Por Alberto Matos
Con una historia enológica muy reciente y una orografía volcánica que ofrece todo tipo de suelos y climas, la industria vitivinícola neozelandesa ha sabido buscarse un hueco en mercados tan codiciados como Estados Unido, Reino Unido y Australia. Y lo ha hecho con unos vinos únicos y muy personales, entre los que destacan los monovarietales de Sauvignon Blanc, los más punzantes y afrutados del mundo, según el Master of Wine Bob Campbell.
Aunque recientes, los orígenes de la práctica vitivinícola en Nueva Zelanda son inciertos. Poco se sabe, al margen de que las primeras vides fueron introducidas a finales de la década de 1810 y que los primeros vinos se comenzaron a elaborar a partir de 1830. Eran aquellos unos vinos destinados, principalmente, a un uso religioso en las ceremonias católicas y, en todo caso, al consumo familiar. Poco más.
No sería hasta mediados del pasado siglo XX cuando la industria enólogica de aquel país comenzara a modernizarse priorizando, como en el Viejo Mundo, la calidad sobre otros aspectos más comerciales. Se trata, en la actualidad, de una actividad que registra tasas de crecimiento del 17% anual. Un porcentaje que se ha mantenido más o menos estable a lo largo de las dos últimas décadas.
Vinos volcánicos
Dibujadas al este por el Océano Pacífico y al oeste por el Mar de Tasmania, las fronteras naturales de Nueva Zelanda se reparten entre dos porciones de tierra principales: la Isla Norte y la Isla Sur. De origen volcánico, ambas formaciones están moldeadas por una orografía muy accidentada, de suelos muy variados, que propician la aparición de los más diversos microclimas en sus múltiples rincones.
En cualquier caso, casi todos los viñedos se concentran en zonas secas y soleadas del este del país, como pueden ser las regiones de Malborough (70% del viñedo), Hawke’s Bay (12%) y Central Otago (5%), según datos de la New Zealand Wine, una organización nacional que representa a la inmensa mayoría de bodegueros. Otras regiones importantes son las de Gisborne, Auckland, Martinborough, Nelson y Waipara. Todas ellas se encuentran alineadas en una franja de hasta 1.600 kilómetros de longitud, equivalente a la distancia existente entre la región francesa de Burdeos y el sur de España.
La Sauvignon Blanc como protagonista
Con tal diversidad de escenarios, los vinos obtenidos son igualmente diversos, con especial protagonismo de los elaborados a partir de uvas Sauvignon Blanc. Tanto es así que incluso el Master of Wine Bob Campbell ha reiterado alguna vez que Nueva Zelanda puede presumir de hacer los mejores vinos del mundo con una variedad que en aquel país parece ofrecer aromas frutales mucho más punzantes.
Por su parte, la Chardonnay es el varietal más plantado en la actualidad y, dependiendo de dónde se plante, sus vinos se expresan de diferente manera. Así, en Gisborne son suaves, con notas de melocotón maduro, melón y piña. En Hawke’s Bay son más concentrados, con recuerdos a uva y melocotón.
La Pinot Noir neozelandesa también goza de enorme prestigio internacional y hoy es por ello la segunda variedad más exportada. Se adapta mejor a las regiones de Martinborough y Central Otago, donde las temperaturas son moderadas y la pluviometría escasa. De esta variedad, Campell opina que permite elaborar vinos apasionantes, respaldados además por el mercado. Desde su punto de vista es muy frutada, y más suave que la que se obtiene en la zona de Borgoña.
Otras uvas cultivadas son la Riesling, la Pinot Gris y la Syrah, así como otras típicas de Burdeos. Y como es habitual entre los países productores del Nuevo Mundo, estos vinos están normalmente etiquetados como monovarietales, aunque también es posible encontrar coupages.
Con esta oferta, no sorprende que una de cada cuatro botellas de vino consumidas en el país sean de producción nacional. Una circunstancia también motivada por el elevado precio de los vinos de importación.
Enoturismo en auge
Buena parte de Nueva Zelanda –tanto la Isla Norte como la Isla Sur- está vertebrada en su vertiente este por una extensa ruta enológica. Conocida como Classic New Zealand Wine Trail, parte desde la región de Hawke’s Bay, en la mitad de la Isla Norte, hasta Marlborough, al norte de la Isla Sur.
Asimismo, a lo largo del año, cada una de las regiones productoras celebra su propio festival enológico, con apertura de bodegas y organización de catas.
En una región del mundo sin apenas tradición vitivinícola, este tipo de actividades atrajeron entre 2017 y 2018 a cerca de 750.000 visitantes (el país cuenta con poco más de 4 millones de habitantes), procedentes en su mayor parte de Estados Unidos, Australia y China.
Se deduce así que el 27% de los turistas que visitaron el país el año pasado recalaron al menos en una bodega. En comparación con otros, este tipo de turistas gasta hasta un 52% más, permanece en el país durante más tiempo y visita más regiones.
El viñedo neozelandés
Nueva Zelanda dedica actualmente un total de 37.969 hectáreas al cultivo del viñedo, una cifra similar a la que manejan las DO Utiel-Requena y la DO Cava en sus diferentes regiones, o el doble de la que ampara el territorio de Penedès.
Sobre esta superficie se reparten hasta 2.000 fincas, regentadas por 697 bodegas, en su mayoría de modestas dimensiones.
En 2017, el país de las antípodas produjo 285 millones de litros de vino, de los que casi 2/3 se correspondían con vinos monovarietales de Sauvignon Blanc.
Casi el 90% de la producción neozelandesa se exporta, principalmente a Estados Unidos, Reino Unido y Australia, donde estos vinos son muy apreciados.
Tohu, el vino maorí
Tohu -una palabra de origen maorí que podría traducirse por algo así como “trazo”, “firma” o “marca”- es el primer vino producido y etiquetado para el mercado de la exportación por los aborígenes de Nueva Zelanda. Su objetivo es, además de obtener rédito de su trabajo, dar a conocer y compartir sus tradiciones ancestrales de espiritualidad y armonía con la tierra. Los viñedos de los que se obtiene están certificados como sostenibles por las autoridades locales e, incluso, cuentan con su propio marchamo de garantía de origen: He mātāmua taketake.