Por Alberto Matos
Creer o no creer en lo que a diario nos cuentan como verdad incontestable. Esa es la cuestión. Discernir entre lo veraz y lo falso no resulta siempre sencillo. Lo hemos podido comprobar muy recientemente, durante el confinamiento. Las fake news han logrado colarse entre las noticias contrastadas sin mayor dificultad. Y lo han hecho con el único fin de distorsionar la realidad y manipular a la opinión pública, apelando sin escrúpulos a las emociones y a las creencias personales. Es lo que desde hace solo unos años se conoce como posverdad. En realidad, nada nuevo. Tampoco en el mundo del vino.
Se trata de sembrar la duda. Y cuanto más rápido, mejor. Por eso, las redes sociales, con su enorme capacidad de réplica, desempeñan un papel primordial.
En poco tiempo, los bulos se diseminan y generan polémica. Y, aunque más tarde se demuestre la falsedad de lo publicado, siempre quedará la duda. “Calumnia, que algo queda”, decían los latinos.
Algo así es lo que sucedía durante los primeros meses de la pandemia, cuando surgieron todo tipo de soluciones infundadas que no solo aseguraban protegernos frente al contagio de la COVID-19, sino que también prometían curar la enfermedad. Esa misma enfermedad que continúa segando la vida de miles de personas en todo el mundo y que, probablemente, todavía seguirá haciéndolo durante un tiempo. De ahí la gravedad del asunto.
El detonante fue un comunicado emitido a finales de marzo por la Federación Española de Asociaciones de Enólogos (FEAE), que dio lugar a todo tipo de interpretaciones. La maquinaria “bulística” se ponía en marcha y trascendía más allá de nuestras fronteras. En México, una bodega se aventuraba a publicar un vídeo en su página web en el que, tomando como referencia dicho comunicado, atribuía al vino la capacidad de prevenir el contagio del coronavirus entre sus consumidores.
Las alarmas no tardaron en dispararse en el sector vitivinícola. Hasta la comunidad científica tuvo que salir al paso para censurar tal desatino. Una de las primeras en alzar la voz fue la Fundación para la Investigación del Vino y la Nutrición (FIVIN), entidad que lleva trabajando desde 1992 en la difusión de estudios científicos que demuestran los beneficios saludables de este producto. Cuenta para ello con un comité científico que valida todos los estudios a medida que se hacen públicos, sean favorables o no.
Tras la publicación del vídeo en México, que se hizo viral, FIVIN emitió una nota en la que negaba la mayor e instaba al sector a no compartirlo. “Hemos querido abordar este asunto reafirmando que no hay ningún estudio ni demostración científica que nos lleve a poder concluir que el vino pueda tener un efecto protector frente al contagio por COVID-19 o a combatirlo. Nuestro objetivo es trasladar la transparencia y el rigor científico con el que se trabaja siempre desde el sector para ofrecer únicamente una información veraz y útil para el consumidor”, aclaraba a mediados del pasado mes de abril.
También por esas fechas, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), dependiente del Ministerio de Sanidad, se veía obligada a pronunciarse condenando la difusión de este tipo de mensajes: “De forma maliciosa o incluso inocente, se aprovechan de la preocupación existente (...) y hacen llegar informaciones falsas que en nada contribuyen a mejorar el estado de salud y crean confusión en el consumidor”.
Ante el revuelo generado, la propia FEAE no tenía más remedio que emitir un segundo comunicado. Firmado por su presidente -y columnista de esta revista-, Santiago Jordi, el texto matizaba que, “en ningún caso, en el comunicado inicial se afirmaba ni aseveraba que hubiera una relación directa entre el consumo moderado de vino y la prevención de contagio por coronavirus”.
A grandes males, grandes remedios
La polémica estaba servida y ello motivó que tanto FIVIN como la Organización Interprofesional del Vino de España (OIVE) decidieran elaborar un extenso argumentario que, bajo el título de “Protocolo de comunicación. Efectos del vino sobre la salud”, pretende evitar la proliferación de informaciones falsas sobre el consumo de vino en los medios de comunicación.
