
Por Jesús Rivasés, columnista, tertuliano y escritor
El origen del vino se pierde en la noche de los tiempos, pero una de las teorías más admitidas apunta hacia Oriente Medio y, para más exactitud, a la zona que ahora ocupan Siria, Líbano, Turquía e incluso Iraq. Está documentado que allí había viñas y se hacía vino hace milenios. En tiempos del Imperio Romano, los vinos de Siria/Turquía se exportaban a todos los confines del mundo conocido. Los poetas abasíes cantaron sus excelencias y, más allá de las prohibiciones religiosas del Islam, en árabe hay más de sesenta expresiones/apelaciones diferentes para referirse al vino. Es muy poco conocido, pero el califa omeya Wlid Ibn Yazid fue uno de los primeros poetas árabes en dedicar un poema completo al vino.
Muchos lo consideran el precursor de Abu Nuwás (742-815, más o menos), nacido en Ahvaz (Irán), considerado como uno de los más grandes poetas en lengua árabe y cuyo “Cantar del vino” es una de sus principales obras. Nuwás disfrutó –y cantó sus excelencias- todos los vinos de su época y, por supuesto, los turcos. La prohibición islámica era entonces más flexible en su origen de lo que defienden sus seguidores. Lo que no estaba permitido -y sí perseguido- era la embriaguez.
Turquía, en el siglo XX, estuvo a la cabeza de la permisividad con el vino en el mundo de influencia islámica. Incluso en el último tercio del siglo XX hubo una especie de “renacimiento” o pequeño “boom”, que quizá alcanzó su punto más alto a mediados de los años 90 de la pasada centuria. Entonces, los vinos turcos no eran muy originales, porque procedían de versiones y adaptaciones turcas de uvas como Cabernet Sauvignon, Merlot y Chardonnay. Sin embargo, ahí estaban e incluso surgieron una serie de bodegas “boutique”. Todo ha cambiado mucho y ahora, bajo el régimen autocrático de inspiración islámica de Erdogan, el vino en Turquía vive una etapa oscura. A pesar de todo, hay casi 200 productores de vino en el país, que corren todo tipo de riesgos, sobre todo financieros, ya que si lo que elaboran es para venta deben tener millones de liras turcas disponibles para hacer frente a posibles multas y nuevos impuestos.
Turquía, aunque también es poco conocida, mantiene todavía la quinta superficie mundial de vid. No obstante, entre 2018 y 2022, el país perdió más de 38.000 hectáreas de viñedos, que es más o menos la superficie de viñedos que hay en Nueva Zelanda. Eso sí, de esas grandes extensiones de viñedos, apenas un 3% producen uvas que luego se destinan a la elaboración de vino. A pesar de todo, Jancis Robinson, la famosa “master of wine”, crítica del Financial Times, ha contado cómo, tras participar en una conferencia/cata semiprivada, descubrió que llegan a comercializarse hasta más de medio centenar de vinos turcos, elaborados con 31 clases de uvas diferentes. Incluso existe una organización, la Heritage Vines of Turkey, dedicada a mantener e impulsar –hasta donde es posible- las uvas y los vinos turcos. Y las dificultades no son menores. En mayo estaba prevista la celebración de una importante feria del vino en Estambul, pero fue cancelada cuando el organizador no logró obtener el permiso necesario para un evento que incluía servir vino.
Los vinos turcos son casi más difíciles de conseguir fuera del país, ya que apenas el 3% de la producción se exporta por el ridículo valor total de unos 10 millones de euros. Casi todo se envía a los Estados Unidos y al Reino Unido (Londres, claro). Son vinos, como explica Robinson, elaborados a partir de vides arbóreas, fermentados en recipientes de hormigón –las barricas de madera están medio prohibidas- que tienen un cierto parecido a los Riesling. Dentro y fuera de Turquía, los vinos turcos más accesibles –más por facilidad que por precio- son los de las bodegas Doluca, Kavaliklidere, Kayra, Pamukkale y Sevilen.
No son vinos espectaculares, claro, pero sí originales y que, por ahora, tienen su interés como curiosidad. Son eso sí, sin ningún género de dudas, vinos de héroes, porque hay que tener madera de héroe no ya para beber –que es difícil pero posible-, sino para producir vino en Turquía. Héroes que hay preservar y a los que hay que homenajear y a los que el gran Abu Nuwás, en la cima de la poesía árabe, habría cantado.