Por Alberto Matos
Con una superficie de viñedo un 10% inferior a la que actualmente controla la DOCa Rioja, la vitivinicultura húngara disfruta hoy de una merecida prosperidad tras haber sorteado con éxito todo tipo de escollos históricos. El Tokaj es, sin duda alguna, el vino nacional más representativo. Conocido en todo el mundo, ha sabido seducir con su inconfundible personalidad a las casas reales europeas y a bodegas tan emblemáticas como la española Vega Sicilia, que produce y comercializa su propia etiqueta.
Como ocurre en la mayor parte del continente europeo, los orígenes de la vitivinicultura en Hungría se remontan también a tiempos del Imperio Romano, cuando el área geográfica que actualmente ocupa este país se repartía entre las provincias de Dacia y Pannonia. Con el devenir de los siglos, esta actividad sufriría diferentes y pronunciados varapalos, como las invasiones mongola, en 1241, y otomana, tres siglos después. O como la devastación provocada por la filoxera, en la década de 1870, o la llegada del comunismo en 1947.
Una historia marcada por los más variopintos contratiempos que, de alguna manera, se intentaban contrarrestar con iniciativas como la que puso en marcha el rey Bela IV, en el siglo XIII, por la que atrajo hasta sus dominios a inmigrantes especializados en vitivinicultura; o aquella ley del siglo XVII que regulaba, por primera vez en el mundo, esta práctica agrícola.
Sin embargo, no sería hasta la segunda mitad del pasado siglo XX cuando los trabajos realizados por Feren Király (1911-1982) en el Instituto de Investigación para la Viticultura y la Enología de Hungría definieran el actual perfil de la vitivinicultura del país. Los excelentes resultados que este ingeniero agrónomo cosechó, sobre todo en el campo de la hibridación, propiciaron la aparición de nuevas variedades de uva que, como la Vulcanus, la Zeusz, la Zéta y la Rózsakö, consiguieron adaptarse a las particulares condiciones del entorno y ofrecer a cambio frutos de maduración temprana, con una elevada acidez y un alto contenido en azúcares.
Tokaj, emblema de la enología húngara
A pesar de la reducida superficie que dedica a la producción de vino, Hungría es internacionalmente conocida por su famoso Tokaj. Este vino aparece ya referenciado en diversos escritos del siglo XV, aunque no sería hasta tres siglos más tarde cuando el monarca francés Luis XIV lo popularizara en su corte y, consecuentemente, en el resto de cortes europeas. Su nombre podría traducirse literalmente como “procedente de Tokaj-Hegyalja“, una región al nordeste del país que, con sus apenas 5.500 hectáreas, está constituida desde 1757 como el primer sistema de denominación de origen del mundo. Esta singularidad, sumada a otras tantas, le valió el reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2002.
El Tokaj también es pionero por su método de elaboración a partir de uvas afectadas por la denominada “podredumbre noble“ o Botrytis cinerea, un hongo patógeno que elimina el agua de las uvas, dejando un alto porcentaje de sólidos, como ácidos frutales, azúcares y minerales, que dan lugar a un producto más concentrado e intenso. En su elaboración, actualmente solo están autorizadas cuatro variedades distintas de uva, cada una de ellas con su propia personalidad:
Furmint: Considerada el buque insignia de las variedades húngaras, suele madurar tarde y proporcionar unos aromas frutales frescos, una acidez elevada y un grado de alcohol significativo. A día de hoy todavía se debate sobre su idoneidad para el envejecimiento en barrica.
Hárslevelü: Su nombre se traduce literalmente por “hoja de tilo“, porque las suyas recuerdan a las de este árbol. Cultivada por todo el país, esta uva es de maduración tardía y proporciona granos gordos y vinos aromáticos con delicados aromas melosos que recuerdan a la flor de sauco.
Sárgamuskotály: Conocida también como Moscatel Amarillo, es una de las variedades de uva lás antiguas de Europa. Procedente de Francia, presenta una acidez media y un contenido moderado de azúcar, dando como resultado unos vinos de aromas muy frutales.
Zéta: Este híbrido vio la luz en 1951, en el laboratorio del viticultor Ferenc Király, aunque la autorización para elaborar vinos con sus uvas no llegaría hasta 1990. Fue bautizada inicialmente con el nombre de Oremus y hoy es el grupo español Vega Sicilia quien comercializa precisamente así uno de los vinos Tokaj que produce en la zona.
Los vinos Tokaj suelen ser, en general, dulces y caracterizados por su considerable graduación alcohólica (entre 11% y 15%) y su elevado toque glicérico, así como por sus aromas intensos y complejos de miel, membrillo, cáscara de naranja, flor de acacia y plantas aromáticas.
Tokaji Renaissance
El establecimiento del comunismo en Hungría, allá por el año 1949, supuso un retroceso en la vitivinicultura del país, especialmente después de que las bodegas resultaran confiscadas y sus vinos acabaran siendo producidos en mastodónticas cooperativas que anularon su personalidad. La llegada de la democracia en 1989 solo sirvió para constatar las graves carencias y deficiencias del sector del vino en Hungría. Para tratar de restaurar la calidad y particularidades perdidas y coincidiendo con la llegada de inversores extranjeros como el Grupo AXA (Francia), Quinta do Noval (Portugal) o Vega Sicilia (España), en 1995 se constituía la Tokaj Renaissance. Esta agrupación de ocho grandes viñedos de Tokaj surgía con el firme propósito de recuperar la tradición a través de mejoras técnicas y tecnológicas tanto en viñedo como en bodega.