El documento, de uso interno, aconseja fundamentar cualquier tipo de noticia sobre este asunto en la evidencia científica, para evitar así dañar la credibilidad del sector. Sobre todo, teniendo en cuenta que tanto el Reglamento (CE) 1924/2006 del Parlamento Europeo y del Consejo de 20 de diciembre de 2006, relativo a las declaraciones nutricionales y las propiedades saludables en los alimentos, como la Ley 17/2011, de 5 de julio, de seguridad alimentaria y nutrición, únicamente permiten a entidades con base científica difundir estudios relacionados con la salud. También le corresponde a dichas entidades la organización de actividades que favorezcan la salud de las personas a través de la investigación, el desarrollo y la divulgación especializada.
Para el desempeño de esta tarea, FIVIN coordina un Club de Profesionales del Sector Sanitario, “interesados en conocer con mayor amplitud los beneficios del consumo moderado de este alimento sobre la salud”, explican desde la Fundación. Una información que comparte mensualmente. Por otro lado, FIVIN “cuenta con un programa de formación destinado a universidades y asociaciones en el que, con evidencias científicas, se muestran los beneficios probados del vino para la salud. Todos nuestros mensajes están acreditados por investigaciones que apelan a la moderación y a la responsabilidad”, continúa. “Es necesario saber transmitir a las nuevas generaciones que el vino es la esencia de nuestra historia colectiva y, sobre todo, de nuestra cultura mediterránea”.
Asimismo, gracias a un acuerdo alcanzado con la Organización Interprofesional del Vino (OIVE), “somos el interlocutor directo para las más de 4.000 bodegas de nuestro país en materia de vino y salud. Trabajamos con los operadores y les aconsejamos en su forma de tratar este aspecto porque, en este sentido, hay que estar alerta frente a los ataques que recibe el vino y frente a los mensajes que ensalzan y magnifican las propiedades del vino sin base científica”.
Dos corrientes a examen
Frente a la corriente que atribuye propiedades saludables al vino sin ninguna base científica se sitúa otra corriente que, en su caso, demoniza el consumo de cualquier tipo de alcohol, ignorando estudios que avalan que, bajo determinadas circunstancias, la ingesta moderada de vino puede reportar beneficios a nuestro organismo. Unos estudios que, en su conjunto, no han dejado de multiplicarse exponencialmente a lo largo de las últimas dos décadas. Tanto es así que, en 2019, alcanzaban su máximo histórico, con una cifra que superaba los 1.230 artículos científicos publicados.
La liga antialcohol, según sus detractores, no tiene en cuenta por tanto las particularidades de un producto como el vino y utiliza argumentos parciales fundamentados en investigaciones cuyos procedimientos, metodologías, muestras poblacionales y resultados carecen muchas veces de una base científica sólida. En este sentido, uno de los críticos más mediáticos es Juan Revenga, dietista-nutricionista, biólogo, consultor y profesor en la Universidad de San Jorge (Zaragoza). También colabora con la sección El Comidista, del diario El País. Precisamente, el pasado mes de junio publicaba en sus páginas un artículo demoledor. Bajo el título de “Bebe con moderación y otras mentiras de la industria del alcohol”, escribía sobre la presunta existencia de un lobby de
bebidas que financia a investigadores para que estudien los efectos positivos de esta bebida. “De ellos nace, por ejemplo, la costumbre de pagar a médicos para dar lustre a los estudios que ellos mismos financian; en los que casualmente sus productos, siempre alejados del origen de cualquier problemática social o de salud, acaban siendo panaceas de la salud”, decía.
Y lo hacía tan solo un par de semanas después de que el Wine Information Council (WIC) –uno de los tres pilares del programa Wine in Moderation que, entre otros, agrupa a científicos, instituciones académicas y expertos europeos- publicara una nota en su web asegurando que “solo una pequeña proporción de los estudios observacionales en metaanálisis sobre el alcohol están financiados por la industria” y que, por tanto, “los resultados obtenidos en los estudios de salud no parecen estar relacionados con la fuente de financiación”.
Consumo de alcohol y juventud
Si hay algo en lo que los detractores del consumo de alcohol y los defensores de un consumo moderado están de acuerdo es en la protección de la juventud. Para FIVIN, “es importante apoyar cualquier iniciativa que contribuya a formar y educar a la sociedad y, especialmente, a los más jóvenes sobre los aspectos beneficiosos del consumo moderado y responsable de vino. Y evidentemente, acerca de los efectos dañinos del consumo abusivo de alcohol”.
En el marco del programa Wine in Moderation – Art de Vivre, el sector del vino español “cuenta con su propio código de autorregulación desde 2008”, que “da un paso más allá”. Su objetivo es “promover el consumo moderado de vino y defender el compromiso de nuestro sector con la sociedad”. En él se establece, entre otras advertencias, que “el consumo de vino no es recomendable entre menores de edad, embarazadas y cuando se vaya a conducir”.
