
Por Alberto Matos, director editorial de Vivir el Vino
En su novela “Dispara, yo ya estoy muerto” (Plaza & Janés Editores, 2013), Julia Navarro escribía en uno de sus pasajes que “a veces el mal está en los ojos del que mira y no en lo que ve”.
Esta reflexión, tan abrumadora como acertada, adquiere una especial relevancia en unos tiempos convulsos como estos que vivimos, en los que la dictadura de lo políticamente correcto trata muchas veces de imponerse sobre cualquier tipo de lógica, valiéndose para ello de una mordaza que se obstina en silenciar hasta las expresiones más artísticas. Especialmente aquellas que se concentran en el cuerpo de la mujer.
De haberse pintado hoy, Las Tres Gracias de Rubens, seguramente serían objeto de todo tipo de presiones. La Libertad guiando al pueblo de Delacroix sería el centro de las iras de todos los haters en las redes sociales. Y la pobre Gala, con su pecho al aire, acabaría arrepentida de haber posado para Dalí.
Y todo por los comentarios de determinados círculos que presumen de una moralidad supuestamente liberada pero innegablemente reaccionaria. Y si no que se lo digan a los propietarios de la bodega berciana Almázcara Majara, que hace apenas unas semanas recibía una misiva procedente del mismísimo Ministerio de Igualdad por la que se le instaba a retirar la valla publicitaria que había colocado en sus inmediaciones y que reproducía la etiqueta de “Demasiado corazón”, uno de sus vinos.
En ella se plasma una pintura del catalán Josep Moscardó, que con sus trazos dibuja la espalda de una mujer que viste un biquini de corazones mientras mira el mar Mediterráneo.
La carta acusaba a la bodega de promover la “cosificación fememina” y de presentar a la mujer “como un objeto sexual”. Obviamente, la intención tanto del pintor como de la bodega no es ni mucho menos esa, como así se apresuraba a aclarar Encina Otero, responsable de Exportación y Redes Sociales, quien además recordaba que, curiosamente, dicho vino -con su correspondiente etiqueta- había resultado premiado en el apartado de cata de mujeres con una medalla de plata en VinDuero-VinDouro 2018.
Lo llamativo de todo esto es que, obviando sus propias políticas de apoyo a la diversidad, los responsables de la denuncia identificaran necesariamente la imagen con la de una mujer, cuando en realidad podría tratarse de un hombre con bikini, una persona bigénero, una persona intersexual o una persona fluida, entre otras muchas posibilidades.
No menos sorprendente es que las alarmas únicamente saltaran en este caso, sobre todo teniendo en cuenta que, entre los vinos que comercializa, Almázcara Majara cuenta además con un Godello que, etiquetado como L’Aphrodisiaque, muestra a un maromo alado con el torso desnudo y marcando tableta.
Afortunadamente, ante el revuelo formado por lo ridículo del asunto, el Ministerio no tuvo más remedio que rectificar y calificar de desproporcionada su actuación. Sin duda, una anécdota que todos recordarán durante mucho tiempo y que nos debería llevar a reflexionar, como lo hacía Julia Navarro en su libro, sobre los ojos del que mira.