Por Alberto Matos, director editorial de Vivir el Vino
Vivir el Vino es uno de los casi mil agentes del sector que ya se han adherido al programa Wine in Moderation. Y no solo porque no podemos estar más de acuerdo con esa forma de entender el consumo de vino, sino porque la esencia de este programa internacional se traduce en una responsabilidad social corporativa, tan necesaria para nuestro sector.
Un sector que ha sido atacado en numerosas ocasiones y, que seguramente, seguirá sufriendo ataques. Es por eso que resulta tan necesario que contemos con la unidad de todos en la difusión de este mensaje. ¿O es que ya no nos acordamos de la exministra Salgado y de su Anteproyecto de la Ley de Prevención del Alcohol entre los Menores?
El problema en este caso no era el mensaje, pues todos estamos de acuerdo en que el alcohol no es un producto apto para los menores. El problema era que se equiparaba el vino con otras bebidas espirituosas, cuando su graduación y, sobre todo, su forma de consumo -arraigada a nuestra cultura y parte integrante de la Dieta Mediterránea- nada tienen que ver. Fue tal la indignación que pronto pasó a ser conocida como Ley Antivino. El sector se unió en aquella ocasión y Salgado no tuvo más remedio que claudicar.
Cierto es que tampoco tuvo en cuenta que el borrador se planteó en periodo de elecciones autonómicas y que el riesgo de perder votos en zonas vitivinícolas era muy elevado.
Superada aquella crisis en 2007, en febrero de este mismo año, la Comisión Europea presentaba un plan contra el cáncer que, en su apartado de prevención, pretendía demonizar, también al vino, como factor de riesgo y proponía algunas medidas para reducir drásticamente su consumo o incluso eliminarlo. Finalmente, el texto rebajó su tono e, incluso, durante la presentación del documento, la propia comisaria de salud, Stella Kyriakides, recordaba que “la excelencia está en la moderación”.
Con estos dos ejemplos, a los que se suman determinados detractores de la comunidad científica, sería recomendable que el sector desarrollara estrategias frente a futuros ataques porque, aunque de momento se han ganado algunas batallas, la guerra no ha hecho más que empezar. Hace algunos años, en los mentideros de la Comisión Europea ya circulaba el diseño de algunas etiquetas similares a las que actualmente aparecen en los paquetes de tabaco. En este caso, se mostraban imágenes de personas ebrias, con las que se trataría de concienciar de los peligros del alcohol.
Nadie nos asegura que dentro de un tiempo, un ministro, un comisario o algún organismo internacional vuelva a cargar contra el sector. O que incluso algún informativo de la televisión pública, perteneciente a una potencia vitivinícola, se refiera al vino como droga legal. En realidad, esto último ya sucedió no hace mucho en el Telediario de TVE, que rotuló una de sus noticias con este mensaje. Más tarde rectificó, pero el mal ya estaba hecho.
Lo que parece claro es que el alcohol es el próximo enemigo a batir desde el punto de vista de la salud y es por eso necesario que el sector del vino se desmarque comprometiéndose con el consumo moderado e informando sobre los efectos de los abusos. Siempre será preferible una autorregulación a que otros lo hagan por nosotros.
Y es que, como decía el filósofo estadounidense Elbert Green Hubbard: “La responsabilidad es el precio de la libertad”.