¿Puede la música hacer que el vino sepa mejor? Un estudio de la Universidad de Oxford así lo afirma e incluso se atreve a dar cifras: el consumidor aumenta un 15% el placer cuando bebe vino y escucha a la vez un tipo adecuado de música. Podemos estar de acuerdo o no con ese dato o incluso con la necesidad de hacer estos estudios pero lo cierto es que la música cada vez corre más por las venas de enólogos, que se atreven a organizar festivales, críticos que forman sus propios grupos de rock e, incluso, bodegas que crean su propia orquesta. Música para nuestros paladares.
Descorchar una botella y darle al “play” es un ritual cada vez más extendido. Los hay que deciden beber el vino escuchando música en directo e incluso que brindan desde el escenario con su público. El vino se ha colado en el backstage de la música. Una buena noticia para un sector necesitado de cambiar esa imagen un tanto rancia y abrirse a un público mayoritariamente joven. Y es que el vino no ha sabido transmitir todo lo que aporta tanto en el plano hedonista como en el cultural, e incluso muchos piensan que se ha alejado de una forma intencionada en su aureola de elitismo mal entendido. Al mercado del vino no se incorporan los nuevos consumidores y los “viejos” lo han relegado a un consumo más ocasional.
El desinterés de nuestros jóvenes por el vino lleva trayendo de cabeza al sector desde hace tiempo. En las encuestas, estos posibles consumidores de edades entre 18 y 24 años señalan que el vino es una bebida para adultos, difícil de entender y que se necesita un largo proceso de iniciación, algo que, según parece, no ocurre con las bebidas de alta graduación. ¿Y si ponemos un poco de rock&roll al asunto?
El vino se va de gira
En el calendario ya hay un gran abanico de citas en las que esta bebida ha bajado de las nubes y acompaña a los jóvenes (y no tan jóvenes) en sus momentos de ocio.
Cuando Javier Asenjo, de Bodegas Neo, decidió embarcarse en la aventura de crear un festival de música en Aranda de Duero (Burgos), ni de lejos podría pensar lo que iba a conseguir 20 años después. De nombre, Sonorama; y de apellido, vinos de la Ribera del Duero. Más de 60.000 sonorámicos disfrutaron de más de 200 artistas que pasaron por la última edición de Sonorama Ribera 2017. Recientemente, ha sido galardonado en los Premios Fest 2017 en la categoría de Mejor Festival de Gran Formato.
Otro bodeguero con alma festivalera es Frances Grimalt, copropietario de la mallorquina 4Kilos. En 1994, junto a Ricard Pobles y Enric Palau, creó Sonar, el festival de música electrónica y experimental de Barcelona. En el calendario también encontramos otros que ponen la música como excusa para beber vino. Tal es el caso de Sonidos Líquidos, en Mallorca, y Enofestival, en Madrid. El primero está respaldado por la DO Vinos de Lanzarote y también se le conoce como Malvasía Volcánica Weekend. El enclave es uno de sus alicientes, en La Geria, teniendo al Parque Nacional de Timanfaya como fondo.
Enofestival, por el contrario, es más de asfalto, en plena capital. Tras cinco años consecutivos celebrándose, su creadora, la emprendedora Cristina V. Miranda ha anunciado que Enofestival hace un parón para reinventarse y, seguramente, seguir triunfando. “Crear un festival de música rock es solo un paso más para intentar cambiar y acercar la cultura del vino a todo el mundo, algo realmente imprescindible en un país con un nivel de producción como el nuestro. En especial, si no queremos vivir exclusivamente de la exportación, que es lo que está empezando a pasar, y resulta trágico”.
Vino’n’Roll
Como una bendita plaga, la música ha atacado con virulencia al vino. Y lo que es más “preocupante”: cada año hay más contagiados. En Rioja, la Denominación, que pocas veces se pone de acuerdo en algo, un pequeño grupo de bodegueros ha creado una nueva subzona: Rioja ‘n’ Roll. Que no se asuste el Consejo Regulador, pero estos chicos son guerreros. A saber: Olivier Rivière Vinos, Exopto, Artuke, Sierra de Toloño, Barbarot, Alegre & Valgañón y MacRobert & Canals, Laventura. Todos ellos, viticultores muy personales, que nadan a contracorriente y comparten unos cuantos principios innegociables: el respeto riguroso por la tierra, la reivindicación del gran patrimonio vinícola de Rioja y una pasión por su profesión que va mucho más allá de la motivación económica.
También los hay que se ponen manos a la guitarra. Éste es el caso del grupo Winedrinkers (bebedores de vino). Pilar de Haya es la voz y el alma de esta aventura. Esta profesional del sector del vino, con más veinte años de experiencia en la rama de la publicidad y el márketing, tuvo en su “anterior vida” la oportunidad de dedicarse al mundo de la música. Ante esa encrucijada, optó por el mundo de los taninos, pero el destino volvió a ponerle el rock en su vida y esta chica de Getxo optó por una sabia decisión, unir el vino y el rock. “Quería poder ir a un concierto y tomarme una copa de vino y que los músicos se encuentren vinos buenos en sus camerinos. Estamos en España y podemos hacerlo”. Hoy en día, el grupo lo componen Francisco Simón y Jeff Espinoza, de la banda Red House; los bodegueros Dani Landi, de Comando G, a la guitarra y Curro Bareño, de Fedellos do Couto, como bajo y voz; los críticos Luis Gutiérrez al bajo, Federico Oldenburg al piano, Juan Manuel Bellver a la guitarra y voz, el compositor Guillermo Maestro a la batería y Pilar de Haya como vocalista, encargada de la pandereta y con el “látigo para organizarlos”.
Maridajes con música clásica
Pero no todo es rock&roll en el vino. Felipe Gutiérrez de la Vega es un gran enamorado del “Bel canto”. Así lo atestiguan algunas de sus famosas etiquetas como Casta Diva, homenaje a María Callas en su interpretación del Aria del mismo nombre, de la ópera Norma; o su fondillón Recóndita Armonía, como tributo a la ópera Tosca, de Puccini. Pero este inquieto enólogo alicantino también ha embotellado lo mejor de John Lennon con su vino Imagine o con su Tambourine, de Bob Dylan, además de otras etiquetas homenaje a la literatura universal.
Hay bodegas cuya debilidad por la música les lleva a hacer cosas impensables, como construir un estudio de música dentro de la bodega. Ésa es Neo, en la Ribera del Duero. Además de estar detrás del festival Sonorama, cuenta con su propio sello discográfico dentro del edificio.
¿Una bodega con orquesta propia? También la hay. Se trata de la manchega Verum. En 2007 fundaba su propia Orquesta Sinfónica, compuesta por 60 músicos venidos de importantes templos como la London Symphony Orchestra, la Orquesta Nacional de España o la Filarmónica de Berlín. Cada vez hay más iniciativas que buscan unir música y vino. Éste sí que es un perfecto maridaje para incrementar el consumo en nuestro país.