Por Alberto Matos
Algunas bodegas destacan las características únicas del entorno que las rodea, otras vinculan su narración con actividades complementarias y otras tantas se retrotraen a lo más profundo de sus raíces… Y, lo que es más importante, todas ellas logran dejar una impronta emocional en quien escucha sus historias.
Avenc del Garraf, en las entrañas del Alto Penedès
La bodega se ubica en la localidad barcelonesa de Olesa de Bonesvalls, más concretamente en la comarca del Alto Penedès, en pleno corazón del Parque Natural del Garraf. Surgía de la inquietud de dos farmacéuticos que, aficionados a la elaboración de vinos en el garaje de su casa, se animaron a estudiar enología para continuar con su pasión de una manera más profesional. Eso sí, a su aire, sin ataduras a denominaciones de origen y dejándose llevar únicamente por la emoción y el amor a la tierra. Es por ello que recurren a variedades autóctonas como la Xarel•lo, la Macabeo, la Parellada, la Trepat, la Garnacha Negra y la Malvasía de Sitges. Todas ellas procedentes de diversas fincas en las que el terruño aporta su esencia. Allí, las rocas calcáreas y dolomías forman paisajes kársticos, de profundos valles y vertientes escarpadas. Traducido del catalán, Avenc del Garraf significa “Sima del Garraf”, y es este también un elemento natural característico de la zona, muy similar por su morfología a las cavas subterráneas donde envejece el vino. Un vínculo que la bodega narra con la ayuda de la empresa Urian Guies a través de su propuesta enoturística, que incluye, además de una visita a la bodega, el descenso en grupos y con las medidas de seguridad pertinentes a una de esas simas, en cuyo interior se ofrece una cata de la gama de espumosos de Avenc del Garraf, representada por #Flordametller, #Flordemagraner y #Flordenesprer.