Por Santiago Jordi, elaborador y presidente de la Unión Internacional de Enólogos
Así es y así nos encontramos, ante una vendimia imprevisible. Gran parte de la zona sur y del Mediterráneo está ya vendimiada y casi elaborada, y nos empiezan a llegar los datos de la cosecha 2024.
Esa estimación inicial que se hacía de un incremento del 20% de la cosecha respecto a la del año anterior empieza a ser real y a coger forma en las zonas que no sufrieron ningún accidente meteorológico. Recordemos que este año ha sido especialmente catastrófico durante los primeros siete meses del año: lluvias torrenciales, heladas, focos graves e incontrolados de enfermedades criptogámicas o la temida granizada o pedrisco.
Todo este daño se concentra en el 15,23% del viñedo de vinificación de nuestro país. Como dato objetivo, de las 928.000 hectáreas de vinificación, 141.354 hectáreas son las que han sido afectadas directamente. Según Agroseguros, las indemnizaciones estarán muy cerca de los cien millones de euros. La cantidad de superficie afectada seguramente haya sido mucho mayor, ya que se estima que solo la mitad del viñedo español está asegurado.
España era el único de los países productores que realmente esperaba un aumento de sus rendimientos de cosecha. Portugal, debido tanto a los accidentes meteorológicos sufridos como al arranque de viñedo fruto de las crisis de consumo, esperaba hasta un 8% menos en la producción, porcentaje que, en el caso de Francia, se materializaba en un 14% menos.
Datos alarmantes para ambos países, pero que a nosotros no nos coge de sorpresa, ya que veníamos soportando tres o cuatro campañas de mínimos pluviométricos debido a la adversa meteorología hídrica que, sobre todo en zonas como el sur o el levante, han hecho mucho daño a nuestro viñedo y a otros tantos cultivos. Si bien, a nivel mundial, el año pasado fue la vendimia más corta conocida desde el año 1961, con 237 millones de hectolitros, nosotros nos tenemos que remontar hasta 1995 para encontrar una producción más baja que los 32,5 millones de hectólitros que se declararon.
El precio del año pasado no fue tan al alza como se esperaba, dada la escasez de la cosecha, y el previsible aumento este año no hace al sector ser optimista de cara a una revisión de precios que satisfaga al viticultor. La administración, con sus políticas antialcohol, los cambios demográficos en la población y las nuevas preferencias del consumidor no ayudan precisamente y nos hace ver que, desde luego, el hecho de que exista una amplia oferta cuantitativa y cualitativa de vinos y estilos ya no es el mayor de nuestros problemas.
Como dato relevante y a tener en cuenta, además de la caída preocupante del consumo de vino (respecto al año pasado sólo se ha superado en tres de los ocho meses de este año), cabe destacar la caída en cifras del consumo del vino tinto, con un descenso del 1,7%, mientras que el blanco crece un 4%.
Este melón, si me lo permiten, lo dejaremos sin abrir para nuestro siguiente artículo. Sean felices en este comienzo de la vuelta al cole. Salud y vino.