Por Manuel Herrera
LA VIÑA DE LA VIDA
No habían puesto las calles cuando salí de Madrid y, al poco de amanecer, ya estaba en ruta con mi querido Jesús dirección Cariñena, al encuentro de su hijo Jorge. Al llegar a Almonacid de la Sierra tuve la sensación de haber estado ya allí, de estar en casa… Hacía un día magnífico, de aire limpio y colores de otoño. Puntual llegó al esperado encuentro con una gran sonrisa don Jorge Navascués. Genio y figura...
Podía copiar para título de este escrito el de varias películas. “El río de la vida”, me vino a la cabeza; también “Leyendas de pasión”…, y Jorge no es Brad, pero en los vinos, sí. También podía llamarse “Sueños de un seductor”… Perdón, de dos seductores.
Nada más subirnos los tres al coche de Jorge empezó lo bueno: viñas viejas de garnachas y macabeos, y un primer titular: “Para que haya viñas viejas tiene que haber viñas nuevas: no solo se trata de cuidar las viejas y mantener un legado, sino de dejar a los que vengan algo nuestro…”. Ahí va eso. Jesús escuchaba a Jorge orgulloso estas y otras reflexiones mientras íbamos “escalando” metros. La Sierra de Algairén estaba preciosa, con una luz especial y diferentes suelos en poca distancia, predominando pizarras en pequeñas lajas y otros majuelos con más canto rodado. Olivos y almendros en pequeñas parcelas. Alguna viña abandonada. Casi todas sus viñas mirando al norte…
Decía Coenraad Vermaak , un gran cazador blanco, que por sus andares ya conocía al cazador nada más bajarse del jeep. Al bajarse Jesús y acercarse a ver una de las viñas y la manera de tocar -más bien de acariciar las cepas- me recordó a un gran amigo suyo. Mi padre.
Las vistas desde la sierra en un día claro son un espectáculo. Sobraban las palabras. Seguíamos subiendo hacia donde aparece una mancha azul en una ladera mirando al norte, asomada a un barranco. Los protectores de la recién plantada viña de garnachas de los Navascués pintaban en azules la ladera. Emocionante es la palabra.
Dejamos a Jesús preparando los vinos para la cata y revisando los vinos nuevos que estaban terminando. Jorge me lleva a ver nacer otro sueño. Es un gran privilegio ver desde el principio un proyecto que, aunque lleva años, empieza en la que será una pequeña y encantadora bodega que van a rehabilitar en el pueblo. Todo medido. Todo bien pensando. El sueño de Jorge, que me dice: “Manolito, donde esté mi padre, ahí voy a estar yo, y donde esté yo, ahí va a estar mi padre, porque lo es todo para mí”. Al rato subimos a lo más alto, a un sitio mágico y secreto que solo Jorge conoce y donde me cuenta que su sueño sigue en esas terrazas y que esa sierra era y es su vida, donde más ha paseado y disfrutado del campo con sus perros desde chico, donde más ha subido y bajado cuestas con su bici, porque no solo hace cientos de miles de kilómetros en coche dirigiendo Pago de Aylés, Viña Zorzal o Contino, y su también proyecto en Valdeorras… Hace muchos en bici, está en forma. El “águila de Cariñena” no para de pedalear y no va a parar nunca. Y allí, de esa viña, seguro que va a salir uno de los mejores vinos de España en unos años, y lo disfrutaremos juntos.
JORGE NAVASCUÉS HABA
JESÚS NAVASCUÉS GÓMEZ
Un perfeccionista y trabajador incansable, pero con mucho arte. Le gusta el toreo y el flamenco. Sería un torero “de duende”, seguro. Me habla de Luque y ya le veo haciendo unas “luquesinas”. Toca bien las palmas, porque lo de cantar estando su padre tiene competencia y lo de “recortar” ya lo hace su hijo Álvaro.
Le apasiona la bicicleta y cuando le pregunto por quién ha sido su ídolo del pedal saca una sonrisa de chico malo y me nombra a Marco Pantani. El Pirata…
Tiene una familia maravillosa y presume de ello a cada rato. Ha sido padre hace poco, de su tercer hijo, que dice que le ha vuelto a renovar la vida. Está feliz, es feliz y yo me alegro mucho. Seguro que dentro de poco Jorge junior estará vendimiando esa Viña de la Vida recién plantada…
Hace unos vinos finos, elegantes y con hondura, que me gustan especialmente por muchos motivos. Hasta los siento un poco míos, pero el motivo más importante es la amistad, la que tendremos siempre como prometí a su madre, María Amparo, que es un amor.
Un Maestro. Un sabio. Un gran amigo. Ahora soy yo su guardia pretoriana, si él me deja. Ha colaborado con los mejores y ha ayudado a mucha gente. Somontano le debe mucho. Aragonés por los cuatro costados y mago de Fuendejalón, que es Campo de Borja. Canta jotas una barbaridad de bien. Colecciona libros antiguos de vinos y disfruta mucho con ellos. Yo tuve el honor de regalarle uno que mi padre regaló a mi abuelo hace mucho… También colecciona vinos antiguos en una bodeguita, en su pueblo. Presume de nietos, Pablo y Lucas, de su hijo Mariano. Y Álvaro, Sara y el pequeño Jorge, del rey del pedal. A sus 74 me confiesa que sigue teniendo el sueño y las ganas de hacer un vino por su cuenta, después de los que ha hecho para muchos en Rioja, Somontano, Calatayud, Campo de Borja, Cariñena, Navarra, Tacoronte-Acentejo, Alto Gállego, Cinca, Bajo Aragón… Yo creo que debería arrimarse al Duero y cambiar de río para una penúltima obra de arte… El vino con el que él sueña, lo soñamos todos sus amigos...
Poco más se puede decir del mejor, el que ha ordenado las bodegas de la gente más importante que podamos imaginar y que ahora son sus amigos; pero yo me quedo con dar de cenar y beber a los Rolling Stones. Los viejos rockeros nunca mueren…
Catando sus vinos
Y así llegamos a catar sus vinos, Cutio Macabeo y Cutio Garnacha, que sorprenden en su nivel de precio por una complejidad y una honestidad de vinos muy serios para un primer escalón.
Mancuso son palabras mayores, con un toquecito de Cariñena a la Garnacha. Mas de Mancuso Macabeo y Mas de Mancuso Garnacha son unos vinazos. Gloria bendita. Y así terminamos con unas gambitas rojas del Jalón y unas costillitas de ternasco con sus vinos y una botellica de Champagne, a lo que invitó don Jesús.
Difícil de mejorar… Antes de mi vuelta fui a saludar y a rezarle a la Virgen del Pilar, que ya tocaba. Paz, salud, amor y vino para todos.
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