Por Santiago Jordi, elaborador y presidente de la Unión Internacional de Énologos
Pasada la vendimia, diversas razones me han llevado a viajar por países productores de vino de reconocido prestigio, tales como Italia, Francia o Alemania; y he podido comprobar la manera en que este sector se integra estratégica, social, cultural y medioambientalmente en cada uno de esos lugares, y así me he podido hacer también una idea de su estado de salud. Asimismo, esas experiencias me han permitido hacer una comparativa con nuestro país, especialmente a través de tres indicadores muy concretos.
Y ya adelanto que nuestra trayectoria histórica no está al nivel de vanguardia que se merece. Si nos basamos en datos objetivos, tales como los del consumo de vino por persona y año, rápidamente nos damos cuenta de que vamos muy rezagados frente a otros países que compiten con el nuestro en términos de superficie y producción. Sin ir más lejos, el consumo per cápita anual de Francia e Italia se sitúa en torno a los 45 litros, mientras que en España nos situamos alrededor de los 20 litros, según el último informe del Observatorio Español del Mercado del Vino, con fecha de septiembre. Otro dato tan significativo como preocupante es la relación entre los costes de producción y el precio que se paga por kilo de uva. En cualquier zona productora del centro de Europa, la de viticultor es una profesión respetada, que contribuye a generar riqueza. Allí no existe el problema de falta de relevo generacional y, por tanto, no se produce la desertificación poblacional del medio rural. Tampoco dependen tanto de las ayudas administrativas.
Mientras tanto, en España, encontramos zonas reconocidas en las que, por ejemplo, un viticultor con 5 ha de viñedo apenas puede subsistir, por lo que necesita otra actividad complementaria. Algo que no sucede en Italia y Francia, donde con esa superficie puede vivir holgadamente. Por poner otro ejemplo, el precio medio de una hectárea de viñedo en Champán o Barolo difícilmente baja de millón de euros. En Jerez, una zona excepcional por la calidad de sus vinos y exclusividad, no es posible vender por más de 300 o 400 mil euros. Una diferencia abismal que permite sacar todo tipo de conclusiones. Por último, resulta también interesante reseñar el posicionamiento y el valor que alcanza en el mercado el producto acabado. En Italia y en Francia existe un amplio número de bodegas que venden sus embotellados internacionalmente a precios elevados, que los sitúan en lo más alto del escalafón del prestigio.
En España tenemos zonas reconocidas en el mundo entero en las que, lejos de apostar por el producto embotellado de calidad y los altos precios, nos conformamos con que se nos reconozca como la alacena de graneles que abastece la demanda internacional de vinos baratos. En este sentido, es obvio que la calidad está estrechamente relacionada con los costes de producción y, a pesar de que en nuestro país tenemos productores y vinos muy reconocidos que compiten con los mejores en todo el mundo, lo cierto es que nuestra media genérica en los campos de medición nos colocan en un lugar muy desfavorable respecto a aquellos países que sí hicieron los deberes en su momento. En nuestro caso, vamos en una dirección errónea y deberíamos empezar a adoptar modelos que ya funcionan para obtener resultados. Personalmente, tal vez no sepa qué es lo que hay que hacer para encontrar una solución pero sí estoy seguro de lo que no habría que hacer.