Por Raúl Serrano
Este año está claro que es un año de celebraciones, y todas tienen su sitio, presencia y, sobre todo, historia. Pues a la historia de Perelada, en su cien cumpleaños, pudimos asistir para entender y adentrarnos en cómo ha ido pasando el tiempo.
Arrancando en 1923, cuando la familia Mateu se instala en el Castell de Perelada. Fundadores de Hispano-Suizas, dedicándose al metal y con una gran pasión por el arte, el Ampurdán les atrapó y con él, el sueño de hacer un gran vino. Seguramente todo comenzó con el Gran Claustro, un cava que vio la luz en 1987, que sería el comienzo de, no solo muchos cavas, sino también de grandes vinos tranquilos.
Cien años dan para mucho y, generación tras generación, sus vinos han ido creciendo, su Claustro tinto, su Finca Malaveïna (la historia del nombre es más que curiosa), los vinos experimentales (Ex Ex), la excelencia en su vino de Finca Garbet... Todos y cada uno de ellos van creciendo año tras año. Para la celebración, bodega renovada, visita al Castillo y una estupenda cata inmersiva en el Centro de Artes Digitales Ideal, de la mano de Delfí Sanahuja, donde disfrutamos de un espectáculo visual y sensorial a través del que viajamos en el tiempo por sus vinos: de los más representativos a los más actuales.
No podía faltar su Cava Gran Claustro y no nos podíamos perder novedades como Obsequi. Ya solo faltaba en nuestra imaginación la Tramontana, aunque casi podíamos percibirla: vientos que nos hacían viajar por sus viñedos, zona y vinos, una celebración no de diez, sino de cien. Al día siguiente, llegamos al Castillo de Perelada, brindando su majestuosidad desde la visual que teníamos en sus jardines. Pasear por estos era como un viaje por la historia haciéndote más participe de esta celebración.
Bodega sostenible a la que no le faltaba detalle, donde la visita por sus pasillos y ventanales no interrumpía el trabajo de nadie en bodega. Dentro de ella catamos el vino homenaje a sus arquitectos, en el que literalmente te llevas la etiqueta una vez consumas el vino. Comida en su restaurante estrella Michelin, maridaje y platos al nivel que merece y, sobre todo, el espectacular final donde el queso y un vino dulce especial fueron los auténticos protagonistas. Durante la misma pudimos catar los vinos y cavas que se presentaban para este cumpleaños, como el Amfitrió, (mejor nombre no podía tener), del que hemos realizado un pequeño apunte en nuestra revista y web.
Solo queda felicitar a la bodega por su hospitalidad y por su gran inquietud por el viñedo y sus vino