Por Vanesa Viñolo
Hace algunos años, la DOCa Rioja realizó una campaña bajo el nombre de Las Mil Caras de Rioja. Un eslogan que no era solo una bonita frase, sino que reflejaba muy bien la riqueza de vinos y paisajes que aún esconde Rioja. Y es que, ¿pueden todavía descubrirse en La Rioja paisajes escondidos, viñedos mágicos que hayan sobrevivido a ires y venires, a etapas centradas en altos rendimientos, a la apuesta por variedades más comerciales o a cultivos más rentables?
Pues sí. Se puede. Y para muestra, este “pacto” de VINTAE, el proyecto de recuperación del legado vitícola que la familia de Richi Arambarri (presidente) y Raúl Acha (director técnico) tienen en el Alto Najerilla y que ambos comenzaron a dar forma hace algunos años bajo el nombre de Viñedos El Pacto.
Viñas de monte al margen del tiempo
Ya me habían hablado de la belleza de las viñas de El Pacto, pero reconozco que quedé “flechada” nada más ver este paraje detenido en el tiempo, más propio de zonas menos conocidas, menos populares, con un nombre menos potente que Rioja. Ya se sabe que la riqueza de los “pobres”, de aquellos que no han tenido (o podido) hacer grandes negocios con sus tierras, es haber preservado variedades de uva locales, viñas poco productivas, viñedos muy especiales que han sobrevivido, impasibles, al paso del tiempo y las modas.
Y de eso trata El Pacto. El Alto Najerilla (Rioja Alta) es una suerte de isla Galápagos que, gracias a su lejanía del eje ferroviario de Haro, se mantuvo intacta desde principios del s. XX, conservando una riqueza clonal impactante. Así Cárdenas y Badarán, pueblos de Richi y Raúl, se mantuvieron lejos del foco mediático durante un siglo y medio, viviendo “de espaldas” a los cambios de la DO. Al no contar con concentración parcelaria, pudieron mantener esas maravillas de viñas viejas situadas en el monte, a unas altitudes elevadas que, ahora, con el cambio climatico, han resultado ser un tesoro. Entre árboles y arbustos de monte bajo, cultivadas bajo los preceptos de la viticultura orgánica, encontramos estas microparcelas donde la Viura y Garnacha son las reinas pero que aparecen jaspeadas por otras uvas, formando un rico paisaje varietal donde viñas "abuelas", "madres" e "hijas" comparten vida y sabiduría.
Malacara, historia de un viñedo rebelde
Y llegamos a Malacara. Un viñedo muy especial, complicado, plantado en terrazas en 1946 y que es una “rara avis” incluso aquí, ya que es casi imposible encontrar un viñedo solo de Mazuelo, menos aún a esta altitud y mirando al norte.
De él ha surgido el primer monovarietal de El Pacto, Malacara 2021, del que solo se han elaborado 300 botellas y que han querido preservar sin que toque madera, criándolo en ánfora durante 16 meses, encapsulando así su enorme frescura y toda la personalidad de este escarpado terruño.
Malacara... Todo un descubrimiento el de esta "otra cara" de Rioja (que no es Mala, ¡todo lo contrario! solo es más complicada, diferente... una incomprendida) y que, como decía ese eslogan, enriquece, da forma y sentido a Las Mil Caras de una Rioja que aún tiene mucho (y bueno) que enseñar.