Por Jesús Rivasés
Columnista, tertuliano y escritor
Las cosechas de vino en 2018 han sido excepcionales, en todo el mundo. No hay precedentes próximos y, por supuesto, mucho tiene que ver con las condiciones climáticas. Ha habido grandes cosechas en la historia, pero quizá nunca habían coincidido campañas tan magníficas en Europa, Estados Unidos, Chile, Argentina y, también, en Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica. España y Francia, en cualquier caso, han batido casi todos los récords, ya que la producción subió un 30% y un 25%, respectivamente, hasta los 41 millones de hectolitros en España y los 48 millones en Francia. Italia, por su parte, se ha situado en cabeza de la producción mundial, con un total de 48,5 millones de hectolitros y un crecimiento del 16%. Las producciones americanas y del Cono Sur no arrojan datos tan espectaculares, pero también han aumentado de forma significativa.
Los mercados, por lo tanto, deberían estar -y de hecho lo estarán- inundados de vino y eso significa que los precios al por mayor soportarán muchas presiones a la baja, como dirían los expertos. En pocas palabras, los precios pueden desplomarse, algo en lo que también influirá el continuado pero permanente descenso del consumo en los principales mercados interiores, como pueden ser el español, italiano y francés. El consumo mantiene un alza imparable en otros lugares, como por ejemplo China, pero está concentrado en vino de alta calidad y, en cualquier caso, todavía falta mucho tiempo para que las cifras del país asiático sean comparables con las europeas. El futuro del vino también pasa por China, pero no para los excedentes de producción europeos de menor calidad.
La gran cosecha de 2018 provocará dolor de cabeza a muchos productores españoles, sobre todo, a los grandes productores- vendedores de granel, que exportan una gran parte de su cosecha a otros países de la Unión Europea. Los vinos españoles al por mayor compiten, sobre todo, en precio, pero este año Francia e Italia reducirán notablemente sus precios y, entonces, el vino español tendrá menor salida. La competencia italiana será feroz. En 2017, los bodegueros españoles consiguieron un precio medio de 1,22 euros por litro; mientras que los italianos percibían 2,73, y ambos a distancias siderales de los franceses, que vendían su vino a una media de 6 euros el litro. Galos y transalpinos rebajarán sus precios, pero el de los franceses todavía estará muy lejos del español. Afectará a las ventas, pero no será determinante. Los italianos, por el contrario, pueden acercar sus precios a los españoles y eso sí podría ser dramático para los exportadores nacionales, porque ellos apenas carecen ya de margen para competir por precio en el caso de los graneles.
Las alternativas, mil y una veces planteadas, pasan por seguir adelante en la transformación gradual del negocio del “granel” en otro de exportación de vino embotellado, de más calidad, y también con un precio mayor. Las exportaciones de granel, de hecho, pudieron bajar en 2018 un 15% o 16% con respecto al año anterior. El problema es que, ahora, con tamaños excedentes mundiales y, sobre todo europeos, el crecimiento se complica. La calidad, el trabajo y el marketing adecuado, sin embargo, casi siempre suelen dar buenos resultados. Las cosechas crecen y el consumo de vino no aumenta lo previsto. Sin embargo, los precios de los vinos de Borgoña se han duplicado en los dos últimos años, según el índice Liv-ex (el Ibex londinense de los vinos), y la demanda no se reduce, sino todo lo contrario, como constataba la crítica Jancis Robinson tras la Semana del Borgoña de Londres (Burgundy Week), celebrada la segunda semana de enero. Todavía más, algunos de los vinos más importantes que iban a ser presentados en ese escaparate mundial ya habían sido vendidos el
viernes anterior, sin que muchos aficionados que esperaban la ocasión tuvieran la oportunidad, no ya de probarlos, sino de adquirirlos. Borgoña, sin duda, puede ser considerado un caso especial. De hecho, muchos de los vinos más famosos, más caros y considerados unánimemente como los mejores, proceden de Borgoña, tanto en blancos -tienen pocos rivales de sus características- como en tintos, lo que no desmerece a los competidores, ya sean franceses, italianos, españoles o de cualquier parte del mundo.