"Hemos provocado que los prescriptores de opinión de todo el mundo perciban la variedad Monastrell como una variedad noble que da lugar a grandes vinos"
Por Alberto Matos
Bartolomé Abellán es el enólogo y el director de Bodegas Juan Gil, pertenecientes a Grupo Viñas Familia Gil, con el que arrancó su carrera en 2003. Nacido en 1978, se licenció en ciencias químicas por la Universidad de Murcia, donde también cursó un máster en enología. Completó su formación adquiriendo experiencia en Australia, país en el que colaboró en Barrossa con Chris Ringland. En Chile recaló en Bodegas Anakena, en la región de Alto Cachapoal; y en la ciudad neozelandesa de Martinborough continuó aprendiendo gracias a Alistair. Sus vinos preferidos son aquellos elaborados con uva Monastrell, caracterizados por su alta concentración de fruta, su voluptuosidad, su sedosidad y su complejidad.
¿Por qué decidiste dedicarte a la enología? ¿Algún antecedente familiar?
Nací en Albatana, un pequeño pueblo de Albacete que forma parte de la DO Jumilla y que, además, es el pueblo natal de mi madre. Desde pequeño, la vendimia y las bodegas forman parte de mi vida. Tengo familiares que elaboraban sus propios vinos en sus bodegas artesanales y mi padre fue viticultor y comercial de vinos. Y yo mismo, para poder costearme mis estudios, lo que hacía cada verano era vendimiar o trabajar de peón de bodega, algo que quizás se ve muy raro hoy día pero que era muy normal en aquellos años. Ser bodeguero era algo que llevaba en la sangre y a lo que decidí dedicarme en cuanto comprobé que precisamente el miedo que me provocaba ver la sangre fue lo que hizo que no me dedicara a mi otra pasión: la medicina.
¿Qué representa para ti acabar trabajando como enólogo en Juan Gil, una de las bodegas más representativas de la DO Jumilla?
Mi carrera como enólogo y mi actual etapa en Juan Gil, con Miguel y Ángel Gil al frente, van de la mano. Nada más terminar la carrera se cruzó en mi vida Miguel Gil, con quien empecé a trabajar y no he dejado de aprender. Él me conocía desde crío por la relación profesional que mantenía con mi padre. El primer contacto laboral llegó con las prácticas de mi carrera, cuando él buscaba un enólogo para retomar el proyecto bodeguero de su familia. En aquel momento, los dos iniciamos el camino que nos ha llevado juntos por senderos inimaginables. Estar en un proyecto tan familiar, pero tan importante desde sus cimientos, me genera una gran satisfacción y agradecimiento a lo que me ha ido deparando el destino. Me siento orgulloso de formar parte de un proyecto que tiene un futuro enorme. He crecido y he visto crecer Juan Gil desde el comienzo de su nueva etapa como elaborador de vinos de calidad destinados a ser comercializados en botella, sintiéndome una parte importante del proyecto, algo que a veces también me ha provocado algo de vértigo cuando soy consciente de la importancia que ha tomado el proyecto actual.
Has hecho de la variedad Monastrell –originaria de la zona según el consenso general- tu variedad fetiche. ¿Qué tiene para ti esta variedad que no tengan otras?
La uva Monastrell ofrece la posibilidad de elaborar vinos con una alta concentración de fruta, voluptuosos pero sedosos y complejos al mismo tiempo, fáciles de beber, que gustan a los grandes expertos y también a los consumidores menos experimentados. La Monastrell es la única variedad empleada en la elaboración del tinto Juan Gil Etiqueta Plata y la principal del Juan Gil Etiqueta Azul, que comparte protagonismo con la Cabernet y la Syrah. El primero de ellos era elegido mejor vino tinto por la Asociación Española de Periodistas y Escritores del Vino (AEPEV), mientras que el segundo lograba colarse en el TOP 100 de la revista Wine Spectator.
En este sentido, ¿cómo ha evolucionado la percepción sobre esta variedad entre los críticos?
La recuperación de los viñedos viejos de Monastrell a lo largo de los últimos años y, sobre todo, de su clon autóctono -que en nuestro caso hemos conservado gracias a los viñedos más viejos y hemos reproducido en las plantaciones nuevas a través de nuestro propio vivero- ofrece un potencial tremendo por su perfecta aclimatación a nuestra zona de producción, consiguiendo uvas de gran calidad que dan lugar a vinos muy equilibrados. Como planteas en tu pregunta, es la única variedad que es común en todos los coupages de la gama Juan Gil, formando parte mayoritaria de los mismos. Los reconocimientos en las cosechas 2018 de los dos vinos a los que haces referencia han sido realmente importantes y muestran cómo esta variedad ha entrado a formar parte de las grandes variedades tintas de vinificación a nivel mundial. Muchos bodegueros de Jumilla, que también la trabajan muy bien, y nosotros mismos con la aportación de nuestro granito de arena, hemos provocado que los prescriptores de opinión de todo el mundo perciban la variedad Monastrell como una variedad noble que da lugar a grandes vinos de calidad, dignos de ser reconocidos entre los mejores del mundo.
¿Cuál ha sido esa misma evolución entre los consumidores?
