Por Santiago, Jordi, elaborador y presidente de la Unión Internacional de Enólogos
El año acaba de manera triste, y más después de conocer el fatídico fallecimiento de Pau Roca, probablemente el español con mayor influencia en el panorama vitivinícola mundial.
No en vano, Roca era el director general de la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), que el próximo año celebrará su primer siglo de vida como el principal foro de debate internacional, en el que los mejores expertos analizan cualquier aspecto, técnico o científico, relacionado con el cultivo de la viña y la producción de vino.
Pau se ha marchado escasos días antes de ser relevado de su cargo como director general de esta institución, papel que asumió el 1 de enero de 2019. Se despedía en el último congreso de la OIV, que tenía lugar en Jerez de la Frontera el pasado mes de mayo. Y allí, tras hacer un repaso al trabajo realizado durante su legislatura, recibió el cálido e intenso aplauso unánime de los presentes.
Pero ese solo fue el pináculo de una carrera que, en su mayor parte -27 años para ser exactos-, discurrió al frente del secretariado general de la Federación Española del Vino (FEV). Durante todo este tiempo, el catalán contribuyó de manera notable a hacer del sector del vino un sector pionero, dinámico y competitivo, así como a generar valor y proporcionar rentabilidad mediante unas técnicas que serían imitadas por otros sectores de la industria agroalimentaria, incluso en otros países.
En un plano más personal, he de reconocer que mi relación con Pau experimentó, sobre todo al principio, muchos altibajos y desencuentros. Por aquel entonces yo era el presidente de la Federación Nacional de Asociaciones de Enólogos y reclamábamos un mayor protagonismo como voz autorizada e independiente en foros administrativos de base técnica y científica sobre temas referentes a la producción, ya que nos sentíamos legitimados para ello. Sin embargo, para la FEV, los enólogos éramos los trabajadores cualificados de las bodegas y, en su opinión, ya estábamos representados por la patronal, donde la voz cantante la llevaban los empresarios.
Nos vimos por última vez precisamente en el congreso de la OIV de Jerez, donde se designó a sus sucesores. Allí pudimos hablar y acordar sentarnos para debatir sobre cómo, según su experiencia, el enólogo puede ganar peso en las estructuras administrativas del sector una vez reconvertidos los estatutos corporativos de las asociaciones de enología.
Aunque ya no tendremos esa reunión, Pau me dio a entender que estábamos en el camino correcto para seguir avanzando en el corporativismo profesional. Y eso, viniendo de él, me sirve de mucho en mi gestión como presidente de la Unión Internacional de Enología (UIOe).
Pau se marchó siendo aún joven, con un bagaje incuestionable a favor del vino y de la marca España. Fue líder y referente, y siempre tendremos mucho que agradecerle. En nombre de la Unión Internacional de Enología, en el de todos los compañeros profesionales del mundo del vino y en el mío propio, elogiamos tu dedicación y deseamos que descanses en paz. Buen viaje y buenos vinos.