Hasta la fecha, “más de 1.000 bodegas, medios de comunicación, asociaciones y denominaciones de origen ya se han comprometido”. El vino, consumido como parte de un estilo de vida saludable por adultos sanos, “tiene efectos beneficiosos sobre la salud”. En cualquier caso, desde FIVIN “promovemos el consumo moderado y responsable de vino junto a las comidas. En el caso de las mujeres, hasta dos copas al día y en el de los hombres, hasta tres copas al día”.
Estudios con algunas deficiencias
Ramón Estruch, doctor especialista en WIC, el Hospital Clínic de Barcelona, la Fundación Dieta Mediterránea y el Centro de Investigación Biomédica en Red del Instituto de Salud Carlos III de Madrid, afirma que “los resultados están a favor del efecto protector para la salud del consumo moderado de alcohol, con independencia de la fuente de financiación” y que dichos resultados “representan una importante información que debería ser tomada en cuenta para contrarrestar las críticas”. Una sugerencia que ya hacía en el diario El Mundo en 2018, cuando reclamaba los beneficios del vino en la prevención de enfermedades cardiovasculares, el deterioro cognitivo, el Alzheimer e, incluso, el cáncer.
¿Por qué surgen entonces tantas contradicciones en el ámbito científico? En el caso concreto de la incidencia del cáncer, “su relación con el consumo moderado de bebidas alcohólicas es mucho más compleja de lo que parece. Existen numerosos problemas metodológicos que podrían no haberse contemplado al realizar estos estudios y que deberíamos conocer”, aclara Estruch. “En este sentido, parece ser que algunas investigaciones no discriminan el patrón de consumo, la alimentación o el tipo de bebida alcohólica”.
Estos argumentos se ven reforzados por la Anglia Ruskin University (Reino Unido), la Medical University de Viena (Austria), la North-West University (Sudáfrica) y el George Institute for Global Health de Sídney (Australia). En un reciente estudio conjunto, estos centros no respaldan que el consumo de cualquier tipo de alcohol pueda ser beneficioso para la salud. Por el contrario, constatan que solo el consumo de vinos tranquilos y espumosos resultó beneficioso en sus investigaciones a la hora de reducir el riesgo de cardiopatía isquémica, sin incrementar el riesgo de mortalidad, así como para disminuir la incidencia de las enfermedades cardiovasculares y del cáncer. Una conclusión que podría indicar que dichos efectos beneficiosos del vino podrían atribuirse mayoritariamente a los polifenoles. Las investigaciones se prolongaron en este caso durante un total de siete años, a lo largo de los cuales se contó con la participación de 500.000 voluntarios de entre 40 y 69 años de edad, seleccionados a partir del UK Biobank, un gran biobanco del Reino Unido que investiga a largo plazo la predisposición genética y la exposición ambiental del ser humano al desarrollo de enfermedades.
De lo que no cabe duda es de que cada vez más estudios vinculan el consumo moderado de vino con sus efectos beneficiosos para la salud. A partir de ahí, el sector -entre los que nos incluimos los medios de comunicación- debemos ser responsables y no aferrarnos a informaciones de dudosa metodología o procedencia, aunque lo que digan nos resulte favorable. Si lo hacemos, estaremos echando por tierra el trabajo realizado durante años de investigación científica.
El vino, propiciador de reencuentros
Con la polémica sobre los infundados efectos protectores del vino frente al coronavirus aún latente y coincidiendo con la desescalada, otro reciente estudio, realizado en este caso por investigadores de la Universidad de Florida Central (UCF), en Orlando, y publicado en la revista The Gerontologist Oxford Academic, apunta al papel socializador del vino como otro de sus beneficios para la salud.
En esta ocasión, la investigación no se centra en los beneficios de la propia bebida, sino en el modo en el que se consume. Se ha constatado así que el aumento de las actividades sociales, en las que el vino es un nexo de unión, produce resultados positivos en la salud debido a la liberación de endorfinas.
Los autores analizaron datos de más de 1.800 estadounidenses, mayores de 65 años, y llevaron a cabo un estudio observacional de la relación entre el consumo moderado, los síntomas depresivos y la habilidad funcional, considerando la influencia del nivel de sociabilización en los resultados, así como de su capacidad predictiva.