Por Manuel Herrera
Propietario de Finca Herrera Vinos y Viña Española Consultoría
Érase una vez un bar que soñó con convertirse en taberna de vinos. Siempre había sido un bar de los de toda la vida. Con buena clientela y buenas tapas caseras. Sus especialidades eran el magro con tomate y la ‘tajá’ de bacalao. La caña de cerveza se servía bien fresca, siempre con su tapita de anchoa.
A este bar, Paco traía un buen vino de Noblejas a granel, de un buen amigo que ya se jubiló, pero que conservaba el hijo y que metía en unas pequeñas tinajas que cuidaba como oro en paño porque eran de su abuelo. Tenía Valdepeñas como vino de la casa. De blanco, ofrecía un Airén de La Mancha, del pueblo de su mujer que, como pueden imaginarse, era quien cocinaba las tapas. De su pueblo también traían un queso que metían en una orza de aceite. Además, empezó a vender un clarete de Garnacha de Navarra que le traían los parroquianos.
De repente, tuvo una gran idea: había que modernizarse. Para ello puso unas pizarras con algunas tapas nuevas y vinos por copas. Algunos de sus clientes corrieron la voz. Tenía incluso varios vinos de las mismas zonas, y rebautizó su bar como La Taberna de las Tres Erres. Era fiel a su idea y obsesión y solo entraba “vino de marca y del bueno”.
“Un Verdejito a mi mujer y a mí ponme un Ribera”. “Ya sabes que yo soy más de Rioja”. Y así pasaban los años, entre Riberitas, Riojitas y Ruedas. Con una clientela moderna y variopinta. Durante ese tiempo empezaron a ofrecerle muchas más marcas y ofertas de vinos con “R”; estas se multiplicaban. Empezaba a pensar en ganar más y no tanto en la calidad, así que compraba vinos que con la venta de una copa cubriese el coste de la botella. Tenía la taberna llena y ponía a las nuevas tapas reducción de vinagre balsámico de varios sabores.
Tenía “crianzas”, pero no solo jóvenes porque la oferta de diez más dos que le había sacado al vendedor, le salía casi más barato que el joven. Los “robles” todavía estaban por llegar...
Y seguía vendiendo. “Dos criancitas con un canapé de mousse de pato y otro de ‘chaska’ con salsa rosa”. Todo era como en un sueño. De repente, alguien entró por la puerta. Alto, serio y de barba blanca que, con voz alta y profunda, dijo: “póngame una copita de ese vino rancio que usted ya sabe y una sardina en escabeche”.
Paco se despertó entre sudores y con lágrimas en los ojos. Miró a María incrédulo de su pesadilla, y esta, adormilada aún, le preguntó qué le pasaba. Y Paco volvió a dormirse abrazándola, esbozando una media sonrisa. Había sido una semana larga y un duro día de trabajo. Mañana se iban a descansar al pueblo, un par de días que tenían libres y uno de feria. Les iba a saber a gloria. Su amigo el quesero les esperaba. Y colorín colorado, este sueño...
Con todo el respeto a los Grandes Blancos de Rueda, a los Tintos Clásicos Riojanos y a los Grandes Vinos de siempre de la Ribera del Duero, los tres han abierto el camino y atesoran una calidad y una identidad única. Por favor, que se potencien y no se pierdan nunca. Dedicado a las zonas de vino que todavía siguen denostadas habiendo sido algunas míticas y que ahora les cuesta vender fuera de su comarca por falta de conocimiento, gusto y cariño de algunos de los que compran. Seguro que, en un tiempo, los que aguanten o los que lleguen conseguirán hacer vinos únicos, exclusivos e irrepetibles. Ya los hay.
Dedicado a los Bares y Tascas (con mayúsculas) de toda la vida. A los que siguen con las porras y el pincho de tortilla, el taco de bonito, el montadito de lomo o de jamón, los boquerones en vinagre o el bocadillo de calamares. A los Pacos taberneros de siempre con su mandil y a las Marías cocineras, humildes, ilustres y sabias.
Dedicado a todas las Tabernas de Vinos que, desde hace muchos años, apuestan por la calidad en detrimento de su margen. Que disfrutan cuando hacen disfrutar al cliente con vinos singulares. Que huyen de la monotonía, sin perder su virtud. Y que hacen una labor impagable dando a conocer vinos de todo nuestro territorio y a quienes los elaboran. Todos cabemos en este apasionante y a veces loco mundo del vino. Ahí lo dejo...