
Por Alberto Matos
Ha pasado de ser un tema tabú, reservado estrictamente al ámbito más privado y personal, a estar en boca de todos. La salud mental y emocional de los trabajadores, también los del sector del vino, comienza por fin a recibir la atención que se merece. No obstante, esto es solo el principio de un largo camino por recorrer que, más temprano que tarde, terminará afianzándose como un pilar insustituible de la denominada sostenibilidad social. Y lo mejor de todo es que ya no hay vuelta atrás.
Los expertos advierten: el futuro será sostenible o no será. Los efectos del cambio climático -que aún hoy algunos niegan- ya se dejan notar, mucho antes de lo que cualquier estimación pudiera prever.
El aumento de las temperaturas, sumado a una drástica reducción de las precipitaciones está pasando factura en todo el mundo. También en Europa, donde la producción agrícola se ha visto diezmada de manera preocupante a lo largo de los últimos años.
Esta circunstancia, combinada con otras tantas, se ha traducido en un incremento preocupante del precio de los alimentos. Y no solo eso, en el sector del vino se saldaba recientemente con el primer ERTE climático que, protagonizado por Freixenet, afecta a más de 600 trabajadores.
Y es por este tipo de acontecimientos por los que la sostenibilidad debe tomarse más en serio que nunca. Una sostenibilidad que, además, va mucho más allá. “Hasta no hace mucho tiempo, este concepto se interpretaba únicamente desde un punto de vista medioambiental, cuando en realidad está muy relacionado también con los ámbitos social, económico y de gobernanza”, aclara Helena Fernández, responsable de Sostenibilidad y Cambio Climático en Isemaren, empresa que, entre otras cosas, proporciona asesoramiento a aquellas bodegas que aspiran a ser certificadas por el sello Sustainable Wineries for Climate Protection (SWfCP) que la Federación Española del Vino (FEV) ponía en marcha en enero de 2023.
La sostenibilidad social en el sector vitivinícola.
Aunque no es el único, lo cierto es que el sello SWfCP se ha posicionado como un auténtico referente a nivel nacional, también en su dimensión social. Y no es que el sector del vino no fuera ya sostenible en este sentido. En realidad, esta certificación surge para plasmar sobre el papel sus contribuciones a la comunidad, así como para definir otras que todavía hay que implementar o mejorar.
Sin proponérselo, con la creación de empleos, el sector del vino contribuye a la fijación de población en el medio rural, sobre todo en aquellas zonas protegidas por las denominaciones de origen y las indicaciones geográficas que salpican la conocida como España vaciada.
Tanto es así que, según datos publicados el año pasado por la Organización Interprofesional del Vino de España (OIVE), la población de los municipios españoles con menos de 2.000 habitantes dedicados mayoritariamente al cultivo de la vid se había incrementado un 36% en los últimos 20 años. Un porcentaje nada desdeñable, sobre todo teniendo en cuenta que municipios similares sin viñedos habían perdido un 10% de su población en ese mismo periodo.
Esta tendencia está también muy relacionada con el importante calado del modelo cooperativista que, junto a otras iniciativas de asociacionismo, desempeña igualmente un papel primordial como instrumento de cohesión social. No en vano, más del 20% de las cooperativas agroalimentarias en España se dedican a la producción de vino.
Pese a todo, la vida en el entorno rural no siempre es fácil. El sector vitivinícola se revela cada vez menos rentable, debido fundamentalmente a la caída de las ventas, el descenso del consumo y los bajos precios que se pagan por la uva. A estos contratiempos se suman otros como la insuficiente oferta de servicios básicos de medicina, educación y cultura, así como la -a veces- insuficiente cobertura de las redes móviles e internet.
