Por Manuel Herrera, propietario de Finca Herrera Vinos y Viña Española Consultoría
Nuevos propósitos. La viña dormida, algunos habrán podado ya y a otros nos gusta a finales de febrero, esperando así impacientes al lloro y a la posterior brotación.
Digo ahora, en el segundo tiempo de este artículo “mitad de cuarto” que también está en desuso, porque hay que apretarse el cinturón y ponerse en forma para la primavera. Para cuando empiecen a verdear los líneos de vides. Le dedicaba a un sabio del vino la primera parte de este artículo, sin apenas hablar de él.
Ese sabio, Benjamín Pérez Pascuas, gran amigo de mi abuelo y de mi padre, es un hombre del vino con mayúsculas. Pero como son todos los muy grandes, es cercano, humilde, cariñoso y un sabio hombre de campo. Me enseñaron que podar, y si es una viña vieja mejor, es de las cosas más gratificantes en este mundo del vino. Y a nuestra familia Herrera nos enseñó Benjamín. Mi poda se extiende ya a cualquier árbol o rosal que lo necesite, y uno camina por las estaciones de la vida observando la naturaleza como reina que es. Cuando empieza el otoño ya estoy pensando en podar y cuando acaba el invierno estoy deseando que todo brote.
Podar es un arte, como hacer vino, y vuelvo al firme propósito de no dar explicaciones. Ya decía que a mí no me hacen falta. Una etiqueta en Francia dice poco más que la marca, el año y la zona. El que compra ya sabe quién es y cómo es el que hace el vino, conoce la zona y sus variedades y los tipos de vino que se dan en ella. Conoce el territorio y su cultura. Sus gentes. Se bebe el vino tan contento y a otra cosa mariposa.
Aquí tenemos que explicar a veces, cómo decía en la primera parte contratante de este artículo, hasta cosas que no son, complicarnos la vida con adornos que no vienen a cuento y de esa manera el que pregunta se crece y a la siguiente empezamos que si los huevos de hormigón, que si fermentamos a estos o los otros grados, que si dormimos en la bodega los jueves y que si desfangamos con el canto del gallo o más bien a la puesta de sol debido a la gran importancia de todas estas cosas.
Y como el papel lo aguanta todo, pues ale, a complicarlo más todavía. Otra vez como siempre, menos es más. Por favor. Hoy he soñado que el vino al peso era la moda. Que había un mercado inmenso los sábados, que olía a fruta y flores, con todos los bodegueros con sus balanzas en sus puestos esperando a la mucha gente que iba feliz a este mercado de vino (sin mascarilla) con sus pequeñas damajuanas o cantarillos, con botellas y frascas.
Compraban un vino a uno y otro a otro, se preguntaban sonrientes por la familia y la salud y el que vendía mientras pesaba, le ofrecía un trocito de chorizo o de queso y un trago de vino fresco y joven de un porrón… Me he despertado sonriendo con ganas de mercado pero los sueños, sueños son y la vida sigue igual… Eso sí, voy a buscar mi porrón para luego.
Esta primavera el porrón estará de moda seguro. Ya decía mi abuelo, y Benjamín estará de acuerdo con él, que “el negocio del vino lo inventaron los gitanos y lo dejaron porque no era serio“. Que no se me ofenda nadie… O sí. Buena primavera, huelan todas las flores que puedan y buen vino a todos en porrón a ser posible. Yo espero tomarme unas chuletillas al sarmiento con Benjamín y su hijo, mi amigo José Manuel. Probaremos varios vinos. El porrón lo pongo yo.