Por Jesús Rivasés, columnista, tertuliano y escritor
Kym Anderson es profesor emérito de Economía de la Universidad de Adelaida y fundador del Centro de Investigación Económica del Vino. La alemana Signe Nelgen es investigadora del Instituto del Vino en la Universidad de Geisenheim, después de haber realizado sus estudios doctorales y postdoctorales en la Universidad de Adelaida.
Anderson y Nelgen son coautores del monumental estudio “¿Dónde crecen las diferentes variedades de uvas?”, publicado por primera vez en 2014 y revisado en 2020. La obra es un auténtico vademécum de uvas de todo el mundo, con alguna carencia, pero constituye una fuente esencial para conocer la geografía de las uvas y su importancia económica.
Anderson y Nelgen, por ejemplo, aportan datos detallados de producción, consumo e importancia económica de algo más de 1.500 variedades diferentes de medio centenar de países diferentes, aunque se centran en los veinticinco mayores productores. En España, por ejemplo, las uvas más extendidas son la Airén y la Tempranillo que, a finales de la segunda década del siglo XXI, representaban casi el 50% de la producción total. Les seguían, ordenadas por volumen de producción, la Bobal, la Garnacha Tinta, la Monastrell, la Macabeo, la Cayetana Blanca y la Cabernet Sauvignon.
Para algunos faltarán otras, pero sus producciones son mucho menores, aunque destaca el crecimiento de la Syrah, inexistente en España el año 2000 y que ahora ronda el 2% de la producción. Modas. Fuera de España, la uvas con más producción son las clásicas: Cabernet Sauvignon, Merlot, Chardonnay, Sauvignon Blanc, Trebbiano Toscano, Pinot Noir o Riesling. Todas ellas son también las más conocidas, pero hay otras notables.
El crítico de vinos de The New York Times, el muy seguido Eric Asimov, ha hecho el ejercicio de elegir 10 uvas, en teoría poco conocidas en Estados Unidos –y en algunos casos en todas partes-, pero que considera interesantes. En España se fija en la uva Bobal, la tercera de mayor producción, tras la Airén y la Tempranillo. Es una uva con producción notable desde hace siglos en el sureste español, pero durante demasiados años se utilizó casi exclusivamente para graneles. No obstante, los productores intentan demostrar el potencial de la Bobal y Asimov cita tres vinos, elaborados con ella, que incluso pueden encontrarse en Estados Unidos.
Se trata de Ponce, Mustiguillo y Partida de Creus, de los que destaca que pueden ser complejos, matizados, transparentes y enérgicos. Las otras nueve uvas elegidas por Asimov son las siguientes: Altesse, Areni, Bagá, Brachetto, Fer Servadou, Fronténac, Mandilaria, Pecorino y Trebbiano d’Abruzzese.
Altesse da origen a vinos blancos de la región de Saboya, en Francia, y aparecen etiquetados como Roussete de Savoie. Del Cáucaso proceden los tintos Areni.
En Portugal, la uva Bagá, de la zona de Bairrada, es la base de unos tintos que históricamente eran duros y muy tánicos, pero que ahora son más frescos y ligeros. Entre ellos, Filipa Pato, Sidónio de Sousa, Casa de Saima o Dirk Niepoort. Brachetto, Pecorino y Trebbiano d’Abruzzese son tres uvas italianas. La primera produce sobre todo espumosos y dulces no muy llamativos, pero también un Matteo Corregia seco más interesante. Pecorino y Trebbiano d’Abruzzese son dos uvas blancas diferentes con un cierto éxito.
Feu Servadou, también conocido como Braucol en Gaillac, cerca de Toulouse (Francia), da origen a Maximus, un vino de Nicolás Carmaran, que surge de un viñedo biodinámico.
Fronténac es una uva híbrida, resultado de la mezcla de la Vitis vinífera europea, la Vitis labrusca americana y otras seis variedades. Se produce en Vermont y el vino más característico quizá sea La Garagista Loups-Garoux. Por último la selección incluye la uva griega Mandilaria, que da tintos como el Gran Madre de Stilianou, en Creta.
La mayoría no son fáciles de encontrar, pero si aparecen, no hay que perder la oportunidad de probarlos.