Por todo ello, a través de un sistema de puntos, el sello SWfCP valora muy positivamente la relación de las bodegas con el territorio y sus gentes. Una relación que puede materializarse de muchas maneras como, por ejemplo, a través del “enoturismo y el fomento de la vitivinicultura local mediante la diferenciación de los vinos de la zona como argumento de venta”, explica Trinidad Márquez, subdirectora general y directora técnica de la FEV. También cuando “las bodegas priorizan a los proveedores locales, o cuando contratan a personal local, ayudan a los colectivos más vulnerables a través de acciones de voluntariado, realizan donaciones o proporcionan patrocinio económico a organizaciones de carácter social”, continúa. Incluso cuando disponen de “sistemas de gestión de seguridad e higiene alimentarias alineados con estándares reconocidos” y, especialmente, cuando “las bodegas están adheridas al programa Wine in Moderation (WiM), apuestan por la elaboración de productos de baja graduación o sin alcohol, y además se ciñen al Código de Comunicación de Vino, que fomenta un consumo responsable a través de talleres, campañas en redes sociales o cursos de formación dirigidos a sus trabajadores”, concluye.
En su dimensión social, el SWfCP tiene muy en cuenta por tanto una serie de criterios que contribuyen a un desarrollo sostenible que beneficia al conjunto de la comunidad, aunque no se limita a eso. También atiende a las necesidades de las personas de manera individual.
Las personas también cuentan
Imposible de desvincular de otros ámbitos como el medioambiental, el económico y el de gobernanza, el elemento social de la sostenibilidad en el sector del vino tiene como objetivo principal “promover condiciones de trabajo de calidad”, y para ello toma en consideración aspectos como “la igualdad de derechos entre sexos, la contratación de jóvenes y personas con discapacidad, el acoso laboral y sexual, la prevención de riesgos laborales mediante cursos de formación o estar en posesión de la certificación ISO 45001, norma que recoge estos y otros aspectos”, añade Trinidad Márquez.
Desde un punto de vista de la calidad del empleo, “también valora que tanto la empresa como sus proveedores sean capaces de asegurarlo o crear empleo neto”, prosigue. Así como que ofrezca “prestaciones adicionales como seguros médicos, planes de pensiones, ayudas a la guardería, conciliación familiar y flexibilidad horaria”, además de “un canal de comunicación fluida entre los trabajadores y la directiva”.
Y esto es solo el principio, pues el sello SWfCP se sustenta sobre la premisa de “una mejora continua, que arranca con unas exigencias mínimas que se irán ampliando cada dos años con cada revisión”, explica. Todo ello dependerá de “las necesidades del mercado en cada momento, que en muchas ocasiones obtienen respuesta desde el ámbito político, especialmente desde las instituciones, aunque también desde el ámbito de la distribución”.
Esas futuras revisiones deberán hacer frente también a las necesidades de los propios trabajadores, que en muchas ocasiones reclaman unos salarios justos que no siempre lo son. “Lo cierto es que el sector agroalimentario está como está, y los precios que se pagan por los productos son los que son. Eso provoca que los sueldos nunca hayan sido altos”, se lamenta Helena Fernández. “Además, las tablas salariales que contemplan el grado de profesionalización todavía no están muy implantadas, aunque hay de todo”.
En cualquier caso, en líneas generales, “creo que es necesario tener en cuenta las características de cada empresa”, añade. “Las más grandes suelen tener estos aspectos muy presentes, mientras que las más pequeñas pueden precisar algo más de tiempo”.
Salud mental y emocional, asignatura pendiente
En un momento como el actual, en el que finalmente se está prestando la atención debida a la salud mental y emocional de las personas, el sector del vino anda en general algo rezagado todavía.
En cualquier caso, se trata de “una tendencia imparable, que irá ganando cada vez mayor importancia porque es algo que demanda la sociedad hoy en día”, reconocen desde la FEV. En estos momentos, “no tenemos este asunto sobre la mesa, aunque se reconocen positivamente los esfuerzos que están realizando las empresas en esta dirección. Hay que darles tiempo”.
“El sector del vino está muy avanzado en este sentido”, corrobora Helena Fernández. “Algunas bodegas hacen de punta de lanza para las demás, como ocurrió, por ejemplo, con la huella de carbono. Estoy convencida de que llegará un momento en el que cubrirán completamente este punto”.
