
Por Jesús Rivasés, columnista, tertuliano y escritor
Napoleón Bonaparte, según la leyenda, se refería al champagne y afirmaba: “En la victoria te lo mereces, en la derrota lo necesitas”. No consta qué champagne era el preferido del corso, pero es obvio que no conoció el Krug. Quizá hubiera sido todavía más entusiasta de la bebida. Su problema fue que hasta 1843, dos decenios después de su muerte, Joseph Krug no fundó la Maison de Champagne en Reims y empezó a elaborar solo cuvées de prestigio. Por eso, tampoco nadie sabe qué hubiera dicho el hombre que cambió Europa de haber bebido, tras sus victorias y sus derrotas, el champagne quizá más sofisticado, convertido también, por su elaboración y su historia, en otra leyenda, alimentada con esmero por la propiedad y la sexta generación de la familia Krug, representada por Olivier Krug, director y embajador de la bodega.
Beber Krug no deja indiferente a nadie, ya sea el blanco o el rosado, por no hablar del superexclusivo Clos du Mesnil, elaborado con la producción de un pequeño viñedo, rodeado de un muro de piedra, dividido en otras cinco parcelas todavía más pequeñas que cada una produce un tipo de vino -chardonnay en todo los casos- diferente, gracias a un microclima especial.
Los champagnes Krug, no obstante, pueden desconcertar a algunos paladares españoles menos familiarizados con cierto tipo de burbujas, pero nadie queda defraudado la primera y diferente impresión. Krug acaba de celebrar su anual Behind the Scene (tras las bambalinas), una apretada jornada, reservada a unos pocos privilegiados por invitación -en esta ocasión Vivir el Vino incluido-, en la que además de presentar los vinos del año, la maestra bodeguera Julie Cavil y su equipo explican, con todo el detalle, el proceso desde la cepa hasta el resultado final en la botella. Una experiencia, escenificada con el esmero y la naturalidad que oculta mucho trabajo, y también deslumbrante y exigente.
Krug elabora unas 500.000 botellas al año y más allá de Francia, hay países en donde este champagne despierta pasiones, como Japón -lo maridan con sushi-, Estados Unidos y también Italia. El consumo en España es residual, pero Manuel Reman, presidente de la Maison Krug, que trabajó tres años en Barcelona, cree que tiene mucho recorrido. Olivier Krug, un gran y jovial comunicador, anfitrión experto y eficaz, explica, con todo el aval y la tradición de seis generaciones, que Krug es algo más que champagne, es lujo, exclusividad pero, sobre todo emoción. Una emoción que, por ejemplo, se experimenta al probar, antes de salir al mercado, el Krug Grande Cuvée 173éme Édition, el Krug Rosé 29éme Édition o algunas de las últimas botellas que quedan del Krug Grande Cuvée.
¿Qué hace de estos vinos algo tan excepcional? Algo tan simple, como complejo de realizar. Por ejemplo, el Grande Cuvée 173éme Édition es el resultado de la mezcla de 150 vinos diferentes de 13 añadas distintas, la más antigua de 2001. La mezcla es un 34% chardonnay, un 44% pinot noir y un 22% menieur. El Rosé 29éme Édition procede de 29 vinos de 5 añadas, la mas antigua de 2010. Contiene un 34% de chardonnay, un 44% de pinot noit, del que un 11% son uvas tintas, y un 22% de menieur. Una selección, de cada vino y cada proporción, hecha con mimo por el equipo de Julie Cavil para que, al final, todo sea emocionante -quien lo prueba lo sabe-, como la voz de la gran diva de la ópera del siglo XX Maria Callas, una devota de Krug, en sus innumerables éxitos y también en sus traspiés, como hubiera dicho el mismo Napoleón.