El suelo
La vid es un arbusto de gran resistencia y es capaz de subsistir en condiciones de clima y suelo adversas. Los suelos ideales para la vid son aquellos que mantienen unos huecos que permitan la aireación y respiración de las raíces. Son adecuadas las estructuras de suelo en las que la arena, el limo y la arcilla están en proporciones equilibradas. Se denominan estructuras de suelo francas. Dependiendo del contenido de cada una de ellas se denominan franco-arenosas, franco-limosas etc.
En condiciones de escasa pluviometría, las raíces de las cepas ahondan en el suelo en busca de agua, encontrándose raíces hasta 20 m de profundidad. El suelo es el que aporta los nutrientes a la planta y es muy común que los destinados a viña sean de fertilidad escasa. Los que tienen mucho contenido en materia orgánica son de gran fertilidad, dan gran producción de fruto, pero no necesariamente alta calidad.
Ciertos componentes como el hierro tienen consecuencias negativas en los vinos, así como los terrenos salinos o los excesos de nitrógeno. Lo mismo ocurre con las carencias de ciertos componentes como potasio, calcio o fósforo, que afectan negativamente a la calidad del vino. Es necesario hacer un mapa de suelo y un estudio de fertilidad antes de comenzar una nueva plantación.
El clima
La vid es una planta que puede desarrollarse en distintos tipos de clima. Dependiendo de donde se cultive, su fruto tendrá unas características u otras. Las temperaturas afectan al desarrollo y a las diferentes etapas del ciclo vegetativo de la vid. Las diferencias térmicas son muy importantes para la formación de los polifenoles, para el equilibrio y la maduración.
Si en verano las temperaturas son muy altas, los vinos son más alcohólicos y la acidez es más precaria. Por el contrario, si las temperaturas son bajas se dificulta la maduración de la uva. El clima ideal para el desarrollo de la uva es el templado, con lluvias moderadas.
Como en casi todos los cultivos, fenómenos climatológicos como las heladas, el viento (sobre todo si es fuerte y frío) y el granizo dañan la planta y también su fruto.
Las precipitaciones
Un exceso de agua perjudica a la viña, ya que incide en la aireación de las raíces y provoca ataques de hongos, muy favorecidos también por el exceso de niebla, un factor muy habitual en las cercanías de los ríos. El mejor momento para las lluvias es el del reposo invernal.
En ciertos climas continentales de nuestro país, una grave lacra son las heladas tardías que destrozan los jóvenes pámpanos disminuyendo seriamente la cosecha. Lo ideal es que las heladas se produzcan durante el reposo invernal, período en el que la vid puede soportar temperaturas bajo cero.
Los microclimas
Dentro de cada región y con escasos kilómetros de diferencia se dan distintos microclimas que pueden favorecer o perjudicar el cultivo de la vid. La orografía, la orientación y, por ende, la exposición solar condicionan un microclima determinado. Son bien conocidas las diferencias entre la cara norte o sur de una misma montaña. También hay diferencias entre valles y mesetas. Estos microclimas condicionan la variedad de uva a plantar.