Uno de los principales desencadenantes de los problemas mentales y emocionales es el estrés. “La propia estructura del sector vitivinícola, con periodos complicados como las vendimias, para las que a veces no se cuenta con personal suficiente, provocan picos de trabajo fuertes que no siempre resultan sencillos de gestionar”, reconoce. A este respecto, “cada vez me encuentro con más bodegas concienciadas con el bienestar de sus trabajadores. Entienden que la empresa va a funcionar mejor si los trabajadores están contentos porque disfrutan, por ejemplo, de una cierta flexibilidad en sus trabajos que compensa las épocas más exigentes. Eso se observa cuando la plantilla no sufre mucha rotación”, asegura.
Todo suma
“A todo el mundo le resulta muy atractivo el vino como sector, pero tenemos que conseguir que también sea atractivo trabajar en él”, sentencia Elisa Errea, reciente fundadora de The Human Studio. “Últimamente estoy observando un cierto goteo de gente que está dejando su trabajo. No porque no les guste, sino por sobrecarga y estrés”.
Con este nuevo proyecto, Errea pretende naturalizar los problemas mentales y emocionales para que dejen de ser vistos “como una debilidad, como un tema personal que hay que solucionar en casa”. Porque lo cierto es que “muchas veces estos trastornos son consecuencia de la acumulación de responsabilidades, tareas y horas trabajadas. Y esto es una tormenta perfecta”. La consecuencia de todo esto es el “burnout, una afección que se manifiesta en forma de agotamiento físico y emocional, pasotismo y desmotivación. Si no se trata, puede llegar a cronificarse y aportar mucho sufrimiento”.
Este tipo de situaciones se detecta “especialmente entre la gente joven”, matiza. “Y esa gente no duda en marcharse de las empresas si no se les ofrece un entorno favorable. No es que no quieran trabajar, es que no quieren hacerlo en esas condiciones”, añade. Por ejemplo, “eso es lo que pasa en el ámbito del enoturismo. La gente aguanta muy poco, con unos horarios poco conciliadores y unos sueldos muy bajos. Y para mí, el enoturismo es la sostenibilidad del vino”.
Frente a este panorama, “los empresarios deberían preguntarse el porqué de tanta rotación de empleados. Tienen que darse cuenta de que es mejor contar con un equipo comprometido, que no se quiera ir”.
En casos así, “nuestra labor no es otra que ayudar a los trabajadores de manera individual a identificar el estrés y a descubrir su origen”, prosigue. Para ello “recurro a charlas y talleres de mindfulness y de liderazgo en el bienestar. También al denominado mapa del estrés, una herramienta que me permite avanzar muchísimo en una sola sesión de terapia”. Y, una vez identificado el problema, “trabajo con la persona posibles soluciones. Unas veces eliminando o reduciendo las causas que lo desencadenan, que pueden ir desde la falta de personal a la ausencia de recursos”, y otras, “cuando nada se puede cambiar, trabajamos para que la persona en cuestión aprenda a adaptarse a la situación”.
En este proceso, “es muy importante saber con qué apoyos contamos, como familia, amigos, compañeros, jefes…”, continúa, así como “revisar los patrones de sueño, realizar ejercicio físico, controlar la alimentación, estudiar la adicción a las pantallas y analizar las relaciones con los demás, entre otras muchas cosas”.
Todo esto resulta mucho más sencillo “si contamos con el apoyo de la empresa. Los directivos deberían preocuparse por saber cómo están sus empleados y para ello disponen de herramientas como Happymeter.lol, una web en la que los trabajadores pueden indicar a diario, de manera anónima si así lo prefieren, cómo se encuentran a través de un código de colores”.
Pero “no siempre están dispuestos”, se queja. “A veces los jefes mandan un WhatsApp a un empleado a las 9 de la noche, quizás sin malicia, sin pensar que ese mensaje puede llegarle a una madre que está preparando en ese momento la cena para sus tres hijos. Eso la desestabiliza. Parece que no se dan cuenta de que un empleado feliz se traduce en mejores resultados para la empresa”.
