Por Manuel Herrera
EL VINO DE LA AMISTAD
Acabo este escrito en homenaje a mis Amigos al otro lado del charco. Entre rascacielos rememoro nuestro día por los llanos de La Mancha. Busco un título… “Sultanes del Vino”, pensaba llamarlo, pero ellos me lo pusieron todo muy fácil. Sin darme cuenta, el más rockero de los dos me lo había dado…
Cumple nuestra amistad más de cuarto de siglo. Esta pareja de dos es de las que da igual que veas solo un par de veces al año. Sabes que están ahí y, además, lo bueno que tiene el vino son los recuerdos. Ya no del vino en sí, sino de con quién lo has tomado. Y yo con ellos he tenido la suerte y el honor de tomar unos cuantos. No se puede pasar mejor día entonces, y más en su territorio, en su salsa, en su ilustre pueblo de Villatobas, en plena Mancha.
Me marcan la ruta, que yo bien conozco, porque esa tierra tiene mucho vino y nobles pueblos que lo elaboran, y yo soy medio manchego. Ya en el trayecto empiezan la conversación y las anécdotas. Custodio lleva la batuta y dirige. Luis, al que le gusta la música clásica, es el “concertino”. O sea, primer violín. Y afina. Vaya si afina.
Yo conduzco y a veces me dejan, generosos, sin que haga falta “tararearles” algo, pero soy el humilde chofer de estos dos artistas y más vale escuchar sus melodías.
Sin darnos cuenta llegamos a la Cooperativa de Villatobas. El director de orquesta y su cómplice habían preparado el plan completo. Y así empieza el concierto. El público participa, como en la marcha Radetzky de año nuevo, y les dan palmas por donde quiera que pasan. Saludos, abrazos. “¿Y tú de quién eres?”. “Yo soy menganito, el primo del Tío Catarros, el que vivía enfrente de tu casa”. Y así, paseando por una Cooperativa que sigue haciendo millones de litros de vino, catamos en visita de médico -gracias, Jesús Ángel- algunos de sus buenos vinos, coincidiendo en que es realmente rico y elegante su blanco de Airén con un toque de Macabeo. Como esos que tomaban Buñuel, Lorca y Dalí fundando con blanco de Yepes la Orden de Toledo en la Venta de Aires.
Continuamos y solo me piden una cosa. “Por favor, no entremos a ningún bar en el pueblo. Si entramos, no salimos…”. Y así, medio de imposible incógnito, paseamos. Pasamos por la casa que Luis tiene en el pueblo. Les hago una foto en la plaza que homenajea a las patirrojas manchegas. Esas que van a peón entre las viñas con sus pitotos. Ellos dos hablan: “Por ahí estaba la escuela…”, dice Luis. “Me acuerdo del Tío Basiliso, que me llevaba de la mano al colegio…
Ya ha cerrado la pescadería de la Carmina, nacimos en la misma casa…”, dice Custodio. Y llegamos al local, que en su día fue la Taberna Zamarra de sus abuelos, Custodia y Valentín. Custodio recuerda, siendo muy chaval, anécdota tras anécdota, y sorprende que te lo cuente como si todo siguiera exactamente en su sitio. Enfrente señala un solar donde estaba la casa en la que vivía y, saliendo del pueblo, a la que se cambiaron años más tarde. Y así me llevan a unos jardines, antiguamente fuente y abrevadero de animales, donde cuenta Custodio que le tiró un caballo dándose tremenda… Y que ahora, año tras año, en un escenario, donde esta pareja que vale mucho más que dos, da al alimón multitudinarias catas populares, como estrellas del rock. Al volver, interesante parada y buena conversación con tres hombres mayores en un banco, barbilla apoyada en garrota, como debe ser; luego otros dos antes de llegar al coche, mirando con miedo a un bar a pocos metros… Emocionado por el cariño y los recuerdos que se desprenden de cada frase, nos esperan en una bodega en la que, con más anécdotas, magníficos vinos y un aperitivo, nos reciben los hermanos Paloma y Jerónimo. Grandes vinos ahora y en el futuro son los de esta bodega Corpus del Muni, donde tenemos ya pendiente una comida con más tiempo.
