DE ALBERTO PÁLIDO S/A
De Alberto- DO Rueda
Como nos cuenta Carmen San Martín Gutiérrez, directora general de De Alberto y parte del clan familiar de esta bodega histórica de la DO Rueda, “solo unas pocas barricas resistieron el paso del tiempo” y consiguieron llegar a ser un “pálido de Rueda”. Una elaboración singularísima bajo velo de flor que, en palabras de Carmen, representa “la razón de ser de nuestra bodega”. Esa flor, que no es otra cosa que las levaduras propias de la crianza biológica de los vinos generosos, en compañía de la uva Verdejo de la que nace, y que, como señala San Martín, “no nos abandona,” creando un conjunto armonioso que cabalga entre el universo de Jerez y la frescura y estructura de Rueda, surgiendo así un vino delicado, personal, único, de los que dejan huella en el paladar y en el recuerdo. Un vino “robado” al pasado que, gracias al esfuerzo de De Alberto, ha vuelto a formar parte del registro de la DO Rueda .
En octubre de 2019, la DO Rueda presentaba un nuevo Pliego de Condiciones en el que volvía la mirada a sus orígenes, reconociendo nuevamente la categoría Pálido (vino de crianza biológica), que junto al Dorado, (vino de crianza oxidativa), forman parte de los vinos tradicionales que se elaboraban en la zona antes de constituirse como DO en los 80, y cuya historia se remonta al siglo XIV. El vino pálido desapareció como categoría con el reglamento de 2008, pero De Alberto nunca abandonó su elaboración. “Para nuestra familia, -nos explica Carmen-, tanto De Alberto Pálido como Dorado son los vinos de nuestros abuelos, la parte más genuina de nuestra historia, y presenciar cómo vuelven a encontrar su sitio y a tener relevancia es muy emocionante. Además, los generosos y las elaboraciones singulares están despertando un gran interés”.
Su pasado más “dorado”
Es la única bodega de la DO Rueda que ha mantenido desde su nacimiento en los 40 la elaboración del histórico vino dorado, ateniéndose rigurosamente a la metodología tradicional, es decir, con una crianza oxidativa en damajuanas al aire libre y una crianza en solera en botas con un vino madre de más de 80 años. Tanto el dorado como el pálido están viviendo una “segunda juventud”, ya que se han convertido en vinos-fetiche para aquellos amantes del vino que buscan algo diferente, pero con raíces. “Quien los prueba se sorprende -nos traslada San Martín-. No se trata necesariamente de entendidos del vino, sino de gente a la que le gusta disfrutar y probar cosas nuevas”.
La importancia del enoturismo
Asentada en una antigua bodega de los dominicos, visitar sus pasillos subterráneos con siglos de antigüedad y contemplar sus barricas centenarias es la mejor manera de disfrutar y contextualizar “las sensaciones que tenemos al tomar un sorbo de estos vinos”.