Afortunadamente, en los últimos tiempos “estoy observando que administraciones como la FEV, la Organización Interprofesional del Vino de España (OIVE) y la Conferencia Española de Consejos Reguladores Vitivinícolas (CECRV) están comenzando a implicarse en estos temas”, reconoce aliviada. En este sentido, “todos los planes de Prevención de Riesgos Laborales incluyen ya los aspectos psicosociales”. Sin embargo, “de momento no se están realizando inspecciones, algo que reclaman los trabajadores”.
El abuso del alcohol
A pesar de que cada vez más bodegas se adhieren al programa Wine in Moderation (WiM), lo cierto es que en “el sector del vino se produce a veces un abuso inconsciente del alcohol, al que además es fácil acceder”. Se trata del llamado “Gray Area Drinking, a medio camino entre el consumo social y el destructivo”, advierte Errea.
“Cuando no te puedes imaginar viendo un partido sin abrir un vino o unas cervezas, cuando cocinas bebiendo, o tratas de mitigar el estrés diario tomando alcohol, es probable que nos encontremos frente a un problema”, advierte. “Si usamos el alcohol como válvula de escape y, además, mi profesión me exige catar y beber, la cosa se complica aún más. No se trata de no beber, sino de hacerlo con cabeza, no pasa nada porque un comercial presente sus vinos sin beberlos cada vez que se encuentra con un potencial cliente”.
Además, “hay que tener en cuenta que las catas continuadas, aunque no ingiramos el vino, provocan un desequilibrio en la microbiota oral, por lo que es necesario dejar pasar un tiempo para que el organismo se recupere”, concluye.
Por desgracia, el alcoholismo es un problema silenciado, del que muy pocos se atreven a hablar. El último en hacerlo ha sido el sumiller David Seijas, que al cierre de esta edición publicaba su libro autobiográfico “Confesiones de un sommelier” (Ed. Planeta Gastro).
“Hay vicios en todos los sectores, en todos los trabajos y, en cualquier caso, hay gente que toma y gente que no”, admite el también ganador de numerosos premios. “Tiene mucho que ver con la personalidad, con la forma de afrontar la vida. Pero es cierto que en unos sectores es más fácil caer que en otros y, en la restauración y la noche, el riesgo es muy elevado. Salvando las distancias, así como algunos trabajadores tienen que afrontar y convivir con el amianto, nosotros lo hacemos con el alcohol y la noche”.
Sostenibilidad social aplicada
Con certificación o no, lo cierto es que cada vez más empresas vitivinícolas apuestan por potenciar la sostenibilidad social en sus políticas. Suelen ser empresas grandes, principalmente grupos, con mayores recursos para poder ir abordando este asunto paso a paso, pero de manera firme que, para empezar, suelen ofrecer salarios por encima del convenio.
Ese es el caso de la alavesa Baigorri, que no ha dudado en modificar sus estatutos para que a la hora de adoptar cualquier decisión se tengan en cuenta los intereses de todos los afectados. Con ello persigue, por ejemplo, evitar cualquier tipo de acoso mediante mecanismos de denuncia que están provistos de procedimientos disciplinarios en caso de ser necesarios.
Del mismo modo respeta y flexibiliza los horarios de trabajo, e incluso garantiza la conciliación familiar entre determinados empleados. La bodega, que cuenta con un grupo de Whatsapp que conecta a todos sus trabajadores, contempla también diversas cláusulas sobre beneficios, capacidades y licencias, y respeta además el derecho de los trabajadores a asociarse y a negociar de manera colectiva.
Más de un 80% de su plantilla es de la zona, igual que sus proveedores. La mayor parte de los trabajadores cuentan con contratos fijos y Baigorri únicamente recurre a los contratos temporales en momentos puntuales como la vendimia y los eventos especiales que celebra en su restaurante. Una plantilla que además recibe formación continua y que colabora con agencias locales de promoción enoturística.