La mejora de las técnicas de elaboración y, sobre todo, de las condiciones de mantenimiento de los vinos en las bodegas tanto en los depósitos y barricas como en los almacenes botelleros, ha hecho que los vinos elaborados con esta variedad hayan pasado de ser percibidos como poco aptos para crianzas largas y de guarda a tener una imagen absolutamente diferente de que pueden mantenerse en condiciones óptimas para su consumo durante largos periodos. Además, estas mejoras también han permitido que sea reconocida por la mayoría de los prescriptores de opinión y de los consumidores como una de las variedades más nobles que existen.
Viñas Familia Gil está presente en 10 denominaciones de origen, ¿cómo definirías tu labor en cada una de ellas?
Bueno, es una tarea apasionante que me ha permitido aprender a una velocidad increíble gracias a todo el equipo que tenemos. Creo que la mayoría de los enólogos del mundo querrían tener la oportunidad de colaborar con compañeros enólogos que elaboran uvas totalmente diferentes a las tuyas, en climas y zonas diferentes entre sí. Eso te obliga a enfrentarte a retos y, por tanto, a ampliar el conocimiento de forma insospechada. No hay máster que permita aprender así. Ser el coordinador técnico del Grupo significa que mantengo contacto directo con el resto de enólogos y enólogas del equipo, así como con los viñedos de cada una de las zonas. Mi tarea es coordinar para que todas nuestras uvas y vinos cumplan con nuestros estándares de calidad, asesorar y garantizar el cumplimiento de nuestros controles técnicos, definir el estilo junto a ellos y marcar el rumbo a seguir en cada cosecha y en el futuro.
¿En cuál de esas denominaciones de origen te ha resultado más fácil trabajar y cuál ha supuesto un mayor reto?
Bueno, en realidad en todas pasan ambas cosas. No creo que se pueda definir como más fácil, pero sí es cierto que con la que he encontrado más similitudes ha sido con la Garnacha en la zona de Calatayud. Su clima y ciertas características de esta uva discurren paralelos a los de Jumilla y la Monastrell. Y eso, en ocasiones, ha sido de ayuda. Respecto al reto más importante con el que me he encontrado, sin lugar a dudas fue elaborar la Garnacha Tintorera en la zona de Almansa. Fuimos los primeros en tener un portfolio completo de la bodega con la Garnacha Tintorera como variedad principal. En este sentido, el vino de entrada de la gama Laya cuenta con un mínimo del 70%. El resto de los vinos del portfolio de la bodega están elaborados con la variedad Garnacha Tintorera en exclusiva. De hecho, todo el mundo nos decía que era una locura y que nos terminaríamos estrellando. Esta uva no se parece en nada a ninguna de las que conozco. Es increíble y casi es un arte intentar adivinar cómo se va a comportar después en botella, pero el resultado hoy día nos ha dado la razón.
Y aunque tu formación práctica como enólogo arrancaba en el grupo bodeguero Viñas Familia Gil, también has podido conocer de primera mano la vitivinicultura de países como Australia, Chile y Nueva Zelanda. ¿Qué te aportó cada una de estas experiencias?
La realidad es que, desde el principio, en Viñas Familia Gil contamos con enólogos de otros países, precisamente para tener amplitud de miras. En todos estos lugares lo que hice fue convivir y conocer la forma de trabajar de una parte del que también es nuestro equipo en España. Hay que recordar que, al estar en distintos hemisferios pueden elaborar dos veces en el mismo año. Para mí fue una experiencia vital, me hizo conocerles y estrechar lazos más allá del trabajo, sobre todo en el caso de Chris Ringland, nuestro enólogo para El Nido, con el que estuve en su bodega en Australia y al que le debo una buena parte de mis conocimientos.
¿Cuáles son las principales diferencias en la manera de trabajar de esas zonas respecto a las de España? ¿Has incorporado alguna de esas diferencias al grupo bodeguero para el que trabaja?
Realmente esa incorporación que mencionas es parte de nuestra forma de trabajar desde los inicios. Va en nuestro ADN unir tradición y técnicas de I+D+i. Lo que he visto es que todos perseguimos lo mismo, trabajar con viñedos viejos y aplicar en ellos todo nuestro conocimiento. También podría decirte que, en muchos casos, quizás aquí vamos un poquito más adelantados.
¿Cuál es tu próximo reto? ¿Crees que se puede seguir innovando en el mundo del vino sin dejar a un lado la tradición?
Sí, sin lugar a dudas. El futuro pasa por mejorar conservando nuestra tradición. Sobre todo, conservando nuestras variedades autóctonas y nuestro viñedo viejo y, a la vez, manteniendo el espíritu de la zona y su pronunciada personalidad. Mi próximo reto, te lo comentaba al principio, pasa por conseguir la sostenibilidad en los cultivos y en las elaboraciones. Creo que muy pronto podremos lograr tener todo nuestro porfolio en ecológico y eso, hablando de diez zonas vitivinícolas tan diferentes, es un reto apasionante.
Cualquier momento es bueno si la compañía lo es.
El Término de Arriba, en Jumilla
Uno de buena comida casera.
Gazpacho jumillano y Juan Gil Plata.
Familia y amigos, celebración y alegría.