Desde allí, un bonito paisaje ondulado de muchas viñas y algo de labor nos lleva a Villacañas.
La comida, durante la que charlamos de todo, se desarrolló en el Montes. La familia adora a Luis y a Custodio. Gachas y escabeches memorables. Vinos de la Tierra que sorprenden. Mis preguntas son secundarias, Custodio me dice: “De vino que hable Luis, que yo no tengo ni pajolera idea”. El cariño y la “amabilidad y sonrisa” que Custodio pregona en este duro oficio cara al público nos la regalaron infinitas Loli, Amparo, Mari y sus hijos, y Pascual.
Y así “Entrevinos” (como aquella Taberna de Madrid que lo es, donde conocí a Luis con otros ilustres, y a otro amigo Luis q.e.p.d y en la que hacíamos unas magníficas catas allá por el 98), anécdotas y fotos, nos despedimos. Al comenzar el viaje de vuelta, donde siguió la charla y su música, de muchos nombres del vino allá por los años del INDO y la Escuela de Agrónomos, Custodio sentencia: “¿Hay algo más bonito en la vida que servir a los demás? Miro a Luis por el espejo y nos sonreímos…
LUIS GARCÍA DE LA NAVARRA
CUSTODIO LÓPEZ ZAMARRA
Ha sido presidente de sumilleres y director de catas en las más importantes publicaciones, incluyendo esta… Y cada día es más humilde, lo que le hace muy grande.
Pasó por los mejores restaurantes, como Príncipe de Viana, El Amparo -donde recuerda a Luismi- en Aldaba muchos años y, desde hace tiempo, su Vinoteca es de lo mejor de España.
Es un tío cariñoso y amigo de sus amigos. Buena memoria. No responde a algunas de mis preguntas, en parte por timidez, pero mayormente porque dice que aprende más escuchando a Custodio, al que considera -porque lo es- su padrino en el vino. Y a quien a su padrino se parece, honra merece.
Es más de música clásica y vinos finos y elegantes, como él. La vida le dio el golpe más duro al perder a su amor, María José, que a él y a sus hijos Izan y Héctor cuida desde el cielo. Además, es el mejor padre del mundo. ¡Qué más se puede decir de ti querido amigo!
Que vuelvan esas catas, con la mesa llena de copas, y disfrutemos de muchos vinos juntos.
Ya se lo cantaban a un Papa, ahora santo, y a él también le quiere todo el mundo. Es el Maestro. Ya lo han dicho todo de él. Es un gran amigo; nunca falla. Se jubilaba hace unos años del Zalacaín de sus amores, donde empezó con los vinos casi de casualidad, pero no. No para. Ha dado de beber a reyes y villanos sin perder su virtud, como decía Kipling.
Le gusta el flamenco, el buen cante de Farina y de Machín, el cual suena en su teléfono cuando le llaman.
Con un Jerez siempre mejor. Te sorprende a cada momento porque le va la marcha mucho más de lo que parece y le gusta el rock and roll y te da lecciones de música también.
Habla de sus nietas, Lucía y Marian, con devoción. Son “mis corazones”, dice él. Tuve el honor de darle un premio con el nombre de mi padre, su amigo Pascual Herrera.
Poco más se puede decir del mejor, el que ha ordenado las bodegas de la gente más importante que podamos imaginar y que ahora son sus amigos; pero yo me quedo con dar de cenar y beber a los Rolling Stones. Los viejos rockeros nunca mueren…
Nos vemos pronto
Y así acaba esta historia de un magnífico día, con altas dosis de emoción, sabiduría, sencillez y humildad; cosas difíciles de encontrar en los tiempos que corren. Ojalá pudieran ver todas las fotos que hicimos. Cualquier vino mejora enormemente si lo tomas con ellos. Son pura intuición. Soy un privilegiado por haber podido juntar a estos dos genios manchegos del vino en su tierra. ¿Y el título entonces? En la sobremesa, Custodio dedicó a la Familia Montes un libro de cabecera, “33 años en Zalacaín“, que tenían como tesoro. Dibujando una copa de vino, la dedicatoria rezaba: “El Vino de la Amistad”. ¿Hay algún vino mejor, maestros? No digo que me lo mejoren. Iguálenmelo.
Buena vendimia y mejor vino a todos.
.