Por Alberto Matos
A escasos kilómetros de la turística ciudad alicantina de Altea se yergue la Sierra de Aitana, una cadena montañosa bendecida por un clima subhúmedo que la tiñe con el verde de hasta 1.200 especies vegetales, algunas de ellas endémicas. Tal es su valor medioambiental que actualmente está declarada Lugar de Interés Comunitario (LIC) y Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA). Y es en aquel entorno precisamente, a los pies de su pico más alto, donde Bodega Masos se asoma desde sus bancales de piedra seca y suelos minerales al imponente valle del Guadalest.
Se trata en realidad de una antigua masía, Mas de Ondara, que ya elaboraba vino hace ocho siglos, como así documentaba en 1237 el Llibre de Repartiment del Rey Jaume I. Estuvo ocupada como alquería por los moriscos hasta su expulsión en 1609 y poco después pasaba a manos de la familia Orduña, que la fue legando a las sucesivas generaciones hasta quedarse sin descendencia, momento en el cual fue heredada por ramas colaterales hasta pasar a formar parte del patrimonio de los actuales propietarios, los cinco hermanos de la familia Vidal Balaguer, a principios de los años noventa del pasado siglo.
Sin embargo, el viñedo entonces ya no era lo que fue, pues la filoxera acabó languideciendo su esplendor a apenas una hectárea, también consecuencia de la despoblación y el abandono.
Hoy, Masos trabaja por recuperar aquel legado histórico con las producciones limitadas que le proporcionan sus 10 hectáreas de viñedo, plantadas en una primera fase con uvas autóctonas de monastrell y alicante bouschet (garnacha tintorera) y foráneas como la cabernet sauvignon, syrah, petit verdot y chardonnay, a las que en una segunda fase se sumaban la viognier y la tempranillo.
Todo un collage varietal que madura a 700 metros de altitud media, cuyas uvas, por sí solas o ensambladas, dan lugar a los cuatro vinos de la bodega que perfila el enólogo bordelés Antoine Medeville, propietario de Château Fleur la Mothe, cru bourgeois en el Médoc.
Masos cuenta así con Mas de la Mona, un blanco de chardonnay que rinde con su nombre tributo a una de sus masías. Se suma el rosado de monastrell Penya del Castellet, con el que rememora la fortaleza árabe que custodia sus viñedos. Completan la gama su primer tinto, Albor de Masos, un coupage de monastrell, cabernet sauvignon y garnacha tintorera envejecido durante 10 meses en barricas de roble francés; y Vidal Balaguer, un homenaje a la saga familiar y a su apuesta por una vitivinicultura ancestral.
Mención aparte merecen sus dos aceites de oliva virgen extra: Oro de Masos, elaborado con la variedad de aceituna autóctona alfafarenca; y Oli del Clot, un coupage de alfafarenca, manzanilla, genovesa y arbequina.
Bodega Masos abría sus puertas al público a finales de junio con la intención de revitalizar la vitivinicultura de la zona no solo con sus elaboraciones, sino también con una interesante oferta enoturística y experiencias enogastronómicas.