Matarromera va un poco más allá y no solo cuenta con planes de igualdad y contra el acoso, sino que anualmente ofrece charlas de sensibilización y, cada trimestre, realiza una evaluación de riesgos psicosociales, con una línea de apoyo nutricional y psicológico que incluye sesiones de gestión del impacto emocional y del estrés en aquellos departamentos donde se detecta ese riesgo. Un 96% de su personal, representado por un 68% de hombres y un 32% de mujeres, cuenta con contratos fijos y, en muchos casos, los trabajadores pueden disfrutar de la conciliación familiar que proporciona la flexibilidad horaria.
La empresa se comunica con sus empleados a través de una línea de Whatsapp, un buzón ético, un buzón de sugerencias y un portal del empleado, donde se dan a conocer fichajes y se solicitan las vacaciones y días personales. Dispone además de un plan de formación anual. La Fundación Carlos Moro de Matarromera colabora activamente con las instituciones locales, por ejemplo, donando producto, y organizando unos premios destinados a los emprendedores de la zona y una vendimia solidaria. La empresa da prioridad a la mano de obra y a los proveedores locales. Matarromera no solo está adherida al programa Wine in Moderation, sino que lidera la innovación del vino bajo en alcohol y sin alcohol en España y en Europa desde 2003 a través de su amplia gama Win. Por todo ello está certificada con el sello SWfCP.
Por su parte, podría decirse que González Byass es un abanderado en los asuntos de la sostenibilidad social. El grupo cuenta con un amplísimo plan de igualdad, que periódicamente revisa y amplía para evitar cualquier tipo de discriminación mediante un protocolo de denuncia y actuación. Además, está certificado por la norma ISO 45001 de prevención de riesgos laborales, y da un paso más abordando la salud mental y emocional a través de la plataforma Ifeel, que proporciona un chat disponible las 24 horas del día con terapeutas colegiados. En caso de ser necesario, la empresa garantiza sesiones de psicoterapia gratuitas, así como talleres para el autoconocimiento, la gestión del tecnoestrés y la implantación de hábitos saludables, entre otras cosas. Unas prestaciones que complementa con una plataforma propia, GBknowit, que ofrece más de mil cursos sobre temas tan diversos como la alimentación, el deporte, el mindfulness y la gestión del estrés. También proporciona formación profesional sobre aspectos como el liderazgo, el marketing o las nuevas tecnologías. Una iniciativa que, por cierto, le valió el premio Learning de LinkedIn. El grupo está integrado por una plantilla con contratos fijos en un 90% y aquellos trabajadores cuyos puestos no están informatizados disponen de tablones de anuncios y reuniones periódicas donde plantear sus inquietudes. El resto puede acceder a una plataforma de comunicación interna, la Workplace, donde ya es mítica la Copa de Navidad en la que el CEO presenta el balance anual.
La relación de González Byass con su entorno está articulada por el plan de sostenibilidad People+Planet que, entre otras cosas, contempla la inserción laboral de colectivos desfavorecidos, el apoyo de sus proveedores para el desarrollo de productos más sostenibles, la firma de convenios con universidades y centros de formación o el fomento del turismo de calidad. Todas las bodegas del grupo están adheridas al programa Wine in Moderation y al sistema de autocontrol de la publicidad. En su compromiso por un consumo responsable, apuesta por los vinos bajos en alcohol con su Croft Twist (5,5º), un fino spritz ideal para el verano. Por estos y otros motivos, sus bodegas Beronia Rioja, Beronia Rueda, Tío Pepe, Viñas del Vero y Vilarnau están certificadas con el sello SWfCP.
Vicente Gandía es otro de los grupos bodegueros que se toma la sostenibilidad social muy en serio. De hecho, puede presumir de vertebrar sus políticas de igualdad y antiacoso en torno a un plan de seguimiento que incluye canales de denuncia y sensibilización a través de la plataforma interna Happÿdonia que, entre otras cosas, establece colaboraciones con centros especiales de empleo a los que anualmente ofrece oportunidades a una media de dos personas en riesgo de exclusión.
La empresa está adherida a la Declaración de Luxemburgo para la promoción de la salud en el trabajo y está certificada además por la norma ISO 45001, que vela por la salud física de los trabajadores. Una labor que complementa con entradas para carreras populares y otros eventos deportivos, la celebración del día de la fruta, y campañas antitabaco y de sensibilización sobre la importancia del sueño.
No se olvida de la salud mental y psicológica de sus empleados, a quienes ofrece sesiones de mindfulness y de liderazgo con la ayuda de un gestor emocional, que también contribuye a realizar evaluaciones de los riesgos psicosociales, así como a la implementación de herramientas para la gestión del tiempo y la prevención del estrés mediante protocolos de desconexión digital y un decálogo para la ejecución de reuniones eficaces. Los trabajadores, en su mayoría habitantes de la zona y con contratos fijos, cuentan con canales de comunicación internos que permiten la publicación de comunicados, sugerencias e, incluso, denuncias de manera confidencial.
En su entorno, ofrece además cursos de formación entre los hosteleros e impulsa el enoturismo, colaborando con centros de estudios mediante prácticas remuneradas. Su lado más solidario se materializa, por ejemplo, en campañas de donación de sangre, juguetes y ropa, o en el patrocinio de los equipos masculinos y femeninos del Valencia CF, el Levante UD, el Valencia Basket y el Club de Rugby Les Abelles. Desde un punto de vista medioambiental apoya activamente el proyecto Som Albufera, ideado para preservar la Albufera de Valencia y sus tradiciones.
Suscrito al programa Wine in Moderation, Vicente Gandía elabora la gama Sandara, representada por vinos con baja graduación alcohólica, además de su marca Cero Coma, integrada en su totalidad por vinos desalcoholizados. Por estos y otros muchos aspectos, está certificado por el sello SWfCP.
Aunque no cuenta con un plan de sostenibilidad social propiamente dicho, lo cierto es que la idiosincrasia de Vintae trae aparejado un fuerte sentido de la igualdad y aceptación entre todos sus trabajadores. Tanto es así que, con contratos fijos en su totalidad salvo en momentos como la vendimia y otras circunstancias excepcionales, todos ellos pueden disfrutar de ventajas como el teletrabajo y la flexibilidad horaria y vacacional, así como de un seguro médico que también ofrece cobertura completa a sus familiares con prestaciones que incluyen la atención psicológica.
Vintae fomenta igualmente las actividades de equipo, con dinámicas de teambuilding, tiempo de ocio y viajes de incentivos que persiguen generar un ambiente cordial y mejorar la comunicación entre los compañeros y la directiva. Un punto, este último, que la empresa refuerza a través del correo electrónico y Whatsapp, canales que emplea para dar a conocer novedades, cambios y cuestiones internas de interés. Los trabajadores también disponen de un buzón anónimo en el que pueden realizar quejas, denuncias y sugerencias.
Vintae tampoco descuida su entorno. En este sentido, es patrono de la Fundación Pioneros que, entre otras cosas, proporciona segundas oportunidades a jóvenes en riesgo de exclusión social. Y no solo eso, para sus labores de manipulado en bodega también colabora con asociaciones que dan empleo a personas vulnerables en centros ocupacionales como Arfes, una asociación riojana para la salud mental. Y, a través de su Proyecto Bardos, en colaboración con la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (FADEMUR) otorga anualmente unos premios que reconocen el emprendimiento femenino en el medio rural. En su apuesta por la moderación en el consumo de vino, Vintae elabora Libalis Frizz en su bodega Maetierra, un frizzante con un contenido alcohólico de apenas 5,5º. A este vino se suman otros dos desalcoholizados: Le Naturel Zero Zero Blanco y Le Naturel Zero Zero Tinto.
Y estos son solo algunos ejemplos de empresas comprometidas con una sostenibilidad social que, poco a poco, irá implementándose en otras menos avanzadas.