Li Bai ó Li Tao Po (701-762, más o menos) fue un poeta chino de la provincia de Sichuan que, entre otras cosas, inspiró parte de La canción de la Tierra, también conocida como La novena innominada, una de las sinfonías de Gustav Mahler (1860-1911). El borracho en primavera es uno de los poemas, vertido al alemán por Hans Bethge (1876-1946), que utilizó el compositor como punto de partida de esa parte de su música. “Yo bebo hasta no poder más, ¡bebo todo el santo día! / y cuando no puedo beber más / pues garganta y alma están saciadas / ¡voy vacilante hasta mi puerta / y duermo maravillosamente!” rezan los versos del artista chino, que culmina su poema con un muy expresivo “¡Dejadme ser un borracho!” . La obra báquica, quizá la menos conocida en Occidente de Li Bai, demuestra que el vino forma parte de la historia y las tradiciones chinas, aunque durante algunos periodos quedara algo relegada. Por eso, no puede extrañar la moderna y más reciente afición –algunos dirían pasión- de los chinos por el vino, hasta el punto de que ahora mismo condicionan el mercado mundial.
Durante años, la demanda de vinos de China, sobre todo de calidad, ha encarecido los precios más allá de toda previsión. La inmensidad del mercado de aquel país, junto al hecho de que todos los años se incorporan a lo que podría considerarse clase media acomodada unos doscientos millones de personas, que son consumidores y demandan productos, han tirado los precios hacia arriba, tanto de los importados, como los de su ya considerable producción propia.
La economía china, sin embargo, atraviesa desde principios de 2023, incluso antes, una ralentización notable, arrastrada quizá desde el final de la pandemia de la Covid-19, que cerró muchos mercados. Esa situación, unida a la subida de los tipos de interés, repercutió en el precio de los vinos de Borgoña de gama alta, los champagnes denominados “vintage” y otros grandes vinos, algo que se reflejó en los índices Liv-vex, es decir, la Bolsa de los vinos, con sede en Londres. El precio del Borgoña, por ejemplo, según el índice Borgoña-150, cayó casi un 16% en 2023, mientras que su equivalente en champagne descendía algo más del 17% y el de los vinos del Ródano alrededor de un 19%. Estas bajadas de precios indican, sobre todo, que los inversores tienen ahora menos interés –o esperan menos beneficios- en el vino.
No obstante, si la comparación se hace entre 2020 y finales de 2023, los precios subieron un 39% según el índice general de referencia Liv-ex. Nada debería sorprender demasiado. Las últimas cosechas no han sido ni grandes ni buenas y tampoco ha habido añadas magníficas en los últimos años, quizá como resultado del cambio climático. Por otra parte, el alza de los tipos de interés en Estados Unidos y en Europa hace que en los mercados se puedan obtener rentabilidades monetarias de entre el 5% y el 7% en inversiones muy líquidas y de relativa seguridad.
El vino puede ser muy rentable como inversión, pero no es lo que se denomina un “activo líquido”, es decir, convertible en dinero de forma inmediata. Todos esos factores han provocado la actual bajada de precios que, sin embargo, en Europa y en España, no ha llegado –y no está claro que llegue- al consumidor final por una razón. La inflación de los dos últimos años ha encarecido todo y también los vinos, casi en su totalidad. Puede haber excepciones, pero no son frecuentes. Eso sí, la escasez de algunos vinos –champagnes incluidos- de gama media y media alta de los últimos dos años, consecuencia de la demanda china disparada, ha desaparecido.
El mercado europeo y el español vuelven a estar muy bien abastecidos pero, eso sí, con precios más altos, que no es probable que bajen y es que “la inflación es un mal absoluto”, como decía el banquero Rafael Termes (1918-2005), a lo que habría que añadir, que también para el vino. En cualquier caso, por ahí, y por encima de los precios, resuenan los versos de “la canción báquica” de Li Bai: “Ya refulge el vino en la copas de oro / pero no bebáis aún. ¡Tengo que / entonar una canción”! (…) “¡Ya es el momento, compañeros! / ¡Apurad vuestras copas doradas / hasta el fondo!” A Mahler le sirvieron de inspiración y, aunque no consta, sin duda le animarían a libar.