
Por Alberto Matos
Con una superficie de viñedo ligeramente inferior a la que dedica la DO Navarra a este cultivo, Uruguay ha conseguido popularizar sus vinos en el mundo gracias a la Tannat, una variedad de uva procedente de Francia que hoy es identificativa del país sudamericano.
Con una superficie de apenas 176.215 km2, Uruguay es, solo por detrás de Surinam, el país más pequeño de toda Sudamérica. Aun así, la tierra del “río de los pájaros” (eso es exactamente lo que significa en lengua Guaraní), dedica cerca de 9.000 hectáreas al cultivo de la vid, llevada allí por los colonizadores españoles en el siglo XVII.
Los viñedos están ubicados entre los paralelos 30 y 35, justo donde también se localizan otras prósperas zonas productoras del hemisferio sur, como Santiago de Chile, Mendoza, Ciudad del Cabo, Adelaida y Auckland, por citar solo algunas de las más relevantes.
Entramado vitivinícola uruguayo
La producción vitivinícola uruguaya se concentra en torno a una inmensa mayoría de bodegas familiares, muchas de ellas de tercera y cuarta generación, que producen a pequeña escala según la tradición europea heredada.
Con aproximadamente 180 explotaciones que producen alrededor de 70 millones de litros al año, sus apenas 3,4 millones de habitantes consumieron en 2017 una media de 27,8 litros de vino; una cifra nada desdeñable si se compara, por ejemplo, con la de los españoles, que en ese mismo año consumimos 21,48 litros.
Un viñedo con personalidad
Pese a su pequeña extensión, el viñedo de Uruguay se caracteriza por su amplia heterogeneidad, representada por hasta 75 variedades diferentes que conviven en todos sus rincones.
Entre las blancas destaca sobre todas las demás la Sauvignon Blanc (32% de la superficie), seguida por otras como la Chardonnay (20%), la Viognier (8%) y la Albariño (5%). El 35% restante está representado por otras minoritarias como la Moscatel de Alejandría, la Pinot Blanc o la Riesling Renano, por citar solo algunas.
Por su parte, entre las tintas encontramos la Merlot (19%), la Cabernet Sauvignon (10%) y la Cabernet Franc (7%), así como un 15% de variedades correspondientes con la Petit Verdot, la Cereza, la Fortana y la Syrah, además de otras muchas.
Sin embargo, si hay un varietal que domina indiscutiblemente sobre el resto, ese es el Tannat, cultivado hasta en un 49% del viñedo.
Tannat, la variedad reina
Originaria de las regiones de Irouleguy y Madiran, situadas al sudoeste de Francia, las primeras cepas de la variedad Tannat fueron introducidas en el país allá por 1870 por Pascual Harriage. Este inmigrante vasco llegó a Uruguay cuando solo contaba con 18 años de edad y, tras hacer fortuna en la industria saladera, decidió invertir en la producción vitivinícola después de realizar numerosos ensayos buscando el tipo de vid que mejor se adecuara a aquellas tierras y que mejores vinos tintos ofreciera.
Fue así cómo dio con esta variedad y cómo, desde entonces, hasta cuatro generaciones han perpetuado la labor de aquel inmigrante con un vino que aún lleva su nombre, Don Pascual. Todo un orgullo nacional que en 2016 se plasmó en la instauración del Día de la Tannat cada 14 de abril, fecha en la que falleció el padre de la viticultura uruguaya.
Asimismo, en el año 2004, la Asociación de Enólogos del Uruguay (AEU) decidía crear el Concurso Internacional Tannat al Mundo-Terruño de Oro, un encuentro bianual que recibe muestras, en su mayoría de origen local, de esta variedad.
La Tannat es muy apreciada por sus elevados niveles de polifenoles y resveratrol. Eso significa que se trata de una variedad muy bioactiva con respecto a las reacciones oxidativas. Igualmente es rica en procianidina antioxidante, un compuesto que ha demostrado ser beneficioso para reforzar los vasos sanguíneos y aumentar el flujo de oxígeno que transportan los glóbulos rojos.
Principales regiones productoras
Si bien es cierto que la práctica totalidad de los suelos de Uruguay son aptos para el cultivo de la vid, la realidad es que sus viñedos se concentran principalmente en torno a tres zonas diferenciadas:
Región del Río de La Plata
Se trata de la principal zona productora del país y se acomoda sobre las márgenes del mundialmente conocido torrente fluvial. A su vez se divide en las subzonas de Canelones (donde se concentra el 65% de la producción nacional), Montevideo (12%), Colonia (8%) y San José (6%). Allí los suelos son arcillosos, fértiles y bien drenados, frecuentemente con un alto contenido calcáreo. Con unas temperaturas moderadas en verano por las brisas marítimas y con unas precipitaciones regulares durante todo el año, el riego es por completo innecesario.
Región Atlántica
Paralelo a la costa atlántica se extiende el departamento de Maldonado, que acoge un 4% de las plantaciones de viñedo. Según el enólogo italiano Alberto Antonini, los suelos graníticos y bien drenados de esta región tienen un enorme potencial. De hecho, algunos de los mejores vinos del país se producen allí, junto al mar. Unas características que actualmente están seduciendo a un número creciente de bodegueros.
Noreste y otras regiones
No tan conocida es la región de Cerro Chapeu, colindante con la también vitivinícola Campanha Gaúcha, ya en Brasil. Fue precisamente en aquellas tierras donde Pascual Harriague decidió plantar por primera vez su conocida Tannat. También ofrecen muchas posibilidades los departamentos de Paysandú y Durazno, que en los últimos tiempos están recibiendo importantes inversiones.