
Por Manuel Herrera, propietario de Finca Herrera Vinos y Viña Española Consultoría
Se preguntarán por qué titulo mi escrito en inglés y no lo hago en español: “Tan… Natural”. Pero tengan en cuenta que ese “so” también podría ser interpretado como un adverbio coloquial: “so natural”, como cuando decimos “so bruto” para reforzar el significado de la palabra a la que precede. Podríamos igualmente entender ese “so” como una contracción de “seor”, variante vulgar de “señor”…
Mi padre tenía un burro zamorano que se llamaba Serapio. Mi sueño es tener uno propio, Serapio II, aunque también podría llamarle Natural y así podría decirle: “¡So, Natural!”. En letras capitales, ese “SO” también podría guiarnos hacia el suroeste, desde Madrid hasta Sanlúcar de Barrameda, para tomarnos una manzanilla con unos langostinos… Ese mismo “SO”, si le añadimos un dos, nos sumerge en el apasionante mundo de la química: SO2 o dióxido de azufre, como el que desprende el mismísimo demonio. Aunque si algunos lo ven reflejado como E-220 (y no me refiero al Mercedes) en las etiquetas de esos zumos tan “naturales” y en otras muchas cosas habituales de nuestra dieta, pues no pasa nada.
¿Y qué hay del término “natural”? Aparte de ser un posible candidato para nombrar a mi soñado burro zamorano, también nos encontramos con personas “naturales”, yogures “naturales”, luz “natural” e, incluso, “Gas Natural”. Pero si atendemos a una de sus acepciones, descubrimos que se refiere a cualquier cosa procedente “de la naturaleza, relacionado con ella o producido por ella sin la intervención del hombre”. Entonces, ¿el vino natural es el que se hace solo? ¡Qué maravilla!
Todo en esta vida está cada vez más polarizado, así que eres de vinos naturales o no lo eres. O estás en el “lado oscuro de la fuerza”, como dice un amigo al que dedico estas líneas, o eres un “Jedi” de los que ahora salen como setas en la vertiente natural de esta gran viña del Señor… No hay grises, qué pena. Somos muchos los que respetamos al máximo la tierra, los que utilizamos el mínimo de sulfuroso, y los que usamos taninos naturales en la fermentación, clara de huevo para clarificar y un viejo filtro de arenas. Y no somos nadie, no somos naturales. Pero supongo que sí somos honrados y limpios.
La ley no entra en lo natural y casi que mejor, porque seguro que si esto se legisla se lía más gorda y ya tenemos bastante con lo ecológico y, últimamente, con lo vegano. Ya hay tabernas de vinos naturales pero…, ¿crecerán en número y evolucionarán a mejor, mi querido Carlos Campillo? Ilustre amigo, vecino de Grenoble, parido en Zaragoza y ya madrileño, rey de los bistrots, que ahora despacha en la mismita plaza de Cascorro. Vinos “sin venenos”, llega a predicar; pero yo no discuto con él. Es un buenazo este antiguo segundo línea de rugby que hace las mejores terrinas varias que he probado (la de conejo con pistachos es mi preferida) y que cocina de lujo. Y como no podía ser menos, sus ostras y sus boulots son también naturales.
Para mí hay alguien muy importante, y esto va por él. Con él sí discuto, y me gusta. Para mí es un recuperador de viñas; dicen que las susurra. Se trata de alguien que va a dejar la Tierra mucho mejor de lo que se la encontró. Alguien que hace vinos que me emocionan y que me trae vinos “naturales” de Francia, que me gustan y me enseñan. Alguien que hace de hermano mayor y siempre de amigo. También lo fue de Pascual, durante el tiempo que la vida les dejó. Alguien que no podía ser de otro lugar que Peñafiel, donde las calles rezuman vino y en cuyo castillo hay un pedazo del alma de mi padre. Es el Luke Skywalker de los vinos, se relaciona con marcianos y se llama Alfredo Maestro. ¡So, Alfredo! Sabes que nos queda pendiente hacer ese vino juntos y firmar la paz en la galaxia, y que mi burro Natural, con el que espero tener largas charlas, sea testigo del acontecimiento.
Saludo desde aquí también a mi amigo y gran hacedor de vinos, Vicente Flors, que es testigo actual de nuestras discusiones y se ríe con nosotros. Hombre bueno y sabio que me debe un arroz y que espero me conteste a esta pregunta cuando demos cuenta de él: El vino de las bodas de Caná, ¿llevaba sulfuroso?
Así que, Alfredo, no te digo nada, que ya lo dijo Jesucristo en tiempos de Tiberio. Muchos seguimos utilizando esta frase 2.000 años después, como también se usaba y seguiremos usando el sulfuroso… Así pues, al César lo que es del César.