso, a perder la sobriedad y a cuestionar los dogmas de consumo, como si eso restara valor al vino”. Esta actitud ha contribuido consecuentemente a que muchos consumidores piensen que “si no sabes de vino, no lo puedes disfrutar”.
Una sensación potenciada sin duda por el propio lenguaje del vino, que “a veces puede sonar un poco pomposo” y alejar al potencial consumidor.
En cualquier caso, en Lacrima Terrae son conscientes de que el del vino es un mundo muy complejo que no siempre resulta fácil comprender, mucho menos sin un guía. De hecho, “los profesionales del mundo del vino que más nos inspiran son los que utilizan un lenguaje cercano y sencillo”. Y eso es precisamente lo que hacen estas dos jóvenes promesas en un mundo dominado por hombres.
Por ello, reconocen haberse sentido bien acogidas por el sector, aunque eso no evite que a veces se perciban a sí mismas como “unas advenedizas, posiblemente más por elección que por obligación”. Un adjetivo que pese a sus connotaciones negativas les permite “estar siempre en contacto con las necesidades, prioridades y formas de entender el vino por parte de los consumidores de a pie, que son para quienes trabajamos”.
Estrategia en redes
Las hermanas Atienza abordan a sus seguidores tratando de hacerles ver que la mayoría de las personas no cuentan con grandes conocimientos sobre el vino y que, aun así, pueden llegar a disfrutarlo.
Para ello acostumbran a plantear situaciones típicas a las que se pueden enfrentar y las explican con un lenguaje que puede entender cualquiera, independientemente de sus conocimientos.
Se encuentran así con dos grandes grupos diferenciados. Por un lado, “están los consumidores ocasionales, con interés por el vino pero sin ganas de profundizar”. Por otro, “nos encontramos con los muy aficionados, que tienen interés por seguir aprendiendo, desarrollando su paladar, mejorando su criterio, descubriendo nuevos vinos y regiones…”.
Frente a estos perfiles, a las bodegas les recomiendan que “se planteen si realmente están comunicando el mensaje que quieren que llegue al público objetivo y que establezcan un factor diferencial en su comunicación”. Un consejo que puede parecer obvio, pero que tiene en cuenta que “las redes sociales tienen la particularidad de que ponen a casi todo el mundo al mismo nivel, independientemente de sus recursos”.
“Las redes sociales no son fáciles”, matizan. “No tienen una única tecla y requieren de mucha dedicación y estrategia aunque puedan parecer superficiales y espontáneas”.
Los haters y el postureo
Toda acción genera una reacción, especialmente en las redes sociales. La manera poco convencional con la que Lacrima Terrae divulga las bondades del vino no deja a nadie indiferente. La mayor parte de sus seguidores, casi 170 mil en Instagram, aplaude sus contenidos. Pero siempre hay quien traspasa los límites de la educación y el respeto para acusarlas de lanzar mensajes básicos y sin valor. Curiosamente, “son las mismas personas que suelen hacer sentirse mal a otras por no saber determinadas cosas del vino”.
Son los denominados haters y, cuando no son ofensivos, “solemos interesarnos por su postura y entablar una conversación”, hasta el punto de que “en alguna ocasión han acabado siguiéndonos”.
Es por eso que, antes de publicar nada, “siempre existe el miedo a meter la pata”. Por eso “investigamos y validamos todo el contenido para evitar cometer errores y desinformar”.
Por otra parte, “la gran mayoría de personas no sabe de vino, porque nadie les ha enseñado y porque el vino es un producto complejo, pero les han hecho creer que deben saber de vino para disfrutar y opinar”. Esta circunstancia genera “mucha inseguridad en el consumidor, que puede llegar a pensar que necesita adoptar determinadas prácticas o lenguajes para encajar y no sentirse juzgado.
“A esa actitud impostada podríamos calificarla de postureo” y suele producirse “por inseguridad”. Sin embargo, estas no son las personas que más daño hacen, sino “las que juzgan a otras por cómo deciden consumir vino… Quien te quiere ayudar a disfrutar más del vino te aconsejará sin hacerte sentir mal”.
Al fin y al cabo, el del vino guarda cierto paralelismo con el mundo del arte. “Ambos son mundos de los que se puede disfrutar sin tener conocimientos técnicos” y, en ambos casos, “cuando aprendes un poco, eres capaz de apreciar cosas que dan acceso a una nueva visión”.
Por ejemplo, “entender la configuración de los elementos de un cuadro, o lo que se quiere transmitir con la luz o los colores, hace que lo puedas valorar de otra forma, más allá de si te parece bonito o feo. Lo entiendes”. Con el vino pasa lo mismo, “cuando sabes catar y entiendes cómo se elabora un vino, puedes apreciar cosas que te hacen valorarlo de otra manera (y puede que aun así no te guste)”.
Lo que nos espera
La comunicación del vino en redes sociales todavía tiene un largo trayecto por recorrer y, a medida que las herramientas vayan evolucionando, sus posibilidades serán todavía más grandes.
“Debemos seguir perdiendo el miedo a comunicar y a transmitir el valor del vino de una manera diferente, ya sea cambiando el estilo de comunicación, el lenguaje, los formatos o los canales”, aseguran. “Cada vez vamos a ver a más creadores de contenido haciendo cosas diferentes, y cada vez vamos a ver a más bodegas apostando por este tipo de comunicación (ya sea a través de sus propias redes sociales o trabajando con diferentes creadores)”.