
Por Alberto Saldón, director de marketing en Bodegas LAN, Grupo SOGRAPE España
El ocioso y estimulante tiempo estival lleva a lugares impredecibles a nuestra mente. Ensoñaciones siderales hacia lugares idílicos en los que florecen “días de vino y rosas”. Permítanme que comparta este Sueño de una noche de verano que disfruté hace unos días.
Imaginen la escena, todo empieza en un septiembre soleado en el viñedo, con claras predicciones meteorológicas que alumbran días tranquilos y felices de vendimia. Un paisaje bucólico alegrado por voces de jóvenes que celebran la fiesta del vino. Y lo consumen.
La urbe, alejada del sonido del campo, consume con entusiasmo vinos frescos en sus terrazas con los últimos rayos de sol que preceden al otoño. Las copas de vino llenan las mesas de los asistentes en este enaltecimiento de la amistad y el verano. Copas rosadas, blancas y de tintos refrescantes, tanto en sus versiones tradicionales como con las novedades de cócteles con base vínica, sacian la sed de los invitados.
En la barra del bar los chatos alegran la charla. Y ayudan a pasar el bocado. Se habla y se canta. Los restaurantes ofrecen a buenos precios la diversidad vitícola del territorio nacional e internacional. A precios que invitan a descorchar botellas, a descubrir sabores. Vinos que riegan la dieta mediterránea, que son parte de su cultura y que descomplican los tradicionales -y esnobistas- complejos códigos del vino de una forma amable y cercana. Y de esa misma manera se acercan los comensales a este suculento festín de vida. El camarero conoce la oferta, ofrece con acierto y descorcha autenticidad y satisfacción con ingenio.
Se bebe. Con moderación, pero se bebe. Se vive. Se vacían botellas que se llenan de momentos. De vivencias y de recuerdos encapsulados en esas botellas de vino compartidas. El vino tiene su espacio. Nunca protagonista, pero siempre cómplice. Se comparte, se disfruta, se lee en los medios nacionales que hablan del sector, de los vinos, de las personas del vino, de la oferta cruzada de experiencias, viajes, turismo del vino, gastronomía... Cultura, en definitiva. Genera riqueza. Y la oferta se equilibra con la demanda. Y se gana en valor. En calidad, en eficiencia, en sostenibilidad, y en negocio.
El futuro del vino vuelve a ofrecer oportunidades, a atraer talento, a mantener el medio rural, a generar riqueza y legado cultural. Y la gente vuelve al vino. Y reímos. Y brindamos. Más.
Este fue mi Sueño de una noche de verano, pero como no hay cuento sin final, me desperté y me di cuenta de que todas las alegrías que había vivido en el País de las Maravillas fueron un sueño, igual que el de Alicia. Solo fue el sueño de una noche de verano. Y todo seguía igual. Y a peor.
*Nota del autor: Caí de nuevo dormido y regresé al País de las Maravillas, y recuerdo también que había enólogos, bodegueros y pesados del marketing a los que se les entendía a la perfección.