Ponme un Syrah. Esa es la frase que se oye cada día más en las cafeterías y en los restaurantes. Y es que, dentro de los vinos monovarietales españoles, los elaborados 100% con uva Syrah se están abriendo camino en el mercado español gracias a que, en la mayoría de los casos, cuando están bien elaborados, pueden llegar a la misma altura que los grandes borgoñas y burdeos.
Hasta hace poco, la uva syrah era patrimonio exclusivo de franceses y australianos. Sin embargo, en la década de los 80 del siglo XX se produjo el gran despegue de esta uva tinta que se ha extendido por países de todo el mundo. En España, fue el tristemente desaparecido Marqués de Griñón, a través del enólogo Emile Peynaud, quien la introdujo en 1982 en lo que hoy es la Denominación de Pago Dominio de Valdepusa, Toledo. Actualmente es una de las variedades más de moda en el mundo vitivinícola, con muy buena adaptación a los climas mediterráneos.
Las características propias de la syrah potencian sus posibilidades cuando crece en suelos fuertes, francos o franco-arcillosos y climas cálidos y soleados. En su fase de crecimiento requiere disponer de una cantidad equilibrada de agua, es decir, no sufrir déficit hídrico en su riego pero tampoco excesos de agua de forma que se permita una buena aireación de sus raíces. Sus propias características la convierten en una uva ideal para los viticultores. Como señala Jancis Robinson "la Cabernet es al vinificador, lo que la Syrah al viticultor" debido a que ésta última es fácil de cultivar y poco vulnerable a las enfermedades.
En su cultivo, es muy importante cuidar las tareas de deshojado y aclareo de racimos debido a que la syrah es sensible a la botritis. Al ser una variedad vigorosa, con mucha madera, los sarmientos se tumban por lo que la sujeción debe ser de dos niveles de doble alambre y emparrado alto.
Los vinos de esta variedad son suntuosos, vigorosos, potentes, con cuerpo, de textura sedosa, con gran cantidad de taninos y materia colorante.