Monastrell | Olivares | Sin DO |
Por Raúl Serrano
Vino dulce generoso con crianza oxidativa... Así, sin tapujos, se explica este vino, que cuenta con una larga crianza en viejos toneles en los que descansa 25 años para crear magia. Fruto de viñedos de pie franco de entre 60 y 80 años, es de esos vinos en los que el tiempo se detiene. Giras y giras la copa para sacarle todos y cada uno de los recuerdos que evoca. Esos recuerdos de antiguas mistelas, ese punto dulce que se vuelve cada vez más complejo: caramelo líquido, notas terrosas, tierra caliente y frescos balsámicos, dejando ese pequeño toque de fruta pasa. Pero si hay nariz, la boca no se queda atrás, ampliando los matices encontrados, y sumando su gran equilibrio entre acidez y alcohol, su potencia en el recorrido y su eterna prolongación